Fail again. Fail epic

La cultura digital se reapropia del error y del fracaso y los utiliza como crítica a los cánones estéticos dominantes.

Un niño que se ha caído en la nieve. Øvresetertjern, 1967

Un niño que se ha caído en la nieve. Øvresetertjern, 1967 | Paul Andreas Røstad, Norsk Teknisk Museum | CC BY-SA

«To be an artist is to fail, as no other dare fail».
Samuel Beckett

En esta cultura de la imagen, donde los ideales de belleza y perfección se han llevado al extremo, ¿qué papel juega el fracaso? Si bien parece que nuestra tolerancia al error es cada vez menor, este también nos humaniza, destruye convenciones y normas o nos muestra nuevos caminos hacia la innovación. Publicamos, por cortesía de Turner, un avance del nuevo libro de Valentina Tanni, Memestética.

Un punto de encuentro entre el arte performativo histórico y el arte performativo salvaje de nuestros días lo encontramos en los trabajos sobre el concepto de fracaso. En la red, de hecho, el fail es una temática omnipresente, que se explora tanto en su aspecto más ligero y lúdico como en un nivel profundamente existencial. El término a secas y su variante reforzada —epic fail— se utilizan para definir una situación evidentemente desastrosa o un fallo especialmente ridículo o tan llamativo que acaba convirtiéndose en algo espectacular y se transforma en una especie de victoria al revés.

Eso fue lo que ocurrió con el epic fail más famoso de la historia de internet: la torpe restauración del Ecce Homo de Borja hecha por una anciana de dicha parroquia, Cecilia Giménez, que saltó a los titulares en 2012. El abismo entre la expectativa y el resultado —el rostro de Cristo acabó convertido en una especie de simio— lleva la idea del error a otro nivel: la incapacidad es tan flagrante, la imagen final es tan profundamente ridícula que el caso y su protagonista acabaron convertidos en una suerte de icono del fail a nivel internacional. El escarnio y la vergüenza terminan sublimándose en una santificación de la incompetencia, que aquí se expresa de manera tan patente que se vuelve paradigmática.

Pablo Picasso y el Ecce Homo de Borja, imagen encontrada 

Pablo Picasso y el Ecce Homo de Borja, imagen encontrada 

Los fails en internet son caídas, tropezones y destrozos, pero también los hay que manejan un humor más refinado, donde el error y la ejecución tergiversada de una tarea se convierten en una técnica para exorcizar la estudiada perfección de la producción cultural mainstream y la obsesión típica de las redes sociales por el cuidado de la imagen. No es casualidad que una de las plantillas más utilizadas para los memes sea la que confronta expectativas y realidad, subrayando la diferencia entre una versión «retocada» de la vida y otra más genuina, auténtica, imperfecta.

El fracaso llega a considerarse también un síntoma de humanidad, y alguna vez nos puede conducir a hacer algún descubrimiento. Como nos ha enseñado la historia, la innovación y la originalidad suelen ser hijas del error: es necesario recorrer el camino equivocado para alcanzar territorios inexplorados. Los artistas lo saben muy bien y han utilizado conscientemente el error, el uso imprevisto y la casualidad como instrumentos de búsqueda y de producción. «El arte nace del error. Debéis probar las cosas. No podéis quedaros sentados, aterrados por la idea de equivocaros diciendo: “No haré nada hasta que me salga una obra maestra”», es el consejo que da John Baldessari a sus estudiantes.

Este tema se entrecruza con el de la subversión de la acción anárquica, con la alegría liberadora inherente al derrocamiento de las jerarquías, las reglas y las convenciones. El fallo también puede ser proyectado y, por tanto, esperado como consecuencia inevitable de una acción demasiado difícil o imposible, como ocurre en muchas obras de Bruce Naumann, de Gino de Dominicis o de Francis Alÿs. El comportamiento se repite una y otra vez, como si se tratara de un experimento científico, y los inevitables fracasos se documentan rigurosamente. El acto de fallar también puede ser literalmente puesto en escena, como sucede en la perfomance de Bas Jan Ader de la serie Fall. El artista holandés, que hizo del tema del fracaso un elemento central de su trabajo, se grabó mientras se lanzaba a un canal con la bicicleta, resbalaba por un tejado con una silla o se caía en un arroyo después de haberse colgado de la rama de un árbol. La fragilidad y la vulnerabilidad del ser humano se muestran a través del simple sucumbir a la gravedad, una amenaza trivial y cotidiana que puede resultar fatal, pero su ejecución adquiere un tono tragicómico al moverse en territorios fronterizos entre el humor y la ironía incorrecta de la slapstick comedy.

El falling, un meme que tuvo gran difusión en 2011, se basa en estas mismas premisas: aquí también se busca y se exagera la caída. Como esta ocurre en un lugar público —la calle, el supermercado— y ante la mirada de espectadores casuales, se transforma en un suceso que, al teatralizar el tropiezo, interrumpe la cotidianeidad.

La puesta en escena del fracaso asume una función exorcizante en las obras de Maurizio Cattelan, que utiliza objetos, instalaciones y performances para dar rienda suelta a su afán de prestación: se encarna en los objetos híbridos de Fischli & Weiss, verdaderos monumentos a la disfuncionalidad; se vuelve terror tecnológico en las páginas webs de Jodi, donde la exploración del colapso del código se convierte en una metáfora de la cada vez más problemática relación entre el humano y la máquina.

En internet el error tecnológico es una entidad muy presente. Ya sea en la versión totalmente accidental, es decir, cuando el fallo puede adjudicarse por entero a la máquina, ya sea en la versión que implica un uso inadecuado por parte de las personas. A la primera categoría pertenecen, por ejemplo, los glitches, distorsiones casuales de imágenes nacidas por un error del software que han creado un género propio: el llamado glitch art; también el panorama fail, al que la web Know Your Meme define como «Una secuencia de fotos malamente hilvanadas, hecha con el software para la creación de imágenes panorámicas, cuyo resultado suele ser una imagen bizarra, artística o cómica». Para hacer una fotografía panorámica se necesita mover el smartphone de una determinada forma, manteniendo la velocidad y la distancia constantes, y también es importante que todos los elementos presentes en el encuadre estén inmóviles. Cuando se ignora alguna de estas condiciones, la imagen final se ve distorsionada, y estas distorsiones crean visiones surreales, criaturas deformes y paisajes futuristas.

Primos hermanos de los panorama fails son los Photoshop fails, ejemplos de uso fallido de los softwares de retoque fotográfico que acaban produciendo involuntariamente imágenes absurdas o ridículas. También en este caso, al igual que en el del Ecce Homo de Borja, lo que provoca hilaridad es la vertiginosa distancia que separa el objetivo que se persigue y el resultado final: partes del cuerpo desaparecen o se ven alargadas de forma antinatural, collages en los que los fragmentos no coinciden, deformaciones involuntarias de objetos y de personas… El hecho de intentar ofrecer una imagen de sí más ajustada a los cánones estéticos dominantes —que es el motor de gran parte de este tipo de fails— acaba produciendo como efecto colateral una serie infinita de apariciones monstruosas.

Half Cat, imagen encontrada 

Half Cat, imagen encontrada 

Una de las muchas criaturas mitológicas que han surgido de estas manipulaciones es Half Cat, un gato que solo tiene cabeza, cola y las dos patas anteriores, al que inmortalizaron mientras paseaba por la calle. Al principio se pensó que era un panorama fail fotografiado por los objetivos de Google Street View, pero luego, gracias a una investigación llevada a cabo en 2013 por los usuarios Imgur y Reddit, se descubrió que la imagen era el resultado de una alteración voluntaria hecha de la unión de dos imágenes. La foto original, que se localizó y después la publicó el periódico británico The Independent, muestra a un gato blanco normal paseando por las calles de Ottawa, Canadá. Aun así, la versión «reducida a la mitad» es un clásico del género surreal memes, y se ha hecho tan famosa que hasta se ha creado una empresa online en Japón que produce una versión tridimensional de Half Cat en forma de llavero, un inquietante gadget que se agotó en pocas semanas y que también se hizo viral en miles de blogs y en las redes sociales. Un pariente cercano de Half Cat es Long Cat, otro animal imposible, esta vez con ocho patas.

El gusto por este tipo de imágenes surrealistas que se obtienen con simples retoques fotográficos cuenta con una larga tradición. Al contrario de lo que se suele pensar, desde sus inicios, la fotografía ha hecho todo menos anclarse en un realismo anticuado; montajes, fotos coloreadas, la unión de negativos y otros efectos se hacían ya desde la segunda mitad del siglo XIX, y siguieron difundiéndose con la llegada de herramientas más avanzadas y más fáciles de usar. El género de la trick photography, en concreto, se hizo extremadamente popular alrededor de 1890, no solo entre los fotógrafos profesionales, también en el mundo amateur.

En el libro de László Moholy-Nagy Painting, Photography, Film, publicado en 1925, se recogen varios ejemplos, como la imagen de El caballo en movimiento, la foto de un hombre riendo cuya imagen se triplica gracias a un espejo deformante y Superman o el árbol de ojos. El artista húngaro, uno de los grandes defensores de la flexibilidad del medio, señala entre sus muchas posibilidades la de la transformación en vehículo de «utopía y humor», y erige estas fotografías en ejemplos del potencial surrealista y genuinamente cómico de la imagen fotográfica.

Tom Selleck fractal, imagen encontrada

Tom Selleck fractal, imagen encontrada

A las deformaciones accidentales se unen las proyectadas, que se acabarán convirtiendo en un enorme contenedor de imágenes que merecería un estudio a parte por la cantidad y diversidad de géneros, subgéneros, tradiciones y tendencias que contiene. En el siglo XIX, el gusto por la manipulación era un hobby de nicho, pero hoy —entre otras cosas, gracias a la difusión de aplicaciones que simplifican el proceso o, en algunos casos, incluso lo automatizan parcialmente— la práctica adquiere las características del fenómeno de masas.

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