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Lea Ypi tenía once años cuando su país, Albania, comenzó a transitar del comunismo a un sistema democrático liberal. Con la caída del régimen, se derrumbó asimismo la idea de que había crecido en un país libre, a la vez que comprendió que la libertad prometida por el capitalismo era también falsa. A partir de esta disyuntiva comenzó a construir su idea filosófica de libertad.
Lea Ypi se marcha de Albania en 1997, sin cumplir aún los dieciocho años. Va a Italia con una beca de estudios obtenida gracias a unos resultados excelentes en la escuela secundaria. Regresará a Albania de vez en cuando, manteniendo sus vínculos con el país natal, pero estableciéndose lejos de ahí. Tras los estudios de Filosofía y Literatura en Roma, en la Universidad «La Sapienza», continúa su formación en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, donde recibe el doctorado en Filosofía. Después, profesora visitante e investigadora en La Sorbona, en Frankfurt, en Berlín, y luego en Oxford, donde obtiene un importante premio por un trabajo de posdoctorado. Actualmente enseña Teoría Política en la London School of Economics and Political Science, y también en la Universidad Nacional de Australia, donde es Profesora Honoris Causa. Además, se ha convertido en una referencia del pensamiento de la izquierda no solo en Reino Unido, sino a nivel global. Afirmar que su trayectoria es impresionante sería quedarse corto.
Conocía a Lea Ypi durante la Feria del Libro de Tirana en 2021. «¿Simon Critchley u Owen Jones?», le pregunto mientras tomamos un café, tratando de ubicarla en mi mapa ideológico del izquierdismo británico. «Owen Jones», contesta inmediatamente. Empujado por la curiosidad, continúo indagando sobre su vida y sus ideas, como si fuera el preludio de una entrevista periodística. Es muy infrecuente encontrar entre los albaneses y las albanesas, y aún menos en el extranjero, a alguien descaradamente de izquierdas en el sentido que otorgamos a esta noción en Europa Occidental. Equivaldría a ser considerado comunista, lo que soporta una connotación especialmente negativa, dado el pasado totalitario del país. Así, un par de días después, invitados los dos a un almuerzo celebrado por el primer ministro de Albania, Edi Rama, este me pregunta si yo sabía que Lea era comunista, intentando provocar, medio en broma, un debate entre ella y yo. Sin embargo, a pesar de nuestras diferencias, el eje de la discusión no tarda en desplazarse, dando lugar a una vehemente polémica entre Lea Ypi y el líder de lo que se considera izquierda en Albania, a semejanza de otros países poscomunistas.
Pero el posicionamiento ideológico de Lea Ypi resulta todavía más atípico si atendemos a su procedencia familiar, algo que, entre los albaneses, constituye un factor preponderante a la hora de determinar la ideología del individuo. Su bisabuelo, Xhafer Ypi, fue primer ministro a principios de los años veinte e Inspector Principal de la Corte Real durante la monarquía instaurada en 1925 hasta la ocupación de Albania por la Italia de Mussolini en 1939, cuando Ypi se convierte en regente y, en calidad de tal, entrega la Corona de Albania al rey italiano Víctor Manuel III, para convertirse más adelante en ministro de Justicia del primer Gobierno colaboracionista. La sombra de esta biografía política será muy alargada y recaerá sobre su descendencia una generación tras otra: discriminación colectiva de la familia de su hijo, encarcelamiento incluido, y de la del hijo de su hijo, el padre de Lea. En Albania, durante el estalinismo, esta era la norma: se llamaba lucha de clases, y la palabra «biografía» significaba procedencia y pertenencia familiar. Era una especie de apartheid invisible que suponía, entre otras cosas, ser evitado por los demás como si fueras portador de una enfermedad contagiosa, y era cuando menos aconsejable evitar a estas personas en una medida que se determinaba por la proximidad familiar con el paciente cero. La familia de la madre de Lea pertenecía asimismo a esa categoría, puesto que por lo general el vínculo matrimonial no debía cruzar la línea divisoria de la discriminación. La calificación de enemigo de clase era el destino que también aguardaba a Lea dentro de ese régimen, pero ella no lo sabía. En 1990, cuando la situación empezó a cambiar, Ypi era una niña de once años, y sus padres, para protegerla psicológicamente, e incluso para protegerse en caso de que esa niña se fuera de la lengua, le ahorraron este tipo de conocimiento, educándola en lo político de acuerdo con las normas. Y esa niña creía que vivía en el único país libre del mundo, tal y como cuenta en su novela de autoficción Libre: El desafío de crecer en el fin de la historia. Con la caída del régimen, condenado ahora por todos, Lea descubre que lo de la libertad en Albania había sido una gran mentira. Pero no tarda en darse cuenta de que la libertad prometida por el capitalismo recién estrenado es un nuevo engaño. Esa doble experiencia, la del totalitarismo comunista y la del capitalismo salvaje, ese engaño por partida doble, parece importante para explicar el izquierdismo de Lea Ypi, algo que ha suscitado la acusación de traidora o enemiga de clase, esta vez desde la posición ideológica preasignada de individuos que, durante el anterior régimen, eran considerados enemigos de clase.
Rechazando ambos sistemas, y como si quisiera rescatar el sueño robado de su infancia y lidiar con el doble desengaño, Lea Ypi, ya estudiante universitaria, encuentra un apoyo en el pensamiento de Marx. Por otra parte, se enamora de la filosofía de Immanuel Kant, fascinada, al parecer, por su lógica impecable. Precisamente a través de esta filosofía, o, más en concreto, mediante la ética kantiana del deber, va construyendo su concepción de la libertad, que constituye el centro de su pensamiento político. En esta entrevista afirma que es una concepción «inspirada en muchos sentidos por la obra de Kant». La libertad como inseparable de la responsabilidad hacia los demás, hacia la sociedad. Es lo que llama «idea moral y social de la libertad» o «idea moral relacional de la libertad». Al mismo tiempo, aunque no está de acuerdo con las críticas hacia la concepción kantiana de los deberes que la tachan de demasiado formalista y abstracta, trata de superarla remitiéndose a la tradición marxista y de otras corrientes progresistas del siglo XX. En otra entrevista en El País, refiriéndose a los años vividos en Albania durante el poscomunismo, Lea Ypi sostiene que «no me sentía libre». Sin embargo, su idea de libertad no se reduce a algo puramente subjetivo: la raíz se encuentra dentro de nosotros, como un «ideal moral interno», pero, para desplegarse, necesita unas condiciones externas adecuadas, que pueden definirse como democracia con justicia social, lo que, a su vez, sería una emanación de nuestro sentido moral de responsabilidad.
¿Y la literatura? ¿Qué relación tiene con el pensamiento teórico de Lea Ypi? En otra conversación, durante el Salón del Libro de Turín el año pasado, me comentó que a menudo siente la filosofía como un obstáculo en el proceso de la creación literaria. Creo que más bien se trata de una tensión fructífera entre sus dos actividades creativas, ambas centradas en la idea de la libertad. Y, como demuestra el caso de su libro, traducido a más de treinta idiomas y muy valorado por la crítica, su trayectoria literaria es como mínimo tan exitosa como la de su actividad teórica. Pero Lea no siente ningún vértigo ante este exceso de celebridad. Probablemente porque no le concede importancia. Y tal vez porque mantiene intactas la naturaleza y la naturalidad de la Lea de su propio libro.
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