
Dos mujeres besándose junto a un árbol., c. 1930 | Wikimedia Commons | Dominio público
Parece que, en los últimos años, la conversación alrededor del amor se ha enmarcado en el ámbito político o sociológico. A pesar de esto, en todas las personas se despierta, todavía hoy, un profundo anhelo de amor y de pasión. ¿Qué se nos escapa, pues, desde el estudio estadístico, racional y científico?
Tú exclamas «amor», hoy, y te responden: «Eva Illouz». Es cierto. Las modas es lo que tienen, y tampoco hay que hacerse mala sangre, recogen todo el saber y lo convierten en una masa compacta e impermeable que deja muchas cosas fuera. Entonces se crea un léxico bien específico y, de repente, te das cuenta de que todo el mundo habla el mismo idioma («el final del amor», «el enfriamiento de los afectos», «el capitalismo sentimental»), que declina con ligeras diferencias. Siempre hay una moda que llega para sustituir otra, y si Eva Illouz detectaba que todos hablábamos de «gestionar» las emociones y de nuestras parejas como los «proyectos personales», bien debía imaginarse, o no, quién sabe, que su vocabulario acabaría haciendo un poco lo mismo: convertirse en una especie de lengua franca. Así: vehicular, útil y necesaria como todas las lenguas francas. También aburrida, insulsa y algo totémica. Después está lo de haber convertido en gurú de los afectos a alguien que ha afirmado aquellas salvajadas sobre el genocidio en Palestina, pero eso es ya otro tema: todos los héroes tienen sombras largas.
Comienzo por el comienzo. Resulta que desde 2020 hasta ahora se ha publicado en toda Europa y en los Estados Unidos (aquello que llamamos Occidente) el mismo libro sobre el amor: Seyda Kurt firmaba Radikale Zärtlichkeit en 2021; Alva Gotby, They Call it Love en 2023; Jennifer Guerra, Il capitale amoroso en 2021. Y podríamos continuar poniendo ejemplos de textos que insisten en afirmar lo mismo que ya dijeron Audre Lorde, bell hooks, Adrienne Rich y compañía en los años ochenta y noventa, con añadidos que no son otra cosa que reversiones de Eva Illouz con un toque de estilo personal.
Pero, para aquellos que lleguen aquí de cero, sin saber de qué os estoy hablando, lo explico: los años ochenta y noventa fueron los de la lectura política de los afectos, expresado con algo de torpeza, es decir, aquellos años en los que, si bien hasta entonces el amor se había pensado como una deriva psicológica y emocional que tenía que ver con no sé qué inherente al sujeto, ahora se venía a decir que nada de aquello era cierto y que el amor era un instrumento de poder que había castigado históricamente a las mujeres. Por primera vez se pensaban las emociones desde el activismo, las luchas sociales y los espacios de reclamación de derechos. De aquí bebe Eva Illouz, que comienza a publicar a principios de los 2000 y que protagoniza el giro sociológico de los afectos: el amor no es solo política, sino que hay que interpretarlo desde los marcos de la sociología. Así, el amor tiene que leerse de la mano de las estructuras sociales, de la economía y, también, de la cultura. Se inaugura, entonces, el reinado de Eva Illouz, en el que impera el estudio sobre la mercantilización del amor, la racionalización de los sentimientos, el triunfo de la lógica económica y la conversión de los afectos en una cuestión de negocio para el yo-marca. La gran sentencia llega en 2019, cuando Illouz asesina el amor: The End of Love se convierte en el testimonio escrito del final de la era del amor como nos lo habían explicado nuestros abuelos. Ay, amor, ¿a dónde te has ido?
Esta pregunta no es retórica. Tampoco irónica. Amor, ¿dónde estás? ¿Por qué solo se te conjuga si se habla de economía, cultura y sociedad? ¿Dónde queda la pasión que retrataba Safo, el cantar por el deseo mismo de cantar al amor de los trovadores, el veneno de Tristán e Isolda, el imposible encuentro de Àngel Guimerà, la emoción sin concesiones de Marguerite Duras? Pero esperad. Un segundo. Hay un fallo en todo esto. Un error. Un glitch que se repite. En un momento de Why Love Hurts, el libro que publicó Illouz en 2011, deja abierta una pregunta que no resuelve: ¿por qué en todas las personas se despierta, todavía hoy, un profundo anhelo de amor y de pasión? La retoma en ciertos momentos de otros de sus textos: a pesar de todo, contra todo, ¿cómo es que la gente insiste en la idea absurda, calculada, vacía, pobre y utilitaria (según la sociología) de amar? ¿Es posible que haya algo que, desde el estudio sociológico y estadístico, económico y racional, científico y militante, se nos esté escapando? ¿Qué explica este deseo de amor compartido, global y transfronterizo?
He aquí la pregunta que me preocupa. Y he aquí, también, mi diagnóstico. Si los estudios sobre el amor carecen de un elemento, hoy, es la literatura. El texto literario (llamémoslo poema, novela, oda o canto) no produce pensamiento amoroso. Y es bien curioso, porque si ha habido alguien que ha acompañado al amor desde los inicios de los inicios, es la literatura: el Cantar de los Cantares o El banquete de Platón, el poema de Gilgamesh o la canción al rey Shu-Sin. Todos ellos demuestran que el amor no puede prescindir de la expresión, y a la vez nos cautivan porque plantean una duda: ¿el amor llegó antes que ellos o comenzó después? Es decir: ¿hay amor sin canto, sin escritura? Que es lo mismo que preguntarnos: ¿hay amor sin promesa, sin declaración, sin grafía?
Si decimos que el amor no se piensa, hoy, al lado del texto, hemos de ser francos: el espacio literario hace tiempo que ha dejado de considerarse digno de producir ningún tipo de pensamiento en la academia y en los espacios del saber, donde se impone el valor seguro, el dato, el contraste y el método. La literatura no puede proveernos de estas certezas. Aun así, esto no quiere decir que la literatura no pueda enunciar verdades. Lo certifican los defensores del amor a la luz de la literatura: Roland Barthes con los Fragments d’un discours amoureux, Anne Carson con Eros the Bittersweet, Denis de Rougemont con L’Amour et l’Occident… ¿Por qué los hemos olvidado? ¿Por qué continuamos citando fragmentos de bell hooks como si acabase de publicar All About Love? ¿Por qué nos seduce la lectura analítica de Illouz? ¿Por qué nos quedamos inmóviles al escuchar la condena a muerte del amor, y olvidamos los poemas, cerramos los libros, renunciamos a los versos: callamos?
El empobrecimiento del discurso refleja el empobrecimiento de la experiencia. Y las modas existen por algún motivo. Si Illouz nos estimula y la reescribimos en publicaciones de libros que repiten su discurso, es porque nuestro presente lo desea: lo que más me fascina es que los ensayos que exploran cómo el sistema ha engullido el amor se convierten en una mercancía de masas. Moraleja: el capitalismo ha matado el amor, pero hablar de amor todavía aviva el capitalismo. Además, nada de lo que Illouz expone es mentira: la crítica sociológica que ha protagonizado ilumina muchos de los malestares contemporáneos en relación con el amor, como la soledad, la incertidumbre, el papel de las aplicaciones móviles y la lógica de consumo convertida en norma. Lo que ocurre es que su propuesta es sesgada.
No debe ser este el lugar para desplegar un programa, pero sí el de esbozar una propuesta. Si el nuevo fantasma que recorre Occidente es el cálculo, ¿por qué no recuperamos el misterio? Dejemos atrás el debate sobre el invencionismo, ese que se pregunta si va antes el amor o el texto literario que lo funda, y afirmemos, sin miedo, que el amor desarticula la orden del lenguaje y construye una escritura fragmentaria que, como decía Barthes «cesa de no escribirse»; afirmemos que la subjetividad (y la identidad) se construyen a través de este extraño y complejo dispositivo que es la escritura, y que si alguien no hubiera fijado la pasión de Tristán e Isolda hace muchos años, seguramente ahora no sentiríamos el amor como lo sentimos; afirmemos que quizás hay que releer a autores que no hemos situado en el canon amoroso y extraer los misterios de sus propuestas sentimentales, como Kafka, por ejemplo, que es mucho más que un joven atormentado que escribe sobre el lado oscuro, o como Tsvetáyeva, que es mucho más que una exiliada de existencia trágica; afirmemos que el amor también tiene muchísimo de ilusión, de imaginario y de invención, y que ninguna ciencia captura lo imposible, salvo la literatura; afirmemos, como decía Duras, que el amor, además de estudiarlo, hay que sentirlo para poder entenderlo; entender «sus pulsiones, su dolor»; afirmemos que quizá, solo quizá, si recuperamos la literatura podremos comenzar a revivir el amor. ¿No?
Sabine | 29 marzo 2025
magnífic… as usual…💖
Amore, missing a Instagram?🤔
O ara com estem en contacte🙏🏻
Jordi | 04 abril 2025
Quin encert de Pol Guasch treure l’amor dels àmbits polític i sociològic per reflexionar sobre l’enorme connexió que té amb la literatura. Essencialment humà en qualsevol de les seves manifestacions, l’amor s’ha expressat magníficament en obres com el citat «Symposium» de Plató o «Les enfants terribles» de Jean Cocteau
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