Los MOOC (acrónimo en inglés de Massive Open Online Courses) son cursos abiertos y gratuitos que se ofrecen a través de Internet. Las características de esta modalidad de educación a distancia –que la mayor parte de universidades de prestigio internacional han incorporado a su oferta en los últimos años– facilitan el acceso a la formación de miles de personas en todo el mundo, al mismo tiempo que plantean dudas y reticencias. Este artículo repasa la breve historia de los MOOC, analiza sus principales características, ventajas e inconvenientes y reflexiona acerca de la oferta de este tipo de formación en línea desde las instituciones culturales.
Hace unos años ya suponíamos que, tras la revolución digital en las industrias creativas y culturales, la ola 2.0 vendría a revolucionar también la educación. Lo que vivimos con la «moda» de los MOOC –cursos abiertos, masivos y en línea– no es más que la punta de un iceberg que reúne muchas iniciativas más que apuntan hacia una educación nueva, que, de la mano de las tecnologías, rompe las barreras y el tiempo de la academia tradicional para reconstruirse más distribuida que nunca. Aprendemos en múltiples contextos, mucho más allá de las escuelas y las universidades, también en las bibliotecas, los museos y otras instituciones culturales y en los inagotables entornos digitales.
Acostumbrados a entender la educación como algo lineal, limitado en el tiempo, cerrado en templos sagrados, las formas de aprendizaje «informales» –pero no menos reales y potentes que las «formales»– que surgen con el desarrollo de las tecnologías vinculadas a Internet reciben críticas desde sus inicios. Primero aparecen las reticencias hacia el aprendizaje virtual (el denominado e-learning), a pesar de que las primeras experiencias y plataformas desean reflejar los entornos cerrados de las aulas. Poco después –y en paralelo al aumento cuantitativo y cualitativo de recursos en Internet que empiezan a reproducir la biblioteca universal que ya vaticinaba Asimov–, se empieza a hablar de la «Googleización» del aprendizaje, de la superficialidad de lo que la gente puede aprender de forma libre, usando Google, cualquier otro buscador o las redes sociales e intelectuales (Facebook, Twitter, los blogs, etc.), donde comparte intereses. A pesar de las críticas, estas formas de enseñanza y aprendizaje han evolucionado con intentos de sistematización, de añadir valor, de aportar elementos de metodología pedagógica y profesionalizadora a lo que ya empieza a constituir un hábito vital para todo individuo que no quiera quedarse fuera de la sociedad fluida en la que vive: Entornos personales de aprendizaje, Khan Academy, recursos educativos abiertos (los denominados OER), edublogs, etc. La última tendencia recoge elementos de múltiples experiencias bajo el nombre de la educación social abierta. Y en este contexto situamos a los MOOC.
Los MOOC no son exactamente nuevos. En inglés, en 2008, ya surgían experiencias pioneras que daban un paso adelante en la formación abierta, en talleres de blogs y similares que algunos ya poníamos en práctica. El Connectivism and Connective Knowledge course, que fue uno de los primeros, inspiró el término MOOC y fue seguido por más de dos mil personas de varios países. Este curso presentó el connectivismo como nueva teoría del aprendizaje en el contexto digital y fue desarrollado por George Siemens y Stephen Downes.
Principales características de los MOOC
Los puede organizar cualquier profesor y sobre cualquier materia (es frecuente que los realicen profesores que acaban de sacar un libro al mercado, con el fin de popularizarlo). Por su carácter masivo, sin embargo, es habitual que se trate de materias introductorias. A menudo son precisamente eso: introducciones para captar el interés de futuros estudiantes de masters o cursos certificados en la universidad o la escuela de negocios que les impulsa.
- Aunque pueden realizarse de forma libre o puede obtenerse un diploma firmado por el profesor responsable, suele quedar abierta la posibilidad de obtener el título oficial de la universidad que los organice. Ello y la posibilidad, ya explorada por algunos entornos como el del MIT, de realizar exámenes de certificación, son la base de algunas de las ideas de negocio, de amortización de este tipo de iniciativas.
- Puede participar cualquier persona que muestre interés en el tema. No se trata de cursos para élites, sino que con un cierto dominio de las herramientas 2.0 es suficiente para poder consultar los materiales del curso y participar en él. En el mismo sentido, permiten diferentes niveles de implicación, desde la simple lectura, la escucha o el visionado de los materiales hasta la discusión activa, horizontal con los compañeros.
- El formato más habitual de los MOOC consiste en una serie de vídeos en los que los profesores explican los principales contenidos del curso. Estos vídeos se complementan con una recopilación de recursos adicionales diversos: html, pdf, videotutoriales, presentaciones, encuentros virtuales sincrónicos en Google Hangouts o similares, etc.
- La resolución de dudas y la evaluación –tareas de las que normalmente se encargaba el profesor– suele ser «peer to peer» por parte de los propios compañeros de curso. A veces de forma oficial pero otras en los foros, los participantes proponen y usan de forma espontánea nuevos recursos para la organización de los contenidos: grupos de Facebook, etiquetas de Twitter, etc., son propuestas usuales para compartir temas interesantes del curso. Los MOOC también suelen plantear cuestionarios de autoevaluación, discusiones y ejercicios que pueden hacerse en diferentes herramientas 2.0 (idealmente en blogs y otros espacios propios de los participantes).
- Aunque no son propias de los primeros MOOC conectivistas, su popularización hace surgir plataformas específicas para facilitar su acceso, registro, seguimiento, etc., normalmente asociadas a las universidad en que se desarrollan: Udacity en la Universidad de Stanford, Coursera en Yale, Princeton, Michigan, Penn, UNAM, Instituto Tecnológico de Monterrey, etc., Edx en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), Miríada X en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y la Universidad Rey Juan Carlos son algunos ejemplos. Asimismo, Google y otras empresas (como Canvas) han desarrollado sus propios softwares para los populares MOOC.
Ventajas e inconvenientes
Podríamos decir que las principales ventajas de los MOOC consisten en añadir diferentes valores a lo que puede aprenderse libremente en la web. Estos serían los más destacables:
- Democratización del acceso a la formación: Más allá de los contenidos (como ya hacían los OER y similares), los MOOC liberan la metodología, la programación y el acompañamiento pedagógicos, ampliando el acceso a los recursos de determinadas universidades a gente de todas las condiciones socioeconómicas y en cualquier punto del planeta con conexión a Internet.
- Alfabetización digital: Su seguimiento implica no solo aprender sobre la materia, sino también mejorar las competencias digitales de cuantos participan en ellos.
- Filtrado: En un momento de sobrecarga informativa por la abundancia de contenidos en Internet, constituyen una nueva forma (como ya lo hacían determinadas webs, blogs, cuentas de Twitter, páginas de Facebook de personas e instituciones del sector cultural y educativo) de lo que llamamos «Intermediación crítica del conocimiento», curación de contenidos, etc. El valor hoy es el de filtrado, el de la selección de contenidos relevantes de las materias y ello es lo que sí hacen de forma muy clara los MOOC. Es por ello que Bill Gates decía recientemente que lo que los MOOC sustituyen no es en ningún caso la formación tradicional, sino los tradicionales «manuales», libros de texto, etc. Pienso que este es el argumento más importante para defender la necesidad de generar iniciativas como los MOOC desde un sector cultural que tiene este tipo de tareas –la intermediación de contenidos, la curadoría– como objetivo social fundamental.
- Big data y aprendizaje: Si algo da sentido a la masificación de estos tipos de cursos es, sin lugar a dudas, la abundancia de datos de aprendizaje («Learning analytics») que generan. En una época, la da Internet, en que se llega a decir que «los datos son el petróleo del siglo xxi», cuando parece que el aprendizaje resulta cada vez más la competencia esencial para el ciudadano del siglo xxi, nos podemos hacer una idea del potencial y la relevancia estadística de la monitorización y registro de los procesos por los que pasan los estudiantes. La idea es mejorar, optimizar los masters, posgrados, futuros MOOC a partir de los datos que se vayan recopilando y explicando. Por otro lado, este nuevo tipo de cursos recibe asimismo muchas críticas. Estos son los inconvenientes principales que destacan
- Falta de personalización: La personalización, la tutoría, han sido argumentos básicos de una educación de calidad, también cuando pensábamos en ello desde la vertiente virtual. Al sustituir feedback del profesor por las discusiones en foros y la evaluación entre iguales estamos perdiendo la oportunidad de poner en valor uno de los elementos esenciales en cualquier tipo de formación: la experiencia del profesor al servicio de las necesidades individuales de cada alumno. Este es el argumento que da sentido a la defensa de muchas formas de educación tradicional.
- Educación low cost, de baja calidad: Si bien resulta correcto defender la democratización del acceso a la formación y la cultura que los MOOC suponen, también hay que ser conscientes de que en ningún caso sustituyen en sí mismos las horas y la intensidad de una buena formación universitaria. Así, se comenta, desde diferentes instancias, si lo que suponen no es un nuevo tipo de formación «low cost» para personas que no pueden pagarse unos estudios en muchas de las universidades de referencia. Podemos incluir aquí uno de los temas más recurrentes en la discusión sobre MOOC: el de los abandonos o bajos porcentajes de finalización de los cursos.
Los MOOC y las instituciones culturales
He tenido la oportunidad de impartir y ser participante al mismo tiempo de varios de los cursos impulsados en Coursera, Standford (Venture Lab), UNIMOOC, etc., hasta la fecha. En algún caso, obtener un certificado con el logotipo de alguna universidad importante ha sido de lo más fácil, incluso con una dedicación de pocas horas. En otros casos, por el contrario, he obtenido el correspondiente diploma gozando de unos niveles de trabajo que aseguran un aprendizaje relevante. La garantía de calidad de los MOOC, por lo tanto, resulta difícil de valorar a partir de los certificados y diplomas que acreditan su seguimiento. No es fácil generalizar conclusiones sobre el tema, pero creo que, tal y como se ha dicho en varias ocasiones, vivimos un momento de expectativas hinchadas en torno a este tipo de formación. Pero también es cierto que no estamos hablando de la sustitución de la universidad o la escuela, sino de un complemento o una sustitución de enseñanzas introductorias: en su forma actual, los MOOC no tienen el tiempo ni los recursos para entrar mucho más a fondo en materia, pero sí pueden ser una primera guía y disparador de la atención para poder ir más allá.
Es por este aspecto introductorio, de filtrado crítico, que los MOOC coinciden con el papel tradicional de muchas instituciones culturales. El establecimiento de referentes, de guías en la navegación de los infinitos contenidos en la web son acciones cada vez más necesarias, que las instituciones culturales han llevado a cabo desde ahora mismo. Tal y como sucede con otros muchos de los nuevos escenarios de la era digital, hay que estar, participar. El Exploratorium de San Francisco ofrece dos MOOC y otras instituciones como el MoMA, la Tate, el North Carolina Museum of Art o el American Museum of Natural History ya han empezado a experimentar con cursos en línea y parece que a establecer acuerdos con la plataforma Coursera. ¿Nos ponemos en marcha?
Recursos recomendados
Los museos se convierten en protagonistas de los MOOC (Observatorio MOOC 2013)
Laptop U. Has the future of college moved online? (Nathan Heller en New Yorker, 2013)
Los Moocs: viables, inquietantes y consistentes (Lluís Anglada, Thinkepi 2013)
Marián | 15 septiembre 2013
Ante mi inquietud permanente por el conocimiento me enrolé en uno de los cursos de Coursera la pasada primavera, impartido desde la UNAM. Toda la estructura de funcionamiento, los videos, el temario etc estaba realmente bien elaborado y resultaba muy útil el sistema de aprendizaje pero fallaba el contenido. Tuve la impresión de haber vuelto al colegio y a las dos semanas abandoné. La calidad de los contenidos era realmente deficiente, eso sí todo envuelto en una aureola de presentaciones multimedia etc, pero como indica el final del artículo, low cost, contenido básico que puedes encontrar en cualquier libro sobre el tema planteado. Una pena pues me interesaba mucho esta nueva forma de aprendizaje
Pilar J | 10 octubre 2013
Un buen artículo a propósito de los MOOC
http://controlmaszetablog.wordpress.com/2013/10/10/la-alternativa-se-llama-mooc/
Elisa | 14 marzo 2014
Hola.
Acabo de participar en un MOOC del INTEF.
Los contenidos pueden ser mejores o peores, pero la verdadera potencia de este tipo de cursos es la ingente cantidad de profesionales con similares intereses a ti con los que interactuas.
Personalmente, el material y los ponentes no estaban mal, pero he sacado muchísimo más partido a la colaboración con el resto de participantes en el curso, muchos de ellos de alto nivel.
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