Existe un África en armonía con la tecnología. No es una pregunta. Es una afirmación. Existe un África tecnológica; un África digital; un África 2.0; un África conectada. Hay un África que innova y busca soluciones a sus problemas en las TIC y que, a pesar de las carencias y las dificultades, se empeña en que la revolución de la sociedad de la información sea la oportunidad del continente para no ser excluido del tren en el que no se le permitió entrar, por ejemplo, en la revolución industrial. En definitiva, es un África que quiere tomar las riendas de su futuro a diferentes niveles, pero en un proceso protagonizado por los ciudadanos.
Mil millones de personas pueblan África subsahariana, la mitad de ellos son jóvenes de menos de 25 años. Hasta el siglo XX el continente ha sido escenario de un extraordinario déficit tecnológico y de infraestructuras, en general, pero, ¿qué pasa a partir del siglo XXI? En todo el mundo la tecnología se democratiza y se hace más accesible y África no es ajena a este proceso. Más tarde que otras regiones del mundo, es cierto. Más lentamente que otros continentes, también es cierto. Pero precisamente, las carencias, las dificultades, los obstáculos que había que superar han hecho que el proceso de implantación de la sociedad de la información en África tenga características particulares. Una de esas características es que los ciudadanos se han colocado en el centro. La sociedad civil y las iniciativas individuales han sido mucho más arriesgadas, más vanguardistas, más constructivas que las de los estados que continúan estando un paso por detrás de las comunidades de ciudadanos conectados.
Hace menos de una década, en 2005, apenas dos de cada cien africanos (incluidos los del norte) estaban conectados a Internet; hoy los africanos que se asoman a la red de redes son diecinueve de cada cien. Es evidente que la tasa de penetración está todavía muy por debajo de la media mundial, un 19% frente a un 40,4%. Pero no es menos evidente la vertiginosa velocidad a la que la brecha se va reduciendo. El número de internautas africanos en esta década ha aumentado más de un mil por ciento. Hoy la tasa de penetración de Internet en el mundo es el doble que la de África, hace diez años era casi siete veces más.
Esta África conectada es un prisma con múltiples caras. Se aplican las TIC en la agricultura, la ganadería y la pesca (y no solo en la comercialización de los productos), en la sanidad y en la educación, por ejemplo. Se desarrollan iniciativas, todavía tímidas, de e-gobierno. Además, la innovación tecnológica se ha convertido en un sector económico en sí mismo, un sector en el que, por otro lado, rigen leyes distintas a las de los sectores de explotación de materias primas y, por lo tanto, abre la puerta a relaciones comerciales y financieras diferentes. Pero, sobre todo, la sociedad civil está encontrando una vía en las herramientas de la web 2.0 para desarrollar sus inquietudes, fomentar la participación social y política, denunciar defectos democráticos, controlar gobiernos o procesos electorales, visibilizar abusos y, en definitiva, sacar los colores a los que mandan y catalizar transformaciones.
El África digital se presenta como un ecosistema complejo, tanto entre los 53 países que la forman como en el interior de cada uno de esos estados; con un gran número de actores que intervienen desde gobiernos hasta transnacionales, desde internautas individuales hasta colectivos de la sociedad civil que colonizan el entorno virtual; desde emprendedores creativos hasta empresas de otros sectores que buscan tecnologías adaptadas a sus necesidades. Las iniciativas se relacionan entre sí, se alimentan y se animan, despiertan nuevos intereses, los actores interaccionan dando lugar a realidades nuevas. Los puntos de contacto entre todos esos elementos se multiplican y hacen cada vez más complejo ese ecosistema. Pero, al mismo tiempo, lo hacen crecer y sumar nuevos actores y nuevas iniciativas en un juego de relaciones que se expanden superando cada vez los límites que se establecen. Teniendo en cuenta que cada situación es diferente y que hablar de África, en general, siempre es un punto de partida peligroso, hay algunos elementos de este fenómeno vivo ahora mismo que se reproducen habitualmente.
Un fenómeno urbano cada vez menos restrictivo
Las diferencias entre el entorno rural y el urbano constituyen casi una tónica general en toda la región de África subsahariana. Las infraestructuras en la mayor parte de las ciudades han ido aumentando considerablemente, mientras que en el campo se mantenían más estancadas. El proceso de urbanización del continente es casi tan vertiginoso como el de implantación de las TIC. Ahora mismo, alrededor del 40% de la población africana vive en las ciudades, pero la previsión augura que en 2035 uno de cada dos habitantes vivirá en una ciudad y que se alcanzará casi el 60% (concretamente, el 58%) en 2050. No hace falta irse tan lejos: en 2015 habrá tres ciudades africanas por encima de los diez millones de habitantes, Lagos, El Cairo y Kinshasa. Hace tres décadas en la primera vivían 3,5 millones de personas y en la tercera, 2,7.
En la mayor parte de las ciudades africanas más importantes uno de cada dos habitantes tiene acceso a Internet (mientras que la media del continente, como se ha señalado, es del 19%). Y son estos núcleos los que albergan la mayor parte de los jóvenes con estudios universitarios que se ciñen al perfil más común de los internautas. A pesar de estas diferencias, muchas de las iniciativas están precisamente encaminadas a acercar el acceso a Internet a los entornos rurales. Los propios activistas consideran que la extensión en el campo es un reto básico para la democratización de Internet. Y en este desafío, el aumento de la banda ancha móvil es el principal aliado.
Apropiación de la tecnología, reutilización, reciclaje y adaptación
Las posibilidades de uso de las TIC en África se han ido multiplicando de manera exponencial porque en muy pocos casos los actores principales se han conformado con el uso prescrito de las herramientas existentes. La adaptación a unas necesidades concretas se ha convertido en la principal preocupación de los usuarios (al menos de los más implicados) ya sea diseñando y construyendo nuevos instrumentos, ya sea modificando herramientas existentes o, cuando menos, pensando en usos diferentes para los que fueron construidos. En el extremo, aparecen (y se multiplican) las iniciativas que tratan de dar nueva vida, a través de un ingenioso y creativo reciclaje, a los residuos electrónicos, tratando de eludir un penoso destino de vertedero de la sociedad de la información.
Ciberactivismo e innovación tecnológica
En el proceso de expansión del ecosistema digital africano aparecen dos fenómenos que llaman especialmente la atención. Por un lado, el ciberactivismo que se vincula con la acción de la sociedad civil en busca de un papel más protagonista en los procesos sociales y políticos a través del uso de las TIC. Por otro lado, la innovación tecnológica, que tiene su máxima expresión en el surgimiento de los tech labs o tech hubs. Espacios de coworking, viveros de empresas, el caldo de cultivo óptimo para la emprendeduría social tecnológica, para la maduración de unas start-up con sensibilidad social. Las trayectorias de ambos fenómenos se cruzan, se relacionan y se alimentan entre sí con un espíritu de trabajo colaborativo y complementariedad.
Relaciones transnacionales
Seguramente, el tamaño reducido de las comunidades locales ha hecho más sencillo que los usuarios se conozcan personalmente entre sí y establezcan relaciones interpersonales. Cuando las comunidades han crecido, esos vínculos han permitido que los lazos se hiciesen más firmes. En la situación actual, el conocimiento ha dado lugar a iniciativas conjuntas. Los usuarios son conscientes de que otros actores del ecosistema (como las empresas transnacionales) van más allá de las fronteras y que algunos de los retos a los que se enfrentan implican a más de un país, así que la reacción más natural es unirse en un espacio virtual sin fronteras para hacer frente a esos desafíos.
La espiral transformadora
La evolución del ecosistema digital africano es reciente, lo que permite ver cómo se ha ido desplegando su actividad. La reacción ante crisis políticas ha sido un desencadenante habitual, que ha dado paso a la voluntad de la participación social. Este espíritu ha conducido a un intento de solidaridad directa que se ha ampliado a un activismo cívico. El último paso, el más reciente, el último territorio colonizado por los cibermilitantes, es el activismo medioambiental.
Un negocio para bien y para mal
Es indudable que el sector tecnológico es importante en la economía mundial y que África representa un espacio en plena expansión. Por un lado, supone un mercado en el que las empresas transnacionales se afanan por tomar posiciones (ya sean operadores telefónicos, proveedores de Internet o constructores de dispositivos). Sin embargo, la presencia de empresas como Samsung, Microsoft o Google no solo responde a la voluntad de vender sus móviles, distribuir su software o que se utilicen sus «servicios». Crean laboratorios de desarrollo o buscan acercarse a los tech hub como lugares de innovación, por lo que es evidente que tratan de aprovechar un potencial creativo de los usuarios africanos que se ha hecho patente en muy poco tiempo. Eso sin contar el impacto creciente de Internet en los negocios y en los PIB africanos, directa o indirectamente. Curiosamente, ninguna de las economías que más rendimiento sacan al entorno virtual se encuentra entre las consideradas potencias económicas, que hasta ahora solo eran aquellas que contaban con recursos naturales que explotar.
Retos y peligros de futuro
En estos primeros pasos de la implantación de las TIC en África los ciudadanos han tomado la delantera a los gobiernos. Las comunidades de activistas y de innovadores se han mostrado mucho más ágiles, más flexibles y más creativas que los poderes. Sin embargo, el reto básico de cara al futuro es generalizar el acceso a Internet, pero no es solo una cuestión de infraestructuras o de materiales, sino que es necesario continuar trabajando en la educación en competencias digitales y en llenar de contenido una red en la que los africanos se sientan como en casa. Igualmente, la situación actual entraña un riesgo, el de la creación de una élite tecnológica, una vanguardia que se aproveche de un mayor acceso a los recursos para acumular poder. Hasta el momento, los impulsores de las iniciativas más importantes no han mostrado un apego a los privilegios, sino, al contrario, una tendencia a trabajar por la democratización y la transformación social. Más allá del riesgo potencial, las únicas experiencias reales muestran ese camino.
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