El afrofeminismo o feminismo negro es una corriente de pensamiento que defiende que el sexismo, la opresión de clases y el racismo están estrechamente relacionados en lo que se conoce como interseccionalidad. Coincidiendo con el inicio del curso «Afrofeminismos: Raíces, experiencias, resistencias» organizado por el Institut d’Humanitats, hablamos de los afroeuropeos, las identidades de la diáspora africana y la génesis en Europa de una matriz interseccional entre el activismo, el feminismo, lo migrado y lo racializado.
Hace unos meses, Barcelona se entusiasmaba y se descubría asombrada ante el gran número de afrodescendientes que vivía en la ciudad. Quizás entonces Barcelona descubrió otra Barcelona, negra, mestiza, racializada y contestataria que, por su dinamismo y energía, se reveló como una nueva iluminación de inequívoco activismo en relación con cuestiones de raza y género. La extrañeza de la «vieja» Barcelona versus esta nueva alteridad revelada era extraña per se, porque aquellos mestizajes y aquellas revelaciones no eran nuevos y no deberían haberlo sido para una ciudad tan pionera –en recibir a los de fuera– y tan culpable –en los procesos de trata y mercantilización de la esclavitud desde las costas africanas hasta los llamados «territorios de ultramar»– de muchas de las consecuencias de lo que hoy socialmente sucede.
En esos primeros días de octubre de 2017, la ciudad fue escenario de las convocatorias de las escritoras y activistas Chimamanda Ngozi Adichie primero y la legendaria Angela Davis casi una semana después. En petit comité y en el entorno de un curso académico de la Universidad de Lleida, Cataluña también recibió a la socióloga nigeriana Oyeronke Oyewumi, poco conocida por el mainstream español, pero esencial para entender el feminismo africano y, en especial, las estrategias de negociación de lo femenino en los momentos en que África estaba siendo víctima del secuestro de sus individuos y de la imposición de un férreo colonialismo, en este caso inglés. Sendos eventos, cercanos en el tiempo, han servido para impulsar la necesidad de articular y construir en Barcelona –aunque me atrevería a decir que en el territorio español– nuevas ingenierías sociales y alianzas que busquen formas alternativas que actúen frente y desde la migración, la marginalidad y el cambio económico en el que la sociedad nos coloca como sujetos subalternos. Las migraciones fueron tan forzadas entonces como lo son ahora y, como en su antaño colonial, Europa continúa construyendo las relaciones con la alteridad bajo las categorías sociales de raza y género.
¿Qué está pasando no solo en Barcelona, sino también en Europa, con lo que parece ser la génesis de una matriz interseccional (cuasi) orgánica entre el activismo, el feminismo, lo migrado, lo racializado y el ecofeminismo…?
Como bien apuntó la activista Angela Davis durante su última cita en Barcelona, en el CCCB, «España ya no es solo blanca». Así que, en la actualidad, personas racializadas, migrantes, los llamados «afroeuropeos» (Afropeans), otras personas de origen racializado nacidas en Europa, mujeres en su mayoría, pero también hombres y aliadxs, hemos coincidido –no sin interpelarnos sobre nuestras diferencias– en estas plataformas de matriz interseccional. Las agendas, pero también las agencias, de migrados/migrantes y de racializados nacidos en Europa se entrecruzan, se identifican y se reconocen unas a otras porque el racismo y la subalternidad, en tanto que agencias de lo occidental –o quizás de lo imperial europeo–, los/nos atraviesan transversalmente.
¿Pero qué nos separa? El viaje migratorio es el axioma de la diáspora, y es este proceso diaspórico el que, al revelarse, se vuelve rizomático. Por momentos, la comunidad racializada nacida en Europa se siente identificada como diáspora ideológica, sin desplazamiento físico de su tierra de origen. La controversia se revela cuando experimentan todas las consecuencias de la subalternidad: el nacer aquí y ser continuamente cuestionados/interrogados sobre el lugar de origen. Las preguntas y respuestas a los afroeuropeos se repiten sin que satisfagan a ninguno de sus interlocutores:
– ¿De dónde eres?
– ¡Yo nací aquí!
– Sí, pero, ¿de dónde eres de verdad? ¿De dónde dónde?
Sin embargo, hay que reconocer que frecuentemente este colectivo suele olvidarse de las experiencias del viaje, del exilio o de la migración como procesos fundacionales del sujeto diaspórico. Pero, si bien el viaje no forma parte de sus experiencias personales en primera persona, la experiencia no suele alejarse más allá de una o dos generaciones anteriores. Así que aún estamos a tiempo de recuperarla.
Lo que poco a poco se viene gestando en Barcelona es el encuentro en espacios comunes de afroeuropeos y migrantes racializados. Hay el reconocimiento de una subalternidad impuesta y de un viaje migratorio que, en el caso de los afroeuropeos y demás individuxs racializados nacidos en esta parte del mapa, empieza a ser fijado y analizado como parte de una experiencia ancestral, que si bien no ha sido experimentada directamente, sí lo ha sido en los cuerpos de sus familiares más cercanos.
Hacer las paces con lo ancestral no es fácil. Y los que hemos sido padres en la diáspora, en ocasiones creemos que alejando a nuestra progenie de lo ancestral, en tanto que social o religioso, les facilitamos su comunicación dialéctica con Europa. Si facilitar la vida significa olvidar de dónde venimos para simplificar nuestros tratos con el presente, dejemos de hacerlo, flaco favor nos estamos haciendo. Aprendamos a vivir en complejidad, porque luego se suelen pedir cuentas sobre los deberes no hechos. Aprendamos a vivir y jugar con todas nuestras identidades, con nuestras unimultiplicidades, y a conjugarlas, sin creer que traicionamos o hemos sido traicionados por el pasado –solo el olvido lo hace.
No se trata solo de las controversias entre Europa y las alteridades históricamente no reconocidas, sino de las diferencias entre estas mismas alteridades diversas entre sí en esta situación de diáspora, y que raras veces se permiten darse el tiempo para conocerse/teorizarse/compartirse y, en ese mismo devenir, discutir sobre sus diferencias. Estas experiencias de reconocer analogías y controversias entre colectivos y alteridades migrantes es algo reciente, y los colectivos de mujeres migradas son impulsores en gran parte de la base social y política de lo que está aconteciendo. Los últimos acontecimientos en relación con los CIE o las leyes de extranjería nos han politizado a todxs.
Así que, conscientes ya de esa unimultiplicidade a la que aludía la poeta-cantante brasilera Ana Carolina, acerquémonos a otras alteridades no solo desde la rabia y la deuda por la reclamación de nuestro espacio para ser. La invitación no es desde tu periferia, sino desde mi centro.
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