
Poniendo las vigas de la casa en su sitio. Missouri 1938 | Russell Lee, Library of Congress | Dominio público
«We will drill, baby, drill!»
Donald Trump, 20 de enero de 2025
El Contra-crecimiento es una maquinaria activa de interrupción. Su objetivo no es la adaptación al desastre ecológico, sino el desmantelamiento de las lógicas extractivistas que lo sostienen. Este artículo inaugura una trilogía que articula un Movimiento de Contra-crecimiento, tanto en la sociedad como en el campo de la arquitectura.
En un momento histórico en el que las fuerzas neoliberales y negacionistas de la emergencia climática crecen y se reproducen al amparo de la ultraderecha, el campo de conocimiento de la arquitectura está atrapado en una constante contradicción: por una parte, necesita evolucionar hacia prácticas sostenibles, por otra, su propia definición está ligada a la idea de construcción sin límites, una lógica que agota los recursos y acelera el colapso. El crecimiento se presenta como prosperidad, desarrollo, libertad creativa; el decrecimiento, en cambio, se percibe como una condena a la austeridad, a la escasez y a la contención. Esta dicotomía hace que se forme una suerte de bipartidismo polarizado en el que el crecimiento goza del músculo de los recursos financieros, mientras que el decrecimiento se margina o usa frecuentemente como herramienta de marketing para prácticas extractivas. Para llegar a una lógica de decrecimiento, convendría hacer una revisión de significado que lo vuelva accesible, popular y atractivo, pero para detener las prácticas extractivas, urge un «Movimiento de Contra-crecimiento».
El Movimiento de Contra-crecimiento no palia el desastre ecológico, ataca sus causas.
XXXI aforismos
I. En contra de la economía del exceso
El crecimiento es la expansión ilimitada de la producción, basada en la acumulación acrítica, en la idea de progreso y en la búsqueda de beneficio económico por encima de la vida y los recursos disponibles.
La arquitectura del crecimiento se basa en sistemas de explotación y extracción ilimitados de los recursos naturales y humanos dentro y fuera de los estudios de arquitectura, la academia o su producción cultural.
En la pedagogía del crecimiento se fomenta el desinterés tanto por la política como por la responsabilidad de las acciones necesarias para llevar nuestros diseños a término.
La pedagogía del crecimiento convierte la creatividad en rendimiento; la imaginación en producto; el pensamiento colectivo en competición individual.
La pedagogía del crecimiento es capitalista, es decir, fomenta el agotamiento de los recursos de forma acrítica, y se apoya en la explotación del trabajo de unas clases en beneficio de otras.
La pedagogía arquitectónica del crecimiento es aquella basada en una acumulación de conocimiento técnico con el objetivo de construir para las lógicas del mercado. Su objetivo final es la formación de profesionales que contribuyan a la innovación disciplinar y tecnológica sin tener en cuenta el agotamiento de los recursos naturales o humanos.
La pedagogía arquitectónica del crecimiento fomenta la competitividad y desfavorece la colaboración entre estudiantes, centrándose en la idea decimonónica del genio único. Es una educación basada en la ambición no por el conocimiento, sino por el rendimiento y los resultados individuales como preámbulo a las dinámicas neoliberales, es decir, basadas en el beneficio económico.
La pedagogía arquitectónica del crecimiento no enfatiza el pensamiento crítico con respecto a las formas de trabajo profesionales, reproducidas en la universidad bajo lógicas de sobreproducción, explotación y autoexplotación.
II. En contra de la resiliencia
El sector de la construcción agota aproximadamente el 40% de los recursos globales, produce el 40% de los residuos sólidos y el 30% de las emisiones de CO2 relacionadas con la energía. A su vez, la sostenibilidad y el decrecimiento se han presentado como soluciones salvadoras de la industria.
El decrecimiento es la reducción deliberada del consumo y la producción como estrategia para minimizar el impacto ecológico y social del crecimiento, sin necesariamente atacar a las estructuras que lo sostienen.
El decrecimiento, aun siendo necesario, corre el riesgo de convertirse en una práctica que no aborda las causas del desastre ambiental y social, limitándose a una ética de reducción que preserva las lógicas extractivas del poder. Este enfoque lleva a un discurso de sostenibilidad que frecuentemente se convierte en un valor comercial, utilizado por instituciones y empresas como estrategia publicitaria.
La pedagogía del decrecimiento, cuando carece de una mirada crítica, corre el riesgo de convertirse en una práctica que entrena para la resignación.
La pedagogía arquitectónica del decrecimiento se centra con frecuencia en la enseñanza de técnicas de reducción del impacto ambiental, en el reciclaje y en la reutilización y optimización de materiales. Sin embargo, en muchas ocasiones se limita a una disciplina de contención, un ejercicio técnico de control de daños.
La pedagogía arquitectónica del decrecimiento puede llevar a que el alumnado vea la arquitectura como una disciplina de gestión de recursos eficiente, limitando su potencial creativo y especulativo.
La pedagogía arquitectónica del decrecimiento corre el riesgo de sacrificar la imaginación en nombre de la obediencia normativa: formar arquitectas y arquitectos capaces de gestionar las ruinas, pero no de transformar sus causas.
El decrecimiento, si no se radicaliza, se convierte en una ética del aguante: una pedagogía del desgaste que educa para sobrevivir, no para imaginar otros futuros.
III. A favor de la resistencia creativa
El Contra-crecimiento es la interrupción de la lógica del crecimiento mediante la redistribución, reprogramación y filtración de recursos, proponiendo formas alternativas de producir más allá del desarrollo extractivo e ilimitado.
La pedagogía del Contra-crecimiento enseña a analizar y confrontar las lógicas del crecimiento destructivo.
La pedagogía del Contra-crecimiento enseña a identificar los sistemas de poder, las entidades y economías que sostienen la destrucción ecológica, promoviendo una actitud crítica activa.
La pedagogía del Contra-crecimiento promueve la colaboración por encima de la competencia, enfatizando el trabajo colectivo como estrategia para la producción arquitectónica.
La pedagogía arquitectónica del Contra-crecimiento reivindica la arquitectura como una herramienta política de transformación y resistencia, frente a su aparente neutralidad.
La pedagogía arquitectónica del Contra-crecimiento se centra en el diseño para explorar ficciones, y narrativas alternativas que propongan una organización espacial, social y económica distinta tanto de la lógica colonial expansiva del crecimiento como de la resiliencia del decrecimiento
La pedagogía del Contra-crecimiento enseña tácticas de infiltración cultural, y métodos de diseño que desmantelan las lógicas de mercado.
El Movimiento de Contra-crecimiento busca formar ciudadanas y ciudadanos capaces de cuestionar los sistemas que perpetúan el deterioro ambiental y humano, identificándolos, visibilizándolos y estudiando cómo desactivarlos para crear otros.
IV. Hacia un Movimiento de Contra-crecimiento
El Movimiento de Contra-crecimiento no es solo una propuesta teórica; es una maquinaria activa de interrupción y reinvención. Su objetivo no es contener el desastre, sino desmantelar las lógicas que lo alimentan. No se limita a imaginar futuros posibles; trabaja para construirlos.
El Contra-crecimiento se aleja de la estética del desastre y propone una ética de la insurgencia creativa.
El Contra-crecimiento actúa desde los márgenes, se infiltra en las estructuras dominantes y genera sistemas alternativos fuera de los focos.
El Contra-crecimiento entiende que la verdadera disputa no está solo en los recursos, sino en los relatos, por ello combate también en el lenguaje: infiltra discursos, reescribe símbolos, altera significados, modificando las narrativas que justifican la explotación.
El Movimiento de Contra-crecimiento es una llamada a repensar la arquitectura, la economía, la educación y la producción cultural negando tanto la resiliencia como la adaptación.
El Movimiento de Contra-crecimiento no educa para la resignación, sino para el ataque y la defensa; no para la espera, sino para la re-invención.
El Contra-crecimiento no es una promesa de paciencia, sino una política de urgencia para un mundo en llamas.
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