Como seres humanos, experimentamos el mundo a la velocidad del pensamiento humano y durante el tiempo que se prolonga una vida humana. Es extraordinariamente rápido, pero está muy alejado del modo de existencia de algunos de los organismos con los que compartimos el mundo. Si adoptamos la visión animista de los no-humanos y permitimos la posibilidad de diferentes formas de consciencia, podemos experimentar nuestro entorno como rico en inteligencia y conocimiento.
Escribo esto como una de las mitades del dúo artístico multidisciplinar Xenoangel. Desde 2017 hemos alimentado una práctica híbrida de (re)construcción del mundo. Recientemente hemos completado un proyecto de animación en tiempo real llamado Supreme que presenta un mundo simbiótico a lomos de una bestia-mundo. Este proyecto es un viaje a través del animismo futuro, de la narración, de las relaciones extrahumanas y del pensamiento lento.
Estoy pensando en algo.
El pensamiento lento es un mito.
Así empieza un poema que surgió del proceso de creación de la mente colectiva de Supreme. Según parece, el pensamiento lento es un vínculo potencial entre una colección de textos de nuestros colaboradores y los debates que mantuvimos durante la concepción de la obra.
Empezaré diciendo que se trata de una idea muy fluida que está en constante evolución con cada nueva conversación. Al mismo tiempo, no es algo completamente novedoso. Lo utilizo como una manera de profundizar en conceptos ya establecidos, como el tiempo profundo, la escucha profunda y el pensamiento generacional. Todos estos temas han sido explorados en profundidad por pensadores como Robin Wall Kimmerer, Anna Tsing, Robert Macfarlane y Vinciane Despret, así como por organizaciones como The Long Time Project, por nombrar solo algunos.
Estas no son más que las humildes reflexiones de un artista que construye mundos lúdicos.
La raíz de esta idea se encuentra en la práctica de pensar a la velocidad de un bosque, de una red de micorrizas o de placas tectónicas.
Orogenia
Los Himalayas se originaron a partir de la colisión de dos continentes entre hace aproximadamente cuarenta y cincuenta millones de años. Atravesaron una turbulenta adolescencia hasta convertirse en los megaorganismos sublimes que hoy conocemos. Ya eran muy ancianos cuando presenciaron la llegada del primer Homo sapiens hace tan solo doscientos mil años. A medida que su vida avanza, siguen resistiendo los efectos del tiempo y de la entropía, como cualquier otro organismo vivo. Finalmente, cuando llegue su hora, se desintegrarán y volverán a convertirse en polvo.
Es poco probable que la humanidad sobreviva a estos organismos hiperobjetos. Son dioses eternos. Titanes de los eones que han viajado a través del tiempo profundo y han sido testigos del mundo interdependiente en todo su flujo. Estas montañas son nuestros mayores: ¿qué podemos aprender pensando a su velocidad? ¿Cómo podemos sincronizarnos con su lenta existencia?
En la serie de ciencia ficción fantástica La tierra fragmentada, N. K. Jemisin cuenta la historia de Essun. Essun es una orogén: un humano que puede manipular la tierra y las piedras. Puede calmar terremotos pero también puede causar devastación. Los orogenes controlan la tierra aprovechando y redirigiendo la energía cinética. En la serie de anime Avatar encontramos una relación similar con la tierra y la tectónica en los dobladores de la tierra.
En ambas historias, los seres humanos son capaces de alterar la cinética de las rocas para alcanzar velocidades perceptibles para el ser humano. Su relación es de control más que de colaboración. Sin embargo, a medida que un orogén o un doblador de la tierra profundiza en su práctica, se pone de manifiesto una conexión intrínseca con el tiempo profundo: en La tierra fragmentada, algunos de los orogenes más dotados acaban renaciendo como comepiedras: seres humanoides inmortales hechos de roca que parecen moverse con una lentitud preternatural o a una velocidad sobrehumana; en Avatar, el anciano doblador de la tierra Bumi es un hombre paciente de 112 años que explica a Aang que la clave para controlar la tierra «implica escuchar y esperar» en el episodio El regreso a Omashu.
Escuchar y esperar se parece mucho a los ejercicios que esboza Pauline Oliveros en su práctica de la escucha profunda. Oliveros describe la práctica como «aprender a expandir la percepción de los sonidos para incluir todo el continuo espacio/tiempo del sonido», y afirma que «una expansión como esta significa que uno está conectado con todo el entorno y más allá».
Tal vez el pensamiento lento sea la escucha profunda del mundo más allá del sonido.
Tal vez el pensamiento lento sea aprender a expandir la percepción del tiempo.
Mentes de micelio
En la reciente serie de David Attenborough Planeta verde, los realizadores emplean una nueva técnica de instalación de cámaras time-lapse con control de movimiento para que las plantas cobren vida en la pantalla. Según ha explicado el operador de cámara Tim Shepard, el equipo tuvo que aprender a leer las plantas y a anticipar sus movimientos para el rodaje. Tenían que pensar como una planta y sincronizar sus equipos en consecuencia.
Lo que vemos cuando miramos la serie es una representación acelerada del tiempo de las plantas. Su transcurrir se edita a una velocidad que podemos percibir más fácilmente. A pesar de esta mediación, la serie nos ofrece una mirada educativa fascinante del lento mundo de las plantas.
En los últimos años ha habido un gran interés por las redes de micorrizas y hongos, y se ha tendido a comparar la transferencia y el reparto de nutrientes y minerales con los datos de internet. Los datos son conocimiento, y pensar en un bosque como en un centro de intercambio de conocimientos entre miles de nodos interconectados es una lección de humildad.
Robert Macfarlane dedica un capítulo de su libro Bajotierra a rebuscar por la wood wide web. Señala que la «relación entre los hongos micorrícicos y las plantas con las que entran en contacto es muy antigua –de unos 450 millones de años– y en gran medida de mutualismo». Define mutualismo como «un subconjunto de la simbiosis donde entre los organismos existe una relación prolongada que es interdependiente y recíprocamente beneficiosa».
Un organismo modular global
El pensamiento lento aspira a tomar esta idea del mutualismo y aplicarla a las relaciones empáticas con el resto de organismos del mundo compartido.
El pensamiento lento trata de la empatía a través del tiempo. Atraviesa generaciones y eones.
En su ensayo de 2012 «Hydrofeminism: Or, On Becoming a Body of Water», Astrida Neimanis se sumerge en la idea de que todos los organismos terrestres forman parte de un único cuerpo de agua global: el hipermar. «Como seres acuosos, nos experimentamos menos como organismos aislados y más como remolinos oceánicos», escribe Neimanis. «Soy un vertilicio singular y dinámico que se disuelve en una circulación compleja y fluida.»
Somos los cuerpos conscientes en un organismo modular global intergeneracional, conectados por el hipermar.
Volcanes y setas
Hay momentos en los que los modos temporales de los organismos del pensamiento lento se sincronizan fugazmente con la velocidad de la percepción humana. Estos son los ecotonos de la consciencia temporal. Fisuras en las fallas geológicas de la percepción.
¿Quizás haya algo que aprender de estos acontecimientos?
Las erupciones volcánicas son las instantáneas de los eones del lento movimiento de las placas tectónicas. Son momentos de destrucción que exigen el miedo y el respeto de todos los bichos rápidos que se encuentran próximos. Tienen el efecto de alterar de manera drástica el paisaje circundante e incluso el clima con efectos de gran alcance.
Asimismo, el crecimiento de las setas puede verse como un momento en el que los pensamientos lentos de los hongos micorrícicos se vuelven perceptibles para los humanos. A menudo nos beneficiamos de esto en forma de alimentos y de economía. En otros casos, en forma de alucinógenos capaces de alterar la propia percepción y evocar distintos planos de la existencia.
En La seta del fin del mundo, Anna Tsing aprende a partir de una de estas fisuras siguiendo la seta matsutake para rastrear la posibilidad de vida en las ruinas del capitalismo.
El fin del mundo
¿Cuándo es el fin del mundo en el que florece el matsutake?
¿Estamos ya en las ruinas?
A lo largo de su obra, Federico Campagna entiende el mundo como «un constructo artificial de la imaginación». Pese a que podríamos estar viviendo el canto del cisne de esta historia concreta, Campagna pregunta cómo podemos ayudar a crear nuevos mundos a partir de las ruinas del nuestro.
¿Podemos ser los pueblos arcaicos de un nuevo mundo cosmológico, lleno de optimismo infantil pero esta vez con las herramientas para hacer realidad modos de vida utópicos?
¿Podemos florecer en los detritus?
Pensar lentamente
Como se ha mencionado anteriormente, el pensamiento lento está envuelto en la empatía temporal.
En mi opinión, la mejor forma de que el ser humano empiece a pensar así es hacerlo de manera generacional, con un alcance interespecífico. Podemos (re)aprender estas filosofías de pensamiento de comunidades indígenas como los iroqueses, que toman decisiones sociales basadas en el Principio de las siete generaciones.
A través de este y de otros principios similares, el pensamiento lento busca volver a conectarnos con las generaciones y los eones, con los futuros y los pasados, con los xenohumanos y los no-humanos con los que mantenemos una relación de interdependencia para la vida. Para fomentar una cultura de los cuidados a largo plazo.
Así que, la próxima vez que comas una seta, baja el ritmo, piensa sobre ella: estás conectando con el pensamiento pasajero de un organismo forestal hiperobjeto consciente –tu hermana–, otro cuerpo interdependiente en el organismo modular global.
…
Persona espiritual, persona animal, persona del agua.
Persona de las setas. Esporas y esporas.
No os podéis imaginar lo bonito que es. Como en un sueño.
Niebla matinal brumosa.
Pensamiento lento neblinoso.
Reflexión cuidadosa.
Introducíos suavemente.
Esperad.
…
Imaginad.
Esperad.
Imaginad dioses.
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