Por poco que se haya oído hablar de la dark web, es imposible navegar por ella sin ideas preconcebidas. Los medios la relacionan con el tráfico de drogas, el terrorismo o la pornografía infantil, mientras que activistas y periodistas la defienden como herramienta para el cambio social. Más allá de los mitos, navegar por la web oscura se revela como algo mucho más prosaico de lo esperable y su potencial político reside en algo práctico: recuperar el derecho al anonimato en la era de la vigilancia digital.
Internet siempre tendrá una parte oculta. Acciones tan sencillas como rellenar un formulario en línea, por ejemplo, generan bases de datos que los buscadores convencionales no pueden o sencillamente no quieren indexar. Como este tipo de contenido, hay infinidad de gestiones y procesos informáticos que engrosan la mayor parte del volumen de la red, así como sitios con muy pocas visitas o sin enlaces, que pasan desapercibidos a ojos de los buscadores.
En realidad, la mayor parte de esa Internet oculta es accesible a través de navegadores convencionales. Tan solo un pequeño segmento contiene información intencionadamente privada y anónima, que solo puede consultarse usando software específico. Este tipo de redes recibe el nombre de dark web, aunque a menudo se las llame deep web de forma errónea, ya que este segundo término engloba el conjunto de contenidos no indexados por los buscadores, sea a propósito o no.
Aunque es difícil cuantificar el volumen real de la dark web, la red de anonimato Tor (The Onion Router) calcula que a fecha de hoy existen entre 50.000 y 60.000 servicios con la extensión .onion, una de las más populares para anonimizar la información. Una cifra que relativiza la magnitud que a menudo se atribuye a la web oscura en relación a la web convencional, ya que en esta última existen más de 1.200 millones de páginas.
Una red sin hilos
Pese a las expectativas que genera, navegar por la dark web es una experiencia bastante frustrante y a menudo aburrida. El sistema de encriptación de la navegación provoca que la carga de algunas páginas sea notoriamente lenta, motivo por el que es fácil desistir si solo se entra en la web oscura por curiosidad.
Por otro lado, aunque existen buscadores de contenidos, su utilidad es limitada. El deseo de anonimato, un diseño desestructurado y la fugacidad de muchos de los sitios dificultan el indexado de resultados, por lo que la mayoría de buscadores no muestra entradas relevantes, o no del mismo modo que se espera de Google. Por este motivo, el recurso principal para navegar por la dark web son los directorios de enlaces, que, por definición, no incluyen toda la información posible y en los que también abundan los links rotos. Por si fuera poco, un estudio del SMART Lab del MIT descubrió que el 87% de las páginas de la web oscura no tienen ni un solo enlace externo, por lo que no se facilita el salto de una a otra. Según sus autores, esto no se debe a ningún impedimento técnico, sino a la cultura establecida en ese espacio, en el que las personas prefieren permanecer ocultas y las relaciones no están basadas en vínculos de confianza.
Probablemente por ello la capa social de la dark web es muy limitada. Si bien existen redes sociales nativas y clones de servicios convencionales como Twitter o Facebook, la mayoría de ellas no cuenta con muchos usuarios y las actualizaciones son más esporádicas, por lo que es difícil establecer relaciones. Eso no quita que existan comunidades activas, pero suelen agruparse en torno a foros de debate como 8chan, la hermana oscura del popular tablón de imágenes 4chan. En este sentido, la sociabilidad en línea es más similar a la de la Internet de los años noventa, a través de foros, chats y correo, que a la de la web social predominante en la actualidad.
Así pues, navegar por la dark web puede resultar una experiencia contraintuitiva y a menudo solitaria, y no está claro que su uso esté realmente extendido. Aunque no es la única red de anonimato disponible, Tor cuenta actualmente con unos dos millones de usuarios, aunque el propio servicio estima que solo entre un 1,5 y un 3,5% de su tráfico visita dominios anónimos.
El lado oscuro del anonimato
La dark web se usa tanto para actividades legítimas como ilegítimas y, aunque no está claro cuál de ellas es la mayoritaria, diferentes estudios calculan que un 45-60% de las páginas es ilegal en algún grado o jurisdicción. Lo cierto es que cualquier internauta encontrará fácilmente sitios en los que se venden armas, drogas, servicios de hacking, artículos robados, pasaportes falsos, etc. Lo que no está claro es el volumen de transacciones que generan estas actividades y ni siquiera si son reales o se trata de timos, que son frecuentes y que algunos usuarios tratan de identificar. Una de las pocas estimaciones disponibles es la que Estados Unidos hizo del extinto Silk Road, un popular mercado negro de drogas. La acusación del gobierno estadounidense contra su fundador, Ross Ulbricht, atribuyó al servicio unos 1.200 millones de dólares en ventas entre enero de 2011 y septiembre de 2013.
La pornografía infantil también es visible y fácilmente accesible, y aunque solo el 2% de la dark web está dedicada a la pedofilia, The Global Commission on Internet Governance calcula que atrae más del 80% del tráfico total. Eso no impide que parte de la cultura de la web oscura sea militante contra este tipo de contenidos, y muchos foros los prohíben y condenan explícitamente. Sirvan de ejemplo los ataques protagonizados por el colectivo hacker Anonymous, que en diversas oleadas bloqueó los servidores de centenares de dominios de este tipo, al mismo tiempo que publicó las bases de datos de sus usuarios. A pesar de todo, no hay que olvidar que estos sitios operan también en la web convencional. En 2016 la Internet Watch Foundation encontró 57.335 páginas de este tipo en servidores abiertos al público.
Por último, a pesar de la asociación frecuente con el terrorismo, un estudio del King’s College de Londres llegó a la conclusión de que los sitios de ideología terrorista y extremista son muy escasos en la dark web. Esto podría deberse a que la propaganda y el proselitismo de estas organizaciones son más eficaces en la web convencional, más poblada y fácilmente accesible por usuarios de todo el mundo. Al mismo tiempo, servicios de mensajería encriptados como Telegram ya ofrecen anonimato de un modo más sencillo y rápido que la web oscura, por lo que este tipo de organizaciones no necesita esta tecnología para operar.
La privacidad como política
Dejando de lado los contenidos más polémicos, un relato alternativo de la dark web defiende su uso como herramienta política para personas que viven bajo regímenes autoritarios, en los que se prohíbe el acceso a la información y la libertad de expresión. Aunque los blogs y foros de debate político son comunes en la dark web, lo cierto es que ninguno de ellos parece orientado a la acción práctica, por lo que es de suponer que este tipo de actividades se llevan a cabo en secreto.
Pese a que es prácticamente imposible obtener información sobre esta práctica, los datos muestran que los países en los que más se usa Tor son aquellos con fuertes restricciones a las libertades (Emiratos Árabes Unidos, Rusia, Irán…), pero también las democracias más consolidadas (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania…), siendo los países con democracias limitadas los lugares con menos usuarios. El investigador canadiense Eric Jardine ha estudiado esta tendencia y aventura varias hipótesis para explicar los resultados: si bien el uso en países represivos podría explicarse como una forma de huir del control gubernamental, en los regímenes liberales podría deberse tanto a actividades delictivas como a la simple posibilidad de hacerlo (acceso a banda ancha, tecnología, permisividad legal). Otra posibilidad, apunta Jardine, es que se deba a la voluntad de evitar la censura y la vigilancia de gobiernos y empresas, o simplemente para defender la importancia del anonimato en Internet.
En relación a este último aspecto, las revelaciones de espionaje masivo de Edward Snowden en 2013 evidenciaron que el control gubernamental no es algo que solo deba preocupar a la ciudadanía en regímenes autoritarios, sino que personas de todo el mundo están expuestas al escrutinio de agencias de seguridad, incluso desde países extranjeros. Por ello, el potencial de la dark web sobrepasa el ámbito del activismo estrictamente político y pone de relieve la idea del anonimato como herramienta esencial para la democracia. Más allá de sus contenidos ilícitos, la web oscura es útil en cuanto recupera la promesa de la Internet primigenia, un espacio en el que la gente puede pensar y expresar opiniones minoritarias libremente, sin la obligación de identificarse con su nombre real, sin tener que ceder sus datos personales a empresas y sin miedo a la persecución gubernamental.
Texto e ilustraciones de Ferran Esteve.
Se han utilizado las siguientes imágenes: Onion Prizetaker, Catalog of vegetables, Atomic Bomb Test, American small arms, Woman, Female, Emojione, Actual Demonstration by the Fire Department Training Station, Child with tiger, The Street railway journal, The American journal of anatomy i Personal identification.
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