Nuevos vectores del xenofeminismo

Una defensa del razonamiento, que permite que el feminismo trabaje en diferentes escalas de complejidad.

Tres miembros del National Woman's Party en traje de prisión que llevan sillas de madera. Nueva York, 1919

Tres miembros del National Woman’s Party en traje de prisión que llevan sillas de madera. Nueva York, 1919 | Library of Congress | Dominio publico

En vez de poner límites a lo que los humanos pueden hacer, el xenofeminismo propone la alienación como un extrañamiento que permita a los seres humanos reflexionar sobre conceptos que existen fuera de nuestra experiencia. Las integrantes de Laboria Cuboniks firman este texto que sirve de introducción al libro Nuevos vectores del xenofeminismo y que publicamos por cortesía de Holobionte Ediciones.

Laboria Cuboniks fue generada en el verano de 2014, cuando las seis nos encontramos en unas conferencias sobre racionalis­mo organizadas por Peter Wolfendale y Reza Negarestani, en la Haus der Kulturen der Welt de Berlín. Ninguna de nosotras nos conocíamos muy bien, pero en el transcurso de las conferencias empezamos a reunirnos cada vez más para discutir sobre el pa­pel de las mujeres en los discursos sobre ciencias, racionalismo y matemáticas; un papel que a menudo se ha considerado pro­blemático en la literatura feminista, como si fuera una especie de sumisión a los modos patriarcales de pensamiento. Tradicio­nalmente, en Occidente, los discursos feministas siempre habían estado aliados con la naturaleza, o con las diversas corrientes de filosofías puramente materialistas. La racionalidad, la tecnología y la ciencia eran vistas con desconfianza como algo opresivo.

Aun así, todas nosotras estábamos interesadas por estas áreas de pensamiento, al mismo tiempo que nos considerábamos a nosotras mismas feministas. Estábamos hartas de que esos inte­reses fueran tachados de «poco femeninos», o incluso como un anatema para ciertas tendencias de la política de género, y todas estuvimos de acuerdo en que la alianza entre el pensamiento y la práctica feministas y esos discursos altamente técnicos mere­cía una reevaluación sustancial. Una que les otorgase un papel explícitamente positivo. Para nosotras, esta era la mejor manera de llevar a cabo una filosofía feminista compatible con el futuro. Estábamos cansadas de ser invisibilizadas dentro de los espacios intelectuales donde nos sentíamos a gusto, o de ser relegadas a las subcategorías que tanto «feministas» y «queer» ocupan en estos dominios del pensamiento. Así que decidimos hacer algo al respecto, y por eso nació el manifiesto.

Tal vez sea importante agregar que hubo mucha jovialidad durante el proceso a medida que evolucionaba. Todo comenzó como un meme que intercambiábamos entre nosotras duran­te las dos semanas que estuvimos juntas en Berlín, inventando permutaciones cada vez más absurdas del seudónimo «Nicolas Bourbaki» (un grupo de matemáticos de mediados del siglo XX), como manera de reemplazar la voz ausente de lo que acabaría siendo Laboria Cuboniks (LC). Estrictamente hablando LC co­menzó como una ficción que se hace a sí misma real, es decir, como una hiperstición.

Escribir el manifiesto on-line, tras regresar a nuestros hoga­res esparcidos alrededor del mundo, fue el momento en el que pudimos trabajar más intensamente todas juntas en un solo pro­yecto. En parte debido a las enormes distancias físicas entre no­sotras, y en parte porque todas tenemos diferentes habilidades y formas de ver lo que LC puede hacer, a menudo nos hemos reunido en grupos más pequeños o presentado nues­tro trabajo de manera individual en nuestros respectivos países. Paradójicamente, la naturaleza global de LC ha llevado a una especie de fragmentación. Lo cual no deja de estar en sintonía con el proyecto porque desde el principio LC ha sido una entidad emergente; no es sólo el trabajo de seis mujeres individuales. Con frecuencia, otras escritoras, pensadoras y artistas han producido obras bajo la apariencia del xenofeminismo, o se han involucrado en proyectos de colaboración con nosotras de diversas maneras. Por ejemplo, LC ha compartido una relación estrecha desde el principio con el ciberfeminismo. Hemos traba­jado con varias artistas y escritoras ciberfeministas desde 2014, cuando le escribimos un tímido email al grupo australiano VNS Matrix (famosas por su «Manifiesto ciberfeminista para el siglo XXI»), pidiéndoles que participaran en un seminario en el que estábamos involucradas. Para nuestra sorpresa, respondieron inmediatamente, ¡y dijeron que sí! Desde entonces, VNS Matrix ha realizado varias colaboraciones con LC, desde publicaciones de fanzines y charlas hasta performances en directo, incluida una pieza con Barbara Cleveland (anteriormente Brown Coun­cil), durante la XX Bienale de Sídney, así como una colaboración con Virginia Barratt de VNS Matrix, en el libreto para la (Dia)gramatología del espacio de Marcin Pietruszewski (una serie de exploraciones articuladas entre el análisis mecánico del habla, la re-síntesis y la música generada con ordenador). La artista ciberfeminista Linda Dement también trabajó con LC, produciendo poesía experimental con código, entre otras cosas, y el xenofeminismo fue homenajeado junto con nuestras heroínas feministas en la perversa Feminist Bedsheet organizada en 2018 por Dement y su colaboradora Nancy Mauro-Flude. También nos han contactado colectivos ciberfeministas de Rusia como Intima­te Collections, y el colectivo HOMAR de Polonia, que publicó un manifiesto por la xeno-sexualidad también en 2018.

Este futuro alien no constituye un estado ideal preconcebido (de lo contrario, no sería «alien»), sino la elaboración en constante cambio de un futuro más justo y novedoso, siempre abierto a la información y a los inputs inesperados.

De algún modo, LC podría ser más un agente/avatar que un colectivo. Como hemos mencionado, la única cosa que hemos hecho todas juntas fue el propio manifiesto, pero mucho del tra­bajo y el pensamiento que se hizo luego fue a través de agru­paciones más pequeñas o con otras personas que no estaban presentes en el origen en Berlín. De manera que tanto LC como el xenofeminismo son algo que nos excede. Es una forma muta­ble que puede ser habitada por muchos, evitando la identidad personal, y ejemplificando lo que en el manifiesto se describe como «la voz de nadie en particular», «el deseo de construir un futuro alien», una «X móvil en un mapa». Este futuro alien no constituye un estado ideal preconcebido (de lo contrario, no se­ría «alien»), sino la elaboración en constante cambio de un fu­turo más justo y novedoso, siempre abierto a la información y a los inputs inesperados. Una forma de aprendizaje permanente, lista para deshacerse de los viejos prejuicios siempre que sean represivos e inútiles. Esta es una de las razones detrás de la dis­posición positiva hacia la alienación que propugnamos desde el manifiesto. La alienación en tanto que libertad para abandonar la opresión de las configuraciones del pasado, e integrar nuevos modelos sobre la marcha.

Para aclarar cuál es la operación de «xeno» en el xenofeminis­mo, podemos recurrir a su etimología. La palabra griega xenos tiene un significado triple, que a menudo queda oscurecido por su uso corriente para designar lo «extranjero».

a) Por supuesto, xenos se refiere a lo foráneo, pero de forma más precisa es alguien que se encuentra fuera de una comuni­dad concreta y conocida, sin una relación claramente definida. O, si se prefiere, algo que se halla fuera de los modos familiares de identificación y clasificación epistémica.

b) Xenos es también algo enemigo/extraño, algo desconocido que es potencialmente una promesa y una amenaza.

c) Y, en tercer lugar, xenos es un amigo invitado (a diferencia de philos, la raíz de la filosofía, que se refería a los amigos loca­les o conocidos); así como la relación de ese amigo invitado con una cosa o idea desconocida.

Lo que indica esta triple significación de xenos, por tanto, es una incertidumbre o ambigüedad inherente al estatus de una entidad desconocida. Indica una mezcla y una relación, ya que los xenos pueden ser neutrales, amenazantes o amistosos, o todo ello a la vez. Xenos tal vez se entienda mejor en el contexto de «xenia», que era el antiguo protocolo griego para la hospitalidad obligatoria, y que se encuentra ilustrado en numerosos mitos clásicos donde los dioses se aparecían con la forma de caminan­tes, para poner a prueba a una comunidad determinada en su aplicación de la xenia.

«Aboli­ción de género» no significa abolir las marcas de género, sino abolir las categorías que determinan de antemano los géneros posibles y legítimos, junto con el poder social y discursivo que estas posiciones otorgan automáticamente.

Desde la perspectiva del xenofeminismo, vemos este xeno como un principio de navegación que se extiende tanto a inte­rrelaciones humanas como no humanas, y también a toda clase de negociaciones epistémicas con lo desconocido.

Es este extrañamiento lo que permite a los seres humanos pensar en conceptos que existen fuera de la experiencia. Y es esta alienación la que hace posible la abstracción. El «alien» en la palabra «alienación», así pues, puede ser otra manera fructí­fera de entender el xeno. Es esta brecha (entre lo que es y lo que es posible imaginar o entender) lo que nos proporciona una su­jeción con el futuro.

En el manifiesto, LC escribe que «la abolición de género es una abreviatura para la ambición de construir una sociedad donde los rasgos actualmente reunidos bajo la rúbrica del “género” ya no proporcionen una cuadrícula para la operación asimétrica del poder». Es importante subrayar que «aboli­ción de género» no significa abolir las marcas de género, sino abolir las categorías que determinan de antemano los géneros posibles y legítimos, junto con el poder social y discursivo que estas posiciones otorgan automáticamente. Un ejemplo sería el binarismo que participa en la noción del acto trans de «pasar». El intermedio es una posición tan válida como cualquier otra para ocupar. El hackeo del género [gender hacking] aparece aquí como un modo afirmativo de compartir y experimentar con di­versas tecnologías sexuales en todo el espectro de innovación social y técnica (desde los grupos de información para la salud de la mujer y el trabajo asistido por robots, hasta las tecnologías ectogenéticas y endocrinas). Parafraseando a Spinoza, «nadie sabe lo que puede un cuerpo». Por eso, la abolición de género es una fórmula que apunta hacia un futuro donde la diferencia pueda volverse tan alien que nuestros sistemas de representación contemporáneos ya no serían suficientes para su descripción.

El compromiso fundamental del xenofeminismo con el trans­feminismo aboga por evitar una política de género basada en identidades categóricas, y a favor de un feminismo basado en estados y procesos siempre maleables, tránsitos y transformaciones (lo que VNS Matrix ha llamado «políticas del fluido viscoso»). Abogamos por la abolición del sistema de diferencias rígidas de género, mediante la proliferación de diferencias fluidas de sexo y género. Se trata de un enfoque creativo, en vez de destructivo.

La razón permite que el feminismo trabaje en diferentes es­calas de complejidad, desde lo personal hasta lo abstracto. Es por ello que la actividad del razonamiento, una actividad ejercida por la mayoría de los seres humanos (a excepción de aquellos que se enfrentan con limitaciones fatales debido a circunstancias o lesiones cerebrales que disminuyen la capacidad cognitiva), ne­cesita ser reivindicada, incluso si se trata de una actividad que históricamente ha brillado por su ausencia. Es una capacidad que debe ser disputada y ensanchada, pero nunca cedida.

La actividad del razonamiento ne­cesita ser reivindicada, incluso si se trata de una actividad que históricamente ha brillado por su ausencia. Es una capacidad que debe ser disputada y ensanchada, pero nunca cedida.

Hay vectores provenientes de las epistemologías feministas que el xenofeminismo recupera, como una manera de combatir la exclusión histórica de esta categoría, al mismo tiempo que ali­neamos el poder de razonar con las sincronías de interconexión planetaria características de nuestro mundo actual. Uno de los principios básicos de las epistemologías feministas proviene del «conocimiento situado», desarrollado por Donna Haraway hace más de treinta años; con este se proponía impulsar diferentes tipos de «objetividad», aparte del clásico «truco del ojo divino» [God’s eye trick] que se le presupone a todo conocimiento impar­cial. En términos generales, Haraway reclamaba un marco situa­do para los contextos geohistóricos y materiales desde los cuales uno habla, piensa, se relaciona, aprende y actúa en un sentido bidireccional que va del conocedor al objeto de pensamiento.

En nuestros días, sin embargo, ¿cómo íbamos a definir la «po­sición» desde la cual se sitúa un conocedor? No se trata de una pregunta sencilla, si consideramos la totalidad de los enredos de ubicaciones (tanto on-line como off-line) que nos constituyen y se co-constituyen mutuamente. Nuestras situaciones persona­les, aunque de hecho son particulares y diferentes entre sí de manera sustancial, también están condicionadas por múltiples ubicaciones a la vez (es decir, atrapadas en profundas cadenas de producción), mientras que las interacciones on-line ven cómo nuestras señales/datos van rebotando y dando saltos por todo el mundo a través de empresas, estados y jurisdicciones geopolíti­cas. Sólo podemos dar cuenta de esta localización múltiple me­diante una comprensión de la situacionalidad que representa la posición particular como síntesis entre lo específico y lo global. La situación, por tanto, no es atomizable.

La abstracción razonada es en sí necesaria para imaginar nuestra situación material dentro de este modo que va de lo in­dividual a lo continuo, y viceversa. Esta manera de entender la «posición», relativa y no absoluta, nos permite también preguntarnos: ¿A partir de qué escala es cartografiada la situacionali­dad? ¿Desde la escala de un ser humano en el mundo, o desde la escala de la humanidad como tal? Y ¿tenemos que elegir entre escalas? Cuando lo humano está descentrado a escala planetaria, ¿puede ese esquema abstracto funcionar sobre nuestra compren­sión del posicionamiento a escala personal? El xenofeminismo pretende sondear esta imagen sintética de la situación personal como algo que ya se encuentra contaminado, de una forma pro­ductiva, por aquello que le es extra-local.

Esto también está relacionado con un compromiso con el inhumanismo feminista, donde lo racional y lo natural están unidos en un bucle permanentemente revisable. La razón es la capacidad que nos permite sustraernos de «lo dado» (ya sea que esto se entienda como determinismo biológico, o las llamadas je­rarquías «naturales» que operan como sistemas de control para determinar y limitar las capacidades de los cuerpos). Es aquí donde podemos decir que toda situación contiene dentro de sí la posibilidad de re-situación, enfatizando el hecho de que todos los modos de situacionalidad (material y conceptual) nunca están fijados en una posición finita.

La razón dentro del xenofeminismo también señala la necesidad de razonar con los residuos de la razón. El hecho de que las tecnociencias, por ejemplo, puedan tener el poder de cons­truir nuevas herramientas o tecnologías no significa, por defecto, que deban construirse. Aquí es donde el conocimiento se cruza con los dominios políticos y normativos, cuando este entra en la categoría de «uso». Si uno de los legados más longevos de las etimologías feministas es insistir en la paridad entre las formas proposicionales de saber y «saber-hacer», debemos asimismo resaltar la importancia del pensamiento hipotético a la hora de pensar en las consecuencias de las encarnaciones materiales de la razón. El xenofeminismo continúa comprometido con esta importante intersección entre lo que se sabe, cómo este conoci­miento es potencialmente puesto en uso, y el papel fundamental de la narración en la politización o instrumentalización de nues­tra razón en formas que pueden ser equitativas y provechosas.

Si el código de lo que los hu­manos serán está escrito en una condición de normas insensibles a las desigualdades de género, raza y clase, estos puntos ciegos seguirán determinando nuestro futuro.

El cambio tecnológico siempre ha tenido dos caras; y de ahí el reconocimiento realista de los riesgos y el rechazo del utopismo tecnológico en el manifiesto. Pero es precisamente por eso que la construcción de normas y hegemonías no opresivas (un proyecto del que el xenofeminismo forma parte) resulta tan importante ahora, en un momento en el que las tecnologías se desarrollan a un ritmo cada vez más acelerado. Si el código de lo que los hu­manos serán está escrito en una condición de normas insensibles a las desigualdades de género, raza y clase, estos puntos ciegos seguirán determinando nuestro futuro. Las normas perniciosas se arraigarán cada vez más profundamente y serán constitutivas de nuestro futuro.

Con respecto a un futuro que no sea utópico ni distópico, podríamos volver al concepto de alienación. La alienación resulta útil para pensar en la relación humana con algo como el cam­bio climático: una condición que funciona a una escala que es experiencial (cuando las personas experimentan los efectos del cambio climático en su vida cotidiana) y a la vez está más allá de lo experiencial (en el sentido de que tanto sus efectos como sus causas son complejos e interconectados, y necesitan ser afron­tados en y como una condición de abstracción si se quiere lidiar con ellos adecuadamente). El enfoque del xenofeminismo para tales problemas es de una modulación constante entre diferen­tes escalas de comprensión e intervención, conectando niveles micro, meso y macro de complejidad, y sin privilegiar una esca­la en particular.

El Estado nación, por ejemplo, es una invención humana na­cida de una capacidad de abstracción que en un momento de la historia mundial pudo constituir una mejora del contrato social; pero el cambio climático nos muestra que la escala de las nacio­nes ya no es adecuada para nuestra manera actual de funcionar en el planeta (es decir, con respecto a la innovación tecnológica motivada por el lucro e insensible a las opresiones cotidianas y el cambio climático). Este paso a una escala todavía mayor no pue­de suceder sin la abstracción. Así pues, este futuro prospectivo sería uno en el que usemos nuestras capacidades de abstracción para entablar compromisos materiales y políticos con escalas y realidades que están fuera de nuestra experiencia personal, de una manera que tampoco pierda de vista las necesidades de las realidades a menor escala.

Los efectos del cambio climático no se perciben y no serán percibidos por igual. Necesitamos poder utilizar nuestra capa­cidad de abstracción a gran escala para hacer compromisos en el presente con nuestros parientes (en el sentido más amplio de la palabra: con los no-humanos), que ya sufren los efectos del cambio climático, así como con los parientes futuros que aún no existen y que potencialmente sentirán estos efectos con mayor intensidad. Sin dejar de ser conscientes de la manera en que se desarrollan estas abstracciones a un nivel micro-ecológico. La capacidad de abstracción, una capacidad que es específica de la sapiencia y de la facultad de razonar, permite a las feministas actuar a un nivel macro, a un nivel planetario (y más allá); pero no puede simplemente implementarse sin tener los otros niveles en cuenta. El uso táctico de la hegemonía, en el manifiesto, es uno en el que los niveles macro de abstracción que son equivalentes a problemas planetarios (como la superpoblación y el cambio climático) son negociados desde cero, en una relación construc­tiva con los niveles micro y meso de experiencia.

Finalmente, queremos hacer hincapié en que las tecnologías de autonomía corporal no son suficientes por sí mismas. Debe­mos recordar que cualquier «derecho a elegir» significativo debe incluir, pero también ir más allá del aborto como procedimiento médico. La lucha por el acceso libre y seguro al aborto es correla­tiva con otras luchas no menos urgentes, que están siendo libra­das en todo el mundo por las personas trans. Somos arrojados a este mundo de carne, divididos por el género y sesgados por el poder, en circunstancias que no son de nuestra elección; pero el feminismo no es nada si no es la voluntad de desafiar esas cir­cunstancias y volver a forjarlas en algo nuevo. La biología deja de ser el destino sólo en la medida en que somos libres de con­trolarla, y nos negamos a permitir que sea únicamente un medio por el cual otros quieren controlarnos.

Traducción de Toni Navarro y Federico Fernández Giordano

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