Están por todas partes y, con sus seis patas, sus numerosos ojos y sus capacidades de movimiento y percepción tan diferentes de las nuestras, podemos verlos como el ejemplo más claro de inteligencia no humana. No es de extrañar que los insectos hayan inspirado a los autores de ciencia ficción. Pero también han sido fuente de inspiración en otros ámbitos, como la robótica o el diseño de redes. Además de criaturas más o menos repugnantes, los insectos son un punto de referencia básico para gran parte de la cultura de redes, desde los discursos sobre mentes colmena y redes distribuidas hasta los algoritmos que funcionan como colonias de hormigas; incluso hay quien ha calificado de «sociedad-polen» las prácticas cognitivas del capitalismo.
El contexto en el que hablo de los medios-insecto es este conglomerado de nociones tomadas de la biología y la alta tecnología: se trata de interpretar la cultura de los medios de comunicación a partir de tipos de vida aparentemente sencillos, pero que superan a los seres humanos de múltiples maneras. La idea de los medios-insecto es pues un ejercicio histórico de tipo teórico y cultural que puede ayudarnos a entender el prolongado diálogo entre los discursos de la tecnología y de la biología.
La ciencia ficción es un buen ejemplo. Para ser futurista, ya no hace falta idear fantasías sobre combinaciones de humano y animal o sobre androides y humanoides; es preferible recurrir a insectos y a otros animales no humanos. Esta es la conclusión que sugiere la lectura de algunas obras de ciencia ficción publicadas en años recientes, como The Dervish House, de Ian McDonald, donde la Estambul nanotecnológica del futuro, con su próspero núcleo de negocios y empresas high-tech, aparece como un centro comercial de la Ruta de la Seda en versión siglo xxi. Las fantasías cronenberguianas de los años ochenta, con sus híbridos de humano e insecto (como en La mosca), han sido desbancadas por los trasuntos de robots-araña y de drones insectoides que conforman los regímenes de seguridad y vigilancia de una Estambul plagada de sectas suicida.
No es que el concepto de enjambre sea en sí algo nuevo. Su historia se remonta a los inicios del siglo xx, con las investigaciones sobre los «superorganismos» y la inteligencia colectiva que al parecer desarrollan los hormigueros. Se trata de la versión precibernética de lo que nos ofrece la actual sociedad de Internet: un mundo de conectividad e inteligencia emergente. De hecho, la historia de las técnicas culturales basadas que siguen el modelo de los enjambres es bastante más larga y coincide con la aparición de la robótica inteligente. De nuevo, la literatura de Ernst Jünger ejemplifica una determinada visión epistemológica del «desarrollo» de los medios, como en la novela Abejas de cristal (Gläserne Bienen, 1957), que describía un futuro nanorrobótico. Para Jünger, la nanorrobótica coincidía con la inminente obsolescencia de los mundos animales, lo que encaja con el análisis que autores como Akira Mizuta Lippit han hecho de la doble relación existente entre los paisajes tecnológicos urbanos modernos y los animales: la desaparición de roedores y otras especies no humanas habría estado acompañada de una animalización de los medios, algo que puede constatarse incluso con un somero análisis de las representaciones utilizadas en los primeros medios de comunicación, tan fascinados con la agilidad de los cuerpos animales, o de las granjas y los roedores de la animación.
Siguiendo a Lippit, la relación entre animales y tecnología caracteriza la etapa de modernización e innovación de finales del siglo xix. Al mismo tiempo que desaparecen de los medios técnicos y de las culturas urbanas, los animales empiezan a poblar los nuevos discursos, como el de los medios de comunicación (el cine) o el de la subjetividad moderna (el psicoanálisis). Como señala Lippit, por medio de metonimias de la naturaleza, los animales se incorporan al nuevo entorno industrial, donde
las jergas y explicaciones de muchas innovaciones tecnológicas, desde la máquina de vapor hasta la mecánica cuántica, se caracterizan por cierta animalidad. James Watt, y más tarde Henry Ford, Thomas Edison, Alexander Graham Bell, Walt Disney o Erwin Schrödinger, entre otras figuras destacadas de las innovaciones industriales y estéticas de finales del siglo xix y principios del xx, se inspiraron en modelos animales para idear sus artefactos y de este modo crearon toda una serie de híbridos de fantasía.
Hay toda una zoología de los medios. El sentido con el que se usa aquí la palabra tiene que ver con el enfoque «zootécnico» que relaciona las prácticas de comunicación con la investigación animal, pero además, como veremos más adelante, con un planteamiento ecológico más general. La idea de zoología de los medios alude a una situación histórica y cultural determinada, en la que el diseño y la interpretación de los medios tecnológicos se basaba en comunidades animales.
Evidentemente, el uso de este enfoque zoológico no sirve solamente para estudiar los medios atendiendo a su contenido y a lo que aparece en la pantalla. En realidad, los mundos descritos en novelas como The Dervish House nos recuerdan que los medios en tanto que tecnologías (entidades abstractas pero presentes, concretas pero masivamente distribuidas en la era de las redes y de la comunicación inalámbrica) funcionan con mucha más eficacia cuando no están diseñados a imagen humana. Por eso los biólogos marinos han empezado a asesorar a los cuerpos militares y de seguridad de Estados Unidos, y por eso se habla de pulpos en los noticiarios. Me refiero a expertos como Rafe Sagarin, ecólogo marino de la Universidad de Arizona, que enseña a emular la organización descentralizada de estos cefalópodos. El libro de cabecera de estas experimentaciones es, evidentemente, Vampyroteuthis Infernalis: A Treatise, with a Report by the Institut Scientifique de Recherche Paranaturaliste, del filósofo de los medios Vilém Flusser.
Desde el punto de vista de la teoría de los medios, esta novedad tiene que ver con la superación de algunas visiones tradicionales de la tecnología, desde Ernst Kapp a Marshall McLuhan. Muchos de estos teóricos trataron de demostrar que los medios de comunicación están diseñados como imágenes de lo humano y como extensiones de la humanidad. Para otros, como Siegfried Zielinski, la relación de los medios con el mundo es bastante más peculiar.
En la línea de esta arqueología y hasta variantología de los medios, podemos explorar otra tradición teórica. En este caso, incorporando animales en diversas formas, la teorización parte de otro conjunto de disponibilidades (affordances). De hecho, cuando hablamos de ecología de los medios, no debemos olvidar los primeros trabajos de Harold Innis, que trató temas ecológicos en un sentido literal, como los ríos, las pieles o los castores, y que también desarrolló una visión más conceptual del «medio», retrotrayendo su historia a un punto intermedio entre la biología y la prensa técnica. La bibliografía etológica y biológica del siglo xix y principios del xx ofrece varios enfoques interdisciplinares de temas como la vida de los insectos, en lo que parece un intento de aplicar las técnicas «culturales» al estudio de estos animalitos: la existencia de los insectos se explica por el baile, la acústica, la comunicación o los sistemas de alojamiento, como en Costumbres de los insectos, de J.H. Fabre. Uno de los autores que expresa estos dilemas del interés metodológico y teórico es William Morton Wheeler, que fue uno de los primeros estudiosos de la organización social de los animales e ideó el concepto de «emergencia» mucho antes de que la teoría de la complejidad se apropiase de él. A principios del siglo xx, Wheeler lamentaba que el concepto de lo social tuviera un alcance tan limitado: «Por desgracia, la ciencia de la sociología comparativa aún no se ha desarrollado. De hecho, no ha avanzado ni en un sentido ni en otro, porque los sociólogos han dejado el estudio de las sociedades animales y vegetales en manos de los biólogos, quienes se han mostrado menos interesados por estas sociedades que por la estructura o las actividades individuales de sus miembros». ¿Y si la decisión de Wheeler de extender las ciencias sociales a la vida vegetal y animal pudiera llevarse un paso más allá y aplicarse a la investigación de los medios? Si tantos de los primeros estudios sobre la psicología y las agrupaciones sociales de los animales parecen, anacrónicamente, una aplicación humorística de las técnicas culturales a la vida no humana, ¿no podríamos, más seriamente, hacer extensivo el planteamiento mediático a los animales, pero también a otros elementos de la ecología no humana, tanto orgánicos como inorgánicos?
De hecho, necesitamos enfoques como el de los «medios-insecto» para describir con rigor los contextos culturales, históricos y mediáticos en los que se desarrolla la cultura tecnológica. Y esto es algo especialmente urgente hoy en día, en plena ecocatástrofe: los residuos electrónicos son un problema cada vez más grave, y nuestros avanzados cacharritos están repletos de materiales tóxicos. La informática en la nube exige cantidades enormes de energía. Las propias tecnologías de los medios tienen consecuencias ecológicas, más allá de la simple metáfora animal. ¿No podríamos inspirarnos en la ecología y en la biología para entender de una forma más ética la cultura de los medios técnicos?
Traducción del inglés: Zoraida de Torres Burgos.
leif BRUSH | 25 enero 2013
1973 Insect Broadcasting
«Leif Brush, Duluth, Minnesota, where he transformed his spacious garden into an artists studio. The long brass ribbon is one of his terrain instruments: the Wind Ribbon. The long brass ribbon is supplied with contact microphones. To hear the sounds captured, we had to step inside the space on the ground floor of the Budascoop building, where a furnished a room dedicated to Brush’s work, including (an inside version of) another of his terrain instruments: the Insect Recording Studio. Here are a 13 minutes and 23 seconds of the sounds that I recorded from the ribbon’s ongoing live stream, around 20th on Tuesday, May 8th, as if by magic, the Sounding City’;s ribbon at a particularly tumultuous moment in time.»
Guy de Bièvre and Sofia von Bustorff
http://icecast01.v2.nl:8000/windribbon
http://www.resonancenetwork.eu/images/2012Kortrijk_LeifBrush.jpg
http://www.d.umn.edu/~lbrush/lbarchivese.html#anchor85180
Oriol Abad Hogeland | 04 febrero 2013
Les necessitats i el desenvolupament van agafats de la ma, no sempre caminen junts, pero quan ho fan i alguna cosa els crida l’ atencio s’aturen i observen en alguna direccio.
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