Por qué seguimos hablando de NFT

Cómo se produce el boom de los NFTs en el mercado del arte contemporáneo y qué augura para el futuro del arte digital.

Alex John Ettl trabajando en el busto de Cecile Alexia Hart. 1920-1925

Alex John Ettl trabajando en el busto de Cecile Alexia Hart. 1920-1925 | Library of Congress | Sin restricciones conocidas de derechos de autor

En muy poco tiempo, los NFTs han trastocado el mercado del arte, favoreciendo una burbuja financiera a su alrededor. El uso de la tecnología blockchain resuelve un viejo problema para el net art pero también comporta nuevas polémicas, como, por ejemplo, su impacto medioambiental. Analizamos las causas de este fenómeno y su posible desarrollo futuro.

El diccionario Collins ha anunciado recientemente que ha escogido como palabra del año 2021 las siglas NFT. Fiel a su función, Collins aporta una definición concisa de este término que hasta tal punto ha impactado en el mercado del arte contemporáneo en los últimos meses: «Token no fungible: un certificado digital único, registrado en una cadena de bloques, que se emplea para registrar la propiedad de un bien tal como una obra de arte o un coleccionable». Entre las muchas maneras en que se han descrito los NFTs, la definición de Collins tiene el valor de aclarar un hecho que a menudo ha generado confusión: un NFT es un certificado, no es un tipo de obra de arte, ni una técnica de creación, ni un movimiento artístico. Que algo sea acuñado en una cadena de bloques (o blockchain) como un token no fungible no lo convierte en una obra de arte, ni siquiera en una obra de arte digital. Los NFTs no suponen realmente una transformación de la manera en que se crean las obras de arte, ni tampoco incorporan una particular premisa conceptual o estética. No se trata de una tecnología que, por sí misma, facilite a los artistas nuevos medios de expresión o defina un estilo visual. Los tokens no fungibles permiten certificar la autenticidad y propiedad de (entre otras cosas) una obra de arte en formato digital, que es por naturaleza infinitamente reproducible, y esta es su gran aportación a la manera en que se distribuye, comercializa y colecciona una parte del arte contemporáneo hoy en día.

Una vez aclarado en qué consiste un NFT, cabe preguntarse cómo ha podido un simple certificado digital generar tanta expectación mediática, trastocar el mercado del arte y potenciar una burbuja financiera en apenas ocho meses. Es una historia compleja, con numerosas capas y matices, que no se presta a una explicación sencilla ni mucho menos completa. Desde mi perspectiva y dentro del alcance de mis conocimientos como historiador del arte, comisario e investigador dedicado a observar la evolución del mercado del arte digital en las últimas dos décadas, propongo a continuación unas claves generales para entender cómo se produce el boom de los NFTs en el mercado del arte contemporáneo y qué augura para el futuro del arte digital.

Captura de pantalla de Possession, colección online de Auriea Harvey y Michael Samyn que aloja la obra If You Want To Clean Your Screen (1998) de Olia Lialina.

Captura de pantalla de Possession, colección online de Auriea Harvey y Michael Samyn que aloja la obra If You Want To Clean Your Screen (1998) de Olia Lialina.

Los NFTs resuelven un problema que se origina en los inicios del net art

Cuando, a mediados de los años 90, un reducido grupo de artistas empezó a experimentar con los recursos que les ofrecía la World Wide Web y el código html, vieron la posibilidad de difundir libremente sus obras, sin depender de comisarios ni de galeristas. En 1998, la artista Olia Lialina tuvo la idea de convertir su página web en una galería de arte y vendió una de sus obras a los artistas Michael Samyn y Auriea Harvey, que recibieron los archivos y los colgaron en su propio sitio web, en una sección titulada Possession. La obra seguía siendo públicamente accesible pero tenía ahora otros propietarios. Sin embargo, no todo el arte digital puede venderse de esta manera, lo que ha llevado a numerosos artistas a plantearse el modo  de comercializar sus obras en internet, entre ellos Mark Napier [1], Carlo Zanni [2] y Rafael Rozendaal [3]. El problema principal siempre ha sido cómo asegurar al coleccionista la posesión de una pieza cuya naturaleza es ser distribuida y accesible a todo el mundo. La creación de Bitcoin en 2009 trae consigo la tecnología blockchain como registro distribuido e inmutable, un recurso que resulta especialmente interesante para el mercado del arte, cuyo eje central en la creación de valor es la autenticidad y escasez de las obras de arte. A partir de 2014 se crean las primeras plataformas que ofrecen a artistas y creadores el registro de propiedad intelectual en una blockchain. La plataforma Monegraph, fundada por el artista Kevin McCoy y el empresario Anil Dash, introduce la posibilidad de transferir la propiedad de una obra digital a un comprador garantizando la autenticidad de la pieza y la transacción con un registro en blockchain. De hecho, la primera venta realizada en la presentación de la plataforma, una animación titulada Quantum que McCoy transfirió a Dash, se considera actualmente «el primer NFT». Ese mismo año, el artista Paolo Cirio creó Art Commodities, un proyecto de arte conceptual que planteaba una especie de  crítica al mercado del arte contemporáneo, pero que ya prefiguraba la estructura actual del mercado de los NFTs, si bien con ambiciones más culturales que especulativas.

La fiebre especulativa viene de los juegos, los criptoinversores y las casas de subastas

Durante años, muchos artistas han vendido sus obras digitales con certificados de autenticidad en blockchain, sin que ello generase revolución alguna. Sin embargo, cuando en 2017 los tokens no fungibles se crean por medio del estándar ERC-721 en la blockchain de Ethereum, los primeros proyectos que aprovechan sus funcionalidades causaron sensación precisamente por la posibilidad de poseer, e intercambiar algo único. CryptoPunks, una serie de 10.000 retratos de personajes generados por un algoritmo, y CryptoKitties, un juego que consiste en adoptar e intercambiar gatos virtuales, se sirven de la combinatoria para obtener un gran número de personajes con rasgos individualizados, que se hacen únicos al quedar registrados como tokens no fungibles. El creciente interés por estos y otros proyectos, particularmente entre los inversores en criptomonedas, es captado por las casas de subastas Christie’s y Sotheby’s, que se suman a esta tendencia con  ventas de Robert Alice [5], Beeple [6] y Murat Pak [7], aprovechando su posición privilegiada en el mercado del arte para obtener cuantiosos beneficios. Los espectaculares precios alcanzados con la obra de unos creadores desconocidos en el mercado del arte, y, en particular, con unas piezas que cualquier persona con conocimientos de modelado 3D puede imitar, han desatado la fiebre por crear NFTs entre artistas, ilustradores, diseñadores, programadores y oportunistas. Al mismo tiempo, un gran número de inversores en criptomonedas buscan en el arte un valor refugio, sin saber exactamente qué es arte o qué ofrece garantías de conservar su valor en el futuro (tal vez sin preocuparse mucho por ello), y compran contenido visual registrado en blockchain a precios muy por encima de lo que se había dado hasta entonces en el mercado.

CryptoPunks, una serie de 10.000 retratos de personajes generados por un algoritmo.

CryptoPunks, una serie de 10.000 retratos de personajes generados por un algoritmo.

El mercado de los NFTs reproduce las desigualdades del mercado tradicional

La primera oleada de ventas millonarias hizo crecer rápidamente la actividad que se venía dando en los mercados de NFT creados en 2017 y 2018, como OpenSea, SuperRareNifty Gateway, basados en la blockchain de Ethereum. En 2020 se suman dos plataformas muy distintas: Hic et Nunc (H=N),[7] una rara avis basada en la blockchain de Tezos, que logrará establecerse como una referencia para una amplia comunidad de artistas, y Foundation, un mercado especializado en arte digital que cuenta con un considerable elenco de artistas con una trayectoria establecida en este medio. Pronto se instauran dos mercados de arte en NFT: uno representado por plataformas como SuperRare o Foundation, que solo aceptan artistas por invitación y venden obras en subastas a precios elevados empleando Ethereum, y otro representado por H=N y otras plataformas en Tezos como Objkt, abiertas a todo tipo de artistas que ofrecen sus obras a precios más asequibles. Otra diferencia fundamental se encuentra en el impacto medioambiental de las blockchains de Ethereum y Tezos. Según denuncian los artistas Memo Akten, Joanie LemercierKyle McDonald, acuñar tokens no fungibles en la blockchain de Ethereum conlleva un consumo de electricidad enorme, que a su vez contribuye al aumento de las emisiones de CO2 y, por tanto, al calentamiento global. La blockchain de Tezos emplea un protocolo diferente que supone un gasto de energía mucho menor, similar al que se genera al enviar un tuit, por cada NFT. Si bien el coste energético real sigue siendo objeto de discusión, Ethereum no deja de ser más contaminante que Tezos, pero también potencialmente más rentable, puesto que la mayoría de inversores operan en ETH.

Coleccionar arte (de calidad) en NFT va a ser habitual

El mercado del arte de los NFTs se ha desarrollado a gran velocidad a lo largo de los últimos meses, abriendo un gran abanico de posibilidades dentro del cual cristalizan algunas tendencias dominantes y actores influyentes. Una de estas tendencias es la sustitución del mercado abierto a todos, en el que cada obra es una imagen más dentro de una cuadrícula infinita, por una presentación comisariada de obras de arte con un discurso específico que se desarrolla en el formato del proyecto individual de un artista o una exposición colectiva. Este formato lo emplean plataformas como Feral File, creada por el artista Casey Reas, Daata, del comisario David Gryn, bit.art, del galerista Steve Sacks, o  AlterHEN, creado por un colectivo internacional de artistas. Otra tendencia es la identificación de los NFTs con un tipo de imagen específica, en concreto, un modelo o animación en 3D de estética futurista, en la línea del trabajo de Beeple, o bien composiciones geométricas abstractas, también con efectos tridimensionales, a modo del trabajo de Pak. Finalmente, la tendencia que se está dando actualmente es la de la asimilación definitiva de los NFTs en el mercado del arte contemporáneo dominante, a medida que las grandes galerías incorporan con naturalidad este formato entre los que ofrecen a los coleccionistas. Pace, una de las galerías más poderosas a nivel global, ha lanzado recientemente Pace Verso, una plataforma de venta de NFTs que notablemente establece los precios en dólares y acepta el pago con tarjeta de crédito (además de las principales criptomonedas), en lo que puede interpretarse como un acercamiento al coleccionista «tradicional», que no participa del entusiasmo de los criptoinversores pero tampoco quiere quedarse atrás en la adquisición de arte digital.

No puede decirse que una innovación ha sido asimilada por el mercado del arte hasta que  las propias galerías  la adoptan. Llegados al punto en que tanto Pace como un número creciente de galerías se han decidido a vender NFTs, puede considerarse que los tokens no fungibles van a ser un formato tan habitual como lo son las serigrafías, las impresiones digitales, las fotografías o los vídeos. También es posible que el entusiasmo por estas obras digitales no deje de ser una burbuja especulativa cuyo fin aún no hemos visto (cabe recordar que la burbuja de las punto com duró cinco años), y que en unos años muchos coleccionistas se encuentren con que sus obras no valen lo que pagaron por ellas. Pero en cualquier caso, la capacidad de resistencia del mercado y la implicación de sus actores más poderosos augura un futuro estable para el arte en formato digital y los registros de autenticidad y propiedad en blockchain u otra tecnología similar. Ya sea bajo las tan repetidas siglas o con una denominación diferente, los NFTs van a seguir dando  que hablar.


[1] Napier crea en 2002 The Waiting Room, un espacio virtual online que comparten en exclusiva los coleccionistas que adquieren una de las 50 participaciones de la pieza.

[2] Zanni explora durante años las posibilidades de comercializar obras  de net art. Una de sus primeras piezas es Altarboy (2003-2004), que consiste en una escultura que contiene el servidor en el que se aloja la obra. Para verla, el coleccionista debe conectar el objeto a internet, haciendo que la obra sea públicamente visible en un navegador.

[3] Rozendaal crea obras pensadas para ser vistas en un navegador web y les asigna un nombre de dominio, que hace de cada pieza un objecto único. Un contrato elaborado por el artista obliga al coleccionista a mantener la obra en el sitio web, a la vez que añade su nombre al código fuente de la pieza.

[4] La obra Block 21 (42.36433° N, -71.26189° E) de Robert Alice fue la primera venta de NFT en Christie’s, que se cerró el 7 de octubre de 2020.

[5] El collage digital Everydays: The First 5000 Days de Mike Winkelmann, conocido como Beeple, alcanzó la astronómica cifra de 69 millones de dólares en una venta online en Christie’s, que culminó el 11 de marzo de 2021.⁠

[6] Sotheby’s lanzó en abril de 2021 una venta de NFT del diseñador Murat Pak, sumando un total de casi 17 millones de dólares.⁠ https://www.sothebys.com/en/digital-catalogues/the-fungible-collection-by-pak

[7] La plataforma fue cerrada por su creador el 11 de noviembre de 2021 y continúa ahora en otros servidores. Una breve historia de Hic et Nunc puede encontrarse en Github.

Ver comentarios1

  • Lana | 24 enero 2022

Deja un comentario

Por qué seguimos hablando de NFT