Pankaj Mishra se muestra crítico con los mitos de la modernidad y reflexiona sobre las consecuencias de la imposición del modelo occidental en los países poscoloniales. Repasamos su trayectoria como ensayista y su reciente retorno a la ficción.
En septiembre de 2001, el ataque a las Torres Gemelas cambió la vida de Pankaj Mishra (Jhansi, norte de la India, 1969), que en aquel momento comenzaba a disfrutar de reconocimiento internacional a raíz de la publicación de su primera novela, Los románticos (Anagrama, 2000). En la confusión y saturación mediática que siguió a los atentados, Mishra, que hasta entonces había trabajado para consolidar su carrera literaria, se vio repentinamente conducido a convertirse en un analista de Oriente Medio. El motivo por el cual se encontró ejerciendo papel fue, sobre todo, el viaje que había realizado durante los primeros meses de 2001 por Afganistán, escribiendo una serie de artículos para Granta y The New York Review of Books, lo que a ojos de los medios occidentales lo convirtió en un experto en la región. Como él mismo explicó en una conferencia impartida en el CCCB: «En aquella época, en la prensa angloamericana había muy pocos autores de origen no occidental, y yo a menudo aceptaba el ridículo papel de experto en terrorismo por un incómodo sentido de la responsabilidad. Porque toda una serie de escritores de quienes anteriormente se desconocía que tuvieran ninguna idea sobre nada que procediera del este de Viena, de pronto habían comenzado a desplegar su locuacidad haciendo interpretaciones de la yihad y análisis de la sharía, y los agitadores antiislamistas que propugnaban morbosamente una propensión musulmana al irracionalismo eran erigidos como valientes postulantes de la verdad».
El atentado del 11S condujo a una explosión mediática efervescente marcada por el apoyo de muchos escritores e intelectuales a la invasión de Afganistán e Irak (y aquí podríamos citar a Christopher Hitchens, a Martin Amis o a Thomas Friedman, entre muchos otros), y en cabeceras tan relevantes como Time, Newsweek o The New York Times a menudo se podían leer artículos que invitaban al uso de la violencia y la tortura contra los enemigos de Occidente. En este contexto, Mishra advirtió el profundo desconocimiento que existía en Occidente acerca de lo que habían significado el imperialismo y la colonización, y la gran necesidad de reeducar en cuestiones de historia, política, sociología y religión. En el mundo post-11S, los hechos se habían vuelto más importantes que la ficción.
Esta nueva etapa como ensayista le llevó a la publicación de libros como Temptations of the West: How to Be Modern in India, Pakistan, Tibet and Beyond (Farrar, Straus and Giroux, 2006), De las ruinas de los imperios (Galaxia Gutenberg, 2014), La edad de la ira (Galaxia Gutenberg, 2017) y Fanáticos insulsos. Liberales, raza e imperio (2020), además de una colaboración regular con medios como The New Yorker, The New York Review of Books o The Guardian, entre otros. En todos estos textos, Mishra despliega uno de los mejores y más profundos análisis de la modernidad occidental y de sus vínculos con el Sur global, especialmente la India. Gran conocedor de la literatura y el pensamiento europeos, desmonta los mitos sobre el éxito de la hegemonía occidental y expone las flaquezas de un sistema cultural, político y económico a menudo impuesto al resto del mundo con consecuencias nefastas. Su mirada rescata las realidades olvidadas de los países poscoloniales y hace visible la complejidad de las identidades que surgen en estos espacios tras el imperialismo europeo. Este análisis pone especial énfasis en el mundo que surge después de la desaparición de la Unión Soviética, un mundo en el que el neoliberalismo se siente libre y sin restricciones por todas partes y donde el discurso de la democracia y la modernización se emplea para reformular la sumisión de los países independizados del colonialismo pocas décadas antes. Este es un proceso que se produce en diferentes geografías y que adquiere un carácter todavía más brutal en contextos como la guerra de Afganistán o de Irak. Como él mismo afirma: «Una generación “post-ideológica” de internacionalistas liberales y neocons comenzó a pensar que, en sociedades sin tradición democrática, la democracia podría implantarse por medio de una terapia de shock and awe, es decir, conmoción y terror». (Fanáticos insulsos, p. 15). El ascenso, en este mundo postsoviético, de una derecha neoliberal y supremacista, convencida de su papel hegemónico y de la legitimidad de sus aspiraciones y de los medios para hacerlas posibles, es el tema central de muchos de sus ensayos, en los que se ocupa de visibilizar la inconsistencia de sus discursos y el fracaso de sus supuestos éxitos.
A las críticas de Mishra no escapa tampoco el papel de la izquierda, tanto política como intelectual, en la configuración de un mundo cada vez menos democrático y más desigual. «Las últimas dos décadas hemos visto que el vínculo embrionario entre las clases obreras y los partidos de izquierdas se ha roto. Los partidos se han vuelto cada vez más metropolitanos en su estructura, en su representación y en su ideología, y eso ha conducido a una desconexión fatal que los ha vuelto incapaces de ofrecer una alternativa», explica. Esta desconexión de los partidos y de las élites progresistas de la realidad de las bases sociales que tradicionalmente había alimentado la izquierda ha derivado, entre otras consecuencias, en el hecho de allanar el camino a una extrema derecha que, al estilo de Donald Trump, ha sabido movilizar estas bases con un discurso que fundamentalmente se articula a través del odio. En sus textos, Mishra describe una izquierda progresista, bienintencionada, preocupada por defender a todas las minorías en las redes sociales y los entornos digitales, pero sin ninguna experiencia real de cómo es la vida de los más desfavorecidos.
Su análisis de la crisis del modelo de democracia occidental se extiende también a su impacto en las antiguas colonias, y así Mishra habla del fracaso de países como la India a la hora de poner en práctica los ideales de igualdad, libertad y dignidad que marcaron su independencia, al haber sucumbido a este dominio cultural y económico de Occidente. «La India tenía que aportar algo nuevo al mundo, algo nuevo a la geopolítica, a la economía, al mundo cultural e intelectual. Y lo que hemos visto los últimos años es que la India se ha convertido en una copia imperfecta y triste de Occidente. […] Ha dado la espalda a Gandhi, a Nehru, a sus ideas fundacionales. Y esta ha sido la tragedia de muchos países poscoloniales que comenzaron con grandes esperanzas y expectativas».
Uno de los temas fundamentales de Mishra es precisamente esta «tentación de ser moderno», que parte de la idealización del sistema de vida occidental que ha tenido lugar tanto en la India como en otros países poscoloniales. Abrazar la modernidad, aspirar a nuevas formas de libertad y dejar atrás un pasado lleno de pobreza y de humillaciones es para Mishra un arma de doble filo, ya que este proceso a menudo lleva a una renuncia de la propia identidad y a la necesidad de construir una nueva que será siempre, forzosamente, artificial. En la India, la consolidación de unas dinámicas sociales en las que el éxito se asocia a la adopción de unas formas de vida «modernas» abre una profunda fractura que obliga a dejar atrás la lengua y la cultura de origen. «Me interesa mucho», dice Mishra, entender «cómo, incluso cuando lo has hecho todo bien en este proceso de ser moderno, te encuentras en un extraño punto muerto en el que, habiendo alcanzado tus sueños materiales, estás descontento, inquieto».
Después de dos décadas escribiendo ensayo, en 2022 Mishra publica Corre a esconderte (Galaxia Gutenberg, 2022), su segunda novela, una historia que sigue la vida de tres amigos indios desde sus orígenes humildes hasta su salto al éxito económico y social. Se trata de una novela en la que aparecen muchos de los temas que han marcado su trayectoria y se muestran las contradicciones más íntimas de estas vidas a caballo entre Oriente y Occidente. Mishra explica este regreso a la ficción como el final del proceso que, hace veinte años, lo llevó al ensayo. Si entonces fue la necesidad de dar prioridad a los hechos lo que lo condujo a abandonar la novela, hoy, en un mundo dominado por la posverdad, la ficción cobra un nuevo sentido: «He vuelto a la ficción en parte por mi experiencia personal de desencanto y en parte por un hecho más amplio: los hechos de la vida pública están tan sobredeterminados por las ideologías dominantes que se han convertido en una versión de la propaganda, han perdido credibilidad y han de hacer frente a las fake news», explica.
En este retorno a la ficción, Mishra defiende la capacidad de la literatura para explicar verdades más profundas o, como dice Nadine Gordimer, una autora que él admira: «Nada fáctico que pueda escribir o decir será más verdadero que mi ficción». La literatura no tiene el objetivo de explicar los hechos de la historia o de la política, pero sí puede, como señala Mishra, introducirnos en la profunda complejidad del pensamiento y la consciencia de sus personajes, mostrando sus motivaciones, desvelando sus contradicciones y poniendo de relieve la multiplicidad de maneras de estar en el mundo: «En lugar de ofrecer un programa o convicción, hechos o contra-hechos, [la literatura] muestra la verdad humana –confusión y conflicto– en cada situación, y amplía nuestra sospecha de la insondable extrañeza de la variedad humana».
Para Mishra, el retorno a la ficción ha sido una forma de poder desmontar el discurso del éxito del modelo occidental. Ante la avalancha de datos que pretenden demostrar que las economías de los países poscoloniales mejoran y caminan hacia el tan deseado crecimiento económico, en Corre a esconderte ha querido retratar qué ocurre cuando unas personas que se criaron en un contexto de gran pobreza de repente acceden al éxito profesional, a la riqueza y a la libertad sexual. Así, sus personajes muestran la complejidad de esta fractura entre diferentes mundos, que les comporta un elevado costo psicológico, afectivo y personal. y los deja en un estado de desazón espiritual sin solución.
«No importa lo potentes y convincentes que sean los hechos, todavía seguiremos queriendo conocer la realidad profunda de nuestras vidas morales y emocionales. […] La ficción continuará diciendo, de manera más valiosa que nunca, sus verdades en la era de la posverdad».
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