En este breve texto retomaré algunas ideas sobre las interpretaciones vigentes de la obra de Marshall McLuhan que dejé caer en un post anterior en mi blog Hipermediaciones. La pregunta de partida podría ser la siguiente: ¿Cómo leemos a McLuhan? ¿Qué le estamos haciendo decir a sus textos? Creo que hay varias formas de acercarse a la explosiva y heterogénea obra del canadiense. Algunas lecturas se asientan en campos disciplinarios muy específicos: hay lectores provenientes de los estudios mediáticos, otros de lo educativo, inclusive hay gente que se acerca a McLuhan desde el marketing o el mundo editorial. Cada uno de ellos construye un McLuhan a su medida, y suelen encontrar en sus textos interesantes respuestas pero sobre todos nuevos desafíos. McLuhan se jactaba precisamente de esto: tal como nos recordó uno de los conferenciantes de McLuhan Galaxy Barcelona 2011, McLuhan quería que pensáramos.
Otra posibles lecturas de McLuhan atraviesan todo el espectro disciplinario. Una de las maneras de interpretarlo más difundidas es la que se focaliza en el carácter predictivo de sus ideas y aforismos. Durante la McLuhan Galaxy Barcelona 2011 una y otra vez, en las conferencias, mesas redondas o sesiones de comunicaciones, la capacidad predictiva de McLuhan estuvo presente en los discursos. Yo mismo he participado activamente en este juego que consiste en leer a McLuhan con un ojo puesto en el papel y el otro en la realidad del siglo XXI (ver este post en Digitalismo del 2010). McLuhan murió en el 1980 pero habría anticipado la web, Facebook, la crisis de la escuela y, si seguimos en esta línea, hasta el triunfo del Barça sobre el Manchester la noche del 28 de mayo del 2011…
¿Un McLuhan-Nostradamus? Debo confesar que después de esa full-immersion de tres días que mantuvimos en la McLuhan Galaxy Barcelona 2011 salí saturado de predicciones mcluhanianas. Creo que estamos reduciendo la complejidad de su pensamiento y aportes a los de un mago de feria con una bola de cristal. McLuhan era un agudo analista de su realidad: me refiero a los años de la posguerra, cuando la televisión era el new media que rompía todos los esquemas y la agenda mundial saltaba de las barricadas de París a unas pisadas en el Mar de la Tranquilidad en la superficie lunar. Esa era la realidad que analizaba e inspiraba a McLuhan, no nuestra realidad de redes sociales, convergencias y desintermediaciones.
De frente a un mundo académico anquilosado que se debatía entre las escuelas críticas europeas (“hay que denunciar la ideología burguesa de los medios”) y los estudios empiristas estadounidenses (“hay que estudiar los efectos de la TV en los niños”) McLuhan irrumpió con una mirada oblicua, desacralizadora e imposible de encuadrar en los esquemas académicos de su época. McLuhan no se quedaba en la constatación del puro dato empírico sino que tenía la lucidez necesaria para encuadrar ese elemento en un proceso mayor. En otras palabras: McLuhan identificaba patterns y los sintetizaba de manera brillante en sus célebres aforismos. Al decir “el medio es el mensaje” McLuhan estaba identificando un pattern y, por el mismo precio, nos proponía una nueva forma de interpretar los medios y la cultura.
Más que leer a McLuhan con el microscopio para identificar posibles predicciones, creo que nos rendirá mucho más tratar de reconstruir su mirada, descubrir los “protocolos” cognitivos y discursivos que lo llevaron a romper los esquemas científicos y generar una visión diferente de su realidad. Para sintetizar: paga más interpretar los medios de hoy con la mirada de McLuhan que tratar de crear un relato donde McLuhan habría previsto nuestra realidad mediática hace 50 años. La lectura que propongo debería dedicarse menos a buscar frases anticipatorias y más a identificar patterns en su discurso. Lo que propongo, en otras palabras, es una lectura mcluhaniana de McLuhan.
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