Shelley es la primera inteligencia artificial escritora de terror. El proyecto trata de explorar la manera como humanos y máquinas pueden colaborar, los obstáculos de esa relación y sobretodo averiguar si la inteligencia artificial es capaz de provocar emociones primarias en los humanos. Hablamos de ello con Manuel Cebrián, científico del MIT Medialab, que nos habla del aprendizaje profundo y nos explica el proceso por el cual enseñaron a Shelley a escribir historias de terror.
1816 fue el año sin verano. El clima enloqueció por completo. Heladas y sequías arruinaron las cosechas y expandieron el hambre en Norteamérica y Europa, mientras que en Asia el monzón provocaba inundaciones. El calor no llegaba y la nieve seguía cayendo, aún en junio, lo que hizo que un grupo de cinco amigos ingleses se vieran obligados a pasar sus vacaciones confinados en una mansión cerca del lago Lemán, en Suiza. Se trataba de Lord Byron, el poeta; el médico John Polidori; Percy Shelley, poeta; su esposa, Mary Shelley, la escritora, y la hermanastra de esta, Claire Clairmont.
Aburridos, se retaron a escribir una historia de terror, lo más espeluznante posible. En aquella competición Lord Byron escribió su poema «Oscuridad», narrado por el último ser humano en la Tierra, y Polidori ideó un cuento de vampiros que tiempo después inspiraría a Bram Stoker para crear al célebre conde Drácula. Y Mary Shelley gestó a Frankenstein, aunque le llevaría otros catorce meses acabar la novela.
¿Quién podría haber sabido que 2017 volvería a ser otro año sin verano y que Byron, Shelley y Polidori volverían a encontrarse confinados, aunque esta vez en Twitter, donde escribirían nuevas historias de terror?
«Shelley es la primera inteligencia artificial escritora de terror. Es capaz de escribir relatos que dan miedo, sola o en colaboración con humanos usuarios de Twitter y con otros dos robots a los que ha insuflado vida, Lord Byron y Polidori», explica Manuel Cebrián, científico del grupo Scalable Cooperation, en el Medialab del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en Cambridge (EEUU).
Para ello, Shelley se basa en una capacidad de la inteligencia artificial, llamada aprendizaje profundo, por la que puede aprender por sí misma a partir de grandes cantidades de datos imitando el funcionamiento de las redes neuronales del cerebro.
El algoritmo analiza la información y extrae aquella que es relevante para la tarea que va a realizar, así como patrones a partir de los cuales podrá, por ejemplo, diagnosticar enfermedades, en el caso de aplicaciones biomédicas; descubrir nuevos exoplanetas, como recientemente anunciaron la Nasa y Google, o escribir nuevas y originales historias de miedo desde cero, como Shelley.
Para su debut como escritora de terror, esta androide tuitera se preparó «leyendo» una ingente cantidad de literatura de terror, desde clásicos, como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, hasta autores modernos, como Stephen King. También devoró los canales de terror de Reddit –un agregador de noticias–. Entonces procesó todo lo que había leído, cientos de miles de relatos de terror, extrajo patrones y comenzó a generar historias espeluznantes.
Para saber cuáles de ellas cumplían mejor su objetivo, que era dar miedo a quien las leyera, sobre todo al comienzo Shelley se basaba en el feedback de la gente: los «me gusta» y retuiteos que tuviera cada nuevo relato que comenzaba.
Así, cada cierto tiempo el algoritmo envía o bien un tuit o bien un breve hilo con el que inicia una nueva historia que cualquiera puede seguir y responder simplemente contestando cualquiera de los mensajes que acaben con la etiqueta #yourturn (‘tu turno’). Shelley, sin embargo, no contesta a todos los mensajes que recibe, sino solo a aquellos con mayor potencial narrativo, capaces de generar un hilo largo.
«Es capaz de aprender qué hilos narrativos funcionan mejor para el terror. Y puede generar escenas de miedo que no se parecen a nada existente. Ha creado un tipo de terror completamente nuevo», afirma entusiasmado Cebrián, que remacha: «Ahora ya no necesita ni a los humanos. Junto a Polidori y Lord Byron los tres robots ya son capaces de escribir y de ir mejorándose ellos mismos.»
Por el momento, no obstante, y para alivio de los escritores de terror de carne y huesos, los relatos que son capaces de generar los tres robots tienen a lo sumo cinco párrafos de largo.
Shelley tampoco responde a comentarios racistas, sexistas, con insultos o incoherentes. Y haberlos, los ha habido y hay. «Había gente que se dedicaba a “trolear” el proyecto y a intentar que Shelley dijera cosas que no tenía que decir. Las ganas de destruir son innatas en el ser humano, igual que las ganas de crear. El mal siempre está a la vuelta de la esquina», apunta Cebrián, que se confiesa un fan del género de terror.
El proyecto Shelley se estrenó el pasado Halloween, en 2017, y forma parte de una trilogía con la que Cebrián, junto a los investigadores Pinar Yanardag e Iyad Rahwan, también del grupo Scalable Cooperation de Medialab (MIT), pretende explorar de qué manera cooperan humanos y máquinas, qué obstáculos hay en esa relación y, sobre todo, si la inteligencia artificial es capaz de provocar en los humanos emociones primarias como el miedo usando estrategias de cooperación.
«Crear una emoción visceral como el miedo sigue siendo uno de los pilares de la creatividad humana. El desafío es especialmente importante en un momento en que nos preguntamos cuáles son los límites de la inteligencia artificial», dicen los tres investigadores en la web del proyecto.
«En los últimos años se habla mucho de que la inteligencia artificial es una amenaza para los seres humanos. Queremos explorar hasta qué punto es así y adelantarnos a un posible mal uso de esa tecnología. Si alguien quisiera utilizar la inteligencia artificial para infundir miedo en la sociedad, propagar ideas con el fin de atemorizar, ¿podría? La respuesta es sí, pero con matices», considera Cebrián.
El primer experimento en este sentido lo lanzaron en 2016, cuando, también por Halloween, crearon Nightmare Machine, un robot capaz de generar caras y escenarios fantasmagóricos. Como Shelley, esta máquina de los horrores se basa en el aprendizaje profundo. Los investigadores primero entrenaron al sistema alimentándolo con caras de celebrities, como Brad Pitt; paisajes y monumentos, como la Torre Eiffel, y un corpus de imágenes supuestamente de miedo, como zombis, ciudades embrujadas o repletas de residuos tóxicos.
El algoritmo iba mezclando en distintos grados los dos tipos de imágenes y enseñándole el resultado a humanos, que votaban a través de la web del proyecto qué imagen les resultaba más espeluznante. (El zombi Brad Pitt es muy popular.)
Así, al final, el sistema tenía miles de caras generadas digitalmente, y gracias a la votación de más de dos millones de personas pudo clasificar y escoger cuáles eran las que daban más miedo. Resulta interesante que el algoritmo también aprendió qué asustaba más en cada país, y qué asustaba más a los hombres y qué a las mujeres. «Hay culturas en las que la IA no es capaz de aprender qué asusta, como en las culturas asiáticas, donde no funcionaba bien la máquina de las pesadillas porque tienen una visión del terror que no tienen que ver con la nuestra», apunta Cebrián.
Para comprobar la efectividad real de esta máquina de las pesadillas, hicieron un experimento en el que midieron mediante un test psicométrico los niveles de ansiedad de las personas que participaban y comprobaron que las diez caras o escenarios que más asustaban eran también aquellas que más ansiedad provocaban en los voluntarios. «La IA era capaz de detectar las emociones extremas de las personas y de provocarlas», destaca Cebrián, que añade: «Entonces, si alguien quisiera utilizar imágenes manipuladas para asustar a la población, ¿podría? La respuesta es sí.»
La máquina de las pesadillas no es el primero intento de usar la IA para causar miedo. El superordenador de IBM Watson ayudó a crear el tráiler del film de ciencia ficción Morgan (2016). Para ello, el algoritmo analizó cientos de tráileres de películas de terror y luego procesó todo el largometraje para identificar las mejores escenas de miedo. Al final, aisló diez momentos, unos seis minutos de vídeo, que fue lo que montó un editor humano para crear una historia coherente. La IA llevó a cabo el proyecto en apenas veinticuatro horas, cuando por lo general la producción de los tráileres de las películas acostumbra a tardar entre diez días y un mes.
Ahora está a punto de estrenarse la tercera y última parte de esta trilogía de la que forman parte Shelley y Nightmare Machine. Será el próximo 1 de abril, cuando en muchos países se celebre el April Fool’s Day, una especie de Santos Inocentes. «Cerraremos la trilogía con Norman, en honor a Norman Bates, una IA que será capaz de asustarnos de manera más psicológica», apunta Cebrián.
Por el momento, parece que las máquinas son capaces de asustarnos. ¿Qué harán con eso quienes las manejan, en una época en la que miles de bots circulan por las redes sociales propagando noticias falsas e imágenes manipuladas, capaces de todo tipo de reacciones instantáneas? Y lo que quizás es más importante, ¿qué haremos con eso nosotros, la sociedad?
«Gracias a este tipo de experimentos ahora podemos detectar, por ejemplo, cuándo se ha creado una de estas entidades en internet, los famosos bots, entender mejor cómo funcionan y cuáles son sus límites», apunta Cebrián. «A veces hay que hacer cosas malas para ver el límite de hacer el mal.»
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