Que los datos son una de las materias primas más valiosas, para lo bueno y para lo malo, está comúnmente aceptado. Los datos pueden orientar a la democratización o generar desigualdades. Todo depende de quién los produzca, los manipule o los gestione. Las comunidades de cartografía abierta se extienden, se desarrollan y se fortalecen en África como una manera de producir esos datos, desde y para la base; de llenar un vacío que se relaciona con apropiarse de sus destinos, y de mejorar, de manera endógena, las condiciones para el desarrollo. La filosofía de mapeo colaborativo entronca, además, con el sentimiento comunitario y de bien común arraigado en muchas tradiciones africanas.
Cuando, en marzo de 2014, los primeros equipos de Médicos Sin Fronteras llegaron a la región de Guéckédou, en la República de Guinea, para dar respuesta al último gran brote de Ébola en África Occidental, se encontraron con un problema básico: estaban ciegos, no había mapas de la zona que les permitiesen planificar sus acciones. Tuvieron que recurrir a una acción urgente de cartografiado colectivo con la ayuda de diferentes organizaciones que trabajan en el mapeo colaborativo. En ese momento, las comunidades de Open Street Map (OSM) en el oeste de África eran una rareza. Hoy, estos colectivos se han ido diseminando por toda la subregión y forman una red con un considerable potencial para acompañar proyectos de desarrollo de todo tipo.
Hoy, las comunidades de OSM no solo han mapeado, con todo detalle, la mayor parte de las ciudades, sino también extensas zonas rurales que no tienen ningún interés para los sistemas de mapas comerciales a los que cualquier usuario tiene acceso a través de Internet. Es decir, la misma ciudad de Guéckédou, una localidad guineana de apenas 70.000 habitantes (en 2014) situada en la frontera con Liberia y Sierra Leona, tiene detallado cada uno de sus edificios en Open Street Map; mientras que, por ejemplo, para Google Maps apenas es una silueta. Los miembros de las comunidades han definido en los mapas miles de kilómetros de la red viaria y han dado apoyo cartográfico a la lucha contra procesos naturales y humanos que ponen en riesgo la vida de las personas.
Hoy, en la ciudad senegalesa de Saint-Louis, Lamine Ndiaye lidera la documentación geográfica del impacto de una subida repentina de la marea que se repite periódicamente y que provoca importantes daños en una de las ciudades icónicas de África Occidental. En Costa de Marfil han registrado con detalle las carreteras del país y han mapeado los recursos sanitarios y asistenciales para hacer frente al VIH. Mientras, en Guinea han cartografiado el recorrido de las líneas de autobús de la capital, Conakry.
Son solo algunos ejemplos de las iniciativas mediante las que las comunidades de mapeo colaborativo intentan dar solución a problemas cotidianos que no han recibido la atención de las administraciones o de las empresas; unas veces por falta de recursos o capacidad, otras, por falta de interés. Pero la acción de estas comunidades trasciende incluso su compromiso con el entorno más próximo, que es evidente, y les permite movilizarse de manera solidaria para dar respuesta a retos más globales. Nathalie Sidibé, activista maliense, es un referente de la cartografía abierta en toda la región y recuerda cómo numerosas comunidades se han implicado en campañas de mapeo de las zonas afectadas por el Ébola en la República Democrática del Congo, o en la respuesta humanitaria frente a los efectos del huracán Matthew en Haití.
Una de las principales motivaciones para implicarse en la comunidades OSM en el continente africano tiene que ver con el objetivo de producir datos abiertos que puedan ser reutilizados, compartidos y reproducidos en cualquier proyecto que pretenda una mejora social. Emmanuel Adjogble es uno de los miembros destacados de la comunidad togolesa y pone sobre la mesa algunos de los retos fundamentales. «Los datos cartográficos son fundamentales hoy en día, pero ¿dónde puedes encontrar esos datos cuando los necesitas? Te ves obligado a ir a los servicios oficiales de cartografía. Hay que tener dinero, porque te lo van a facturar, pero además te van a ofrecer datos que no están actualizados. En países como el mío, los datos oficiales pueden datar de 1970 o 1980 y estamos en 2018», ironiza Adjogble. Teniendo en cuenta estas condiciones, la reflexión es sencilla: «¿Por qué no producir datos sobre nuestros países accesibles para todo el mundo, a través de un sistema libre y gratuito como el OSM?», interpela el activista togolés.
El burkinés Guiella Gildas es un convencido defensor de todo lo que suene a código abierto y trabajo colaborativo. Fue uno de los que empujaron los primeros pasos de la comunidad OSM local, hace prácticamente cinco años. Su punto de partida abunda en la misma línea: «Para mí, la cartografía abierta es interesante en África porque nos permite dominar un poco más nuestro propio territorio. Y eso implica poder digitalizar nuestras zonas de interés, facilitar nuestra movilidad, nuestras interacciones y las intervenciones en caso de urgencia, pero también poder acceder a un conocimiento fundamental de nuestro entorno.»
Sidibé apela de manera directa al resultado de esos trabajos voluntarios y comunitarios que han desarrollado los diferentes grupos. Para esta experta de la cartografía abierta, basta ver cómo las aportaciones de las comunidades locales están sirviendo «para mejorar la movilidad en las ciudades africanas, para prevenir las inundaciones, para facilitar el acceso a la salud o al agua potable, a través del acompañamiento de aplicaciones móviles, por ejemplo». «Pensamos constantemente en cómo nuestras comunidades pueden aportar soluciones, a través de esos datos abiertos que podemos producir, para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible», explica Nathalie Sidibé.
Percibida como herramienta de desarrollo para los países africanos, algunos de sus miembros han llegado a las comunidades OSM desde un compromiso cívico y ciudadano, como defiende Sally Bilaly Sow, un joven baluarte del grupo de cartografía abierta de la República de Guinea. «No se puede hablar de desarrollo sin tener control sobre el territorio, sin dominarlo. Las comunidades OSM en África pueden ser uno de los motores del desarrollo», asegura Sow, porque, desde su perspectiva, son los datos los que permiten hacer las proyecciones y las planificaciones, hacer las radiografías de las situaciones actuales para identificar los retos y plantear las estrategias para superar las dificultades.
Así, las comunidades OSM son grandes productoras de datos abiertos y de uso libre y gratuito, que se convierten en herramientas tanto para investigadores como también para emprendedores. «El hecho de que sean datos abiertos no quiere decir que no se puedan usar para desarrollar empresas», comenta el joven guineano, haciendo referencia, por ejemplo, a la aplicación móvil que aprovecha el cartografiado de las líneas de autobús de Conakry.
La posición del marfileño Aurelien Kouame es muy similar. Su experiencia en la cartografía abierta le lleva a asegurar que, sin un mapa de base de los territorios, el desarrollo local es prácticamente imposible. Para él, la producción y el intercambio de los datos geográficos que generan las comunidades son una manera directa de mejorar la vida diaria de la ciudadanía, por el uso que se puede hacer de esos datos. El senegalés Lamine Niaye profundiza un poco más:
Hoy, las comunidades OSM tienen un papel muy importante en la liberación de los datos geográficos en los países en desarrollo, que se convierten en una herramienta fundamental de ayuda en la toma de decisiones de los poderes públicos y de las instituciones internacionales. Además, se añade la reutilización de datos para generar aplicaciones que contribuyen de manera sostenible al desarrollo endógeno de nuestros países y del continente, en general. La cartografía es una disciplina transversal que interviene en muchos de los aspectos que influyen en la mejora de las condiciones de vida de las poblaciones.
Sally Bilaly Sow, que reconoce pertenecer a una de las últimas comunidades locales OSM que ha llegado al panorama continental, menciona el valor del aspecto comunitario: «A veces, cuando hacemos promoción de la cartografía abierta, nos encontramos con jóvenes que nos preguntan qué recibirán a cambio, y les hablo de la experiencia comunitaria del trabajo colaborativo, que permite establecer lazos con personas de diferentes perfiles. Esas relaciones puede ser útiles para vosotros a la larga, eso es lo que yo les digo.» La suya, la guineana, como el resto de comunidades, se ha construido, en gran medida, a través del contacto con activistas con mayor experiencia. Es habitual que compartan, entre las diferentes comunidades, sesiones de autoaprendizaje y que se ofrezcan entre sí apoyo y colaboración, además de participar, a menudo, en los mismos proyectos cuando se lanzan llamamientos internacionales.
En sus reflexiones, Guiella Gildas repite una y otra vez dos ideas, la comunidad y el bien común. Gildas encuentra en estos dos conceptos los pilares del mapeo colaborativo, pero además, desde su perspectiva, estos son dos de los valores más habituales de las culturas tradicionales africanas. El burkinés advierte:
Con un sistema como OSM mantenemos un sentido de comunidad que para nosotros es muy importante. Pero es que, además, el hecho de que los productores de estos datos sean múltiples hace que sean más fiables. En la situación en la que nos encontramos en nuestros países, en los que las infraestructuras cambian muy rápido, necesitamos, por ejemplo, un sistema que se actualice de una manera ágil. Y OSM nos lo permite, mientras que Google Maps, por ejemplo, no sigue esta evolución rápida del continente.
Haciendo referencia a las diferentes fórmulas de trabajo comunitario que persisten en muchos rincones del continente, Gildas señala que «la noción de la colaboración y el reparto colectivo de los esfuerzos es lo que nos puede permitir superar la brecha de desarrollo de la que se habla habitualmente».
Nils | 11 enero 2019
Great article! Had a chance to support the mapping community in Guinea and it’s beautiful to see how maps are often a great entry point to more complex topics, like how to visualize data and sometimes young motivated mappers evolve to become experts and even software developers.
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