La política gaseosa

La política tiende a construirse cada vez más en las redes sociales y en otros entornos donde se genera, circula y consume la cultura snack.

El presidente Harding con el perro Laddie frente a la Casa Blanca. Washington D. C., 1922

El presidente Harding con el perro Laddie frente a la Casa Blanca. Washington D. C., 1922 | Library of Congress | Dominio público

Si en la segunda mitad del siglo XX asistimos a la hegemonía de la videopolítica, el nuevo siglo está privilegiando otras formas mediáticas de construcción política y gestión del poder mucho más efímeras, frenéticas y virales. Si la sociedad se ha vuelto gaseosa: ¿cómo afecta este cambio a las prácticas políticas?

Las Mañaneras

Durante cinco años, los mexicanos desayunaron con la Mañanera, un programa de televisión de unas tres horas de duración conducido por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Desde su primera emisión en 2018, la Mañanera desafió las leyes del marketing político. Mientras las tendencias globales en la comunicación premian los formatos breves y ágiles, como una rara avis protegida en una reserva natural AMLO se mantuvo fiel a un estilo tradicional que le permitía, entre otras cosas, marcar la agenda política del día. Al igual que los interminables discursos de Fidel Castro en la Plaza de la Revolución o programas como el Enlace Ciudadano de Rafael Correa, Aló Presidente de Hugo Chávez y las cadenas nacionales de Cristina Fernández de Kirchner, la Mañanera pertenece a una especie mediática en vías de extinción.

Videopolítica

La videopolítica nació en 1960, cuando John F. Kennedy y Richard Nixon se enfrentaron ante las cámaras durante la campaña electoral que ganaría el candidato demócrata. A partir de ese evento, política y televisión forjaron un tenaz matrimonio. Si bien esa relación todavía perdura, la aparición de nuevas formas de comunicación está produciendo un deslizamiento en cómo se construye y gestiona del poder. En el siglo XXI, la política tiende a construirse cada vez más en las redes sociales y en otros entornos donde se genera, circula y consume la cultura snack. El vídeo de Javier Milei arrancando ministerios de un organigrama dio la vuelta al mundo mucho antes de que arrasara en las elecciones del 19 de noviembre de 2023 con el 56 por ciento de los votos.

«Ministerio de Cultura: AFUERA. Ministerio de Ambiente y Desarrollo sostenible: AFUERA. Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad: AFUERA. Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación (algo bien del sector privado, nada bueno salió del sector público): AFUERA. Ministerio de Educación (adoctrinamiento): AFUERA». (Javier Milei, candidato presidencial, agosto de 2023)

Mediatizaciones gaseosas

Si es cierto que los medios imponen su lógica a las instituciones políticas, religiosas o deportivas, bien vale la pena reflexionar sobre la mediatización del poder. ¿Cómo hacen política Donald Trump, Javier Milei, Volodímir Zelenski o Alvise Pérez? Si bien algunos de ellos provienen del broadcasting -Trump venía de presentar un reality show, Milei era un desaforado columnista económico y Zelenski se fogueó como comediante televisivo y cinematográfico-, en mayor o menor medida aprendieron a moverse con habilidad en el nuevo entorno gaseoso. A diferencia de Alvise Pérez, un actor político «nativo gaseoso», los otros son viejos monstruos mediáticos que, como diría Antonio Gramsci, emergen cuando el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer.

«España se ha convertido en la fiesta de los criminales, de los corruptos, mercenarios, pedófilos y violadores». (Alvise Pérez, eurodiputado)

Populismos

Mientras AMLO necesitaba tres horas para imponer su agenda, Javier Milei logra el mismo efecto con un tuit de madrugada o un microvídeo en TikTok subido a las redes por el ejército de trols acampado en la Casa Rosada. Su estrategia mediática es eficaz y eficiente, ya que alcanza los mejores resultados con un mínimo de esfuerzo. Lo mismo puede decirse de Donald Trump. Ambos representan una nueva generación de políticos perfectamente adaptados al ecosistema mediático del siglo XXI.

Donald Trump, pese a ser casi tres décadas más viejo que Javier Milei, fue pionero en comprender la lógica de las redes sociales y utilizarlas como desprejuiciadas herramientas políticas. Si Silvio Berlusconi perfeccionó el telepopulismo en los años 90 y llevó la videopolítica a su máxima expresión, Trump lo tradujo al lenguaje de las plataformas digitales. Milei completa la transición: su presencia televisiva es deplorable, lee (mal) los discursos y no sabe interpelar a los espectadores. Su know-how se expresa en la mediasfera gaseosa, es ahí donde se mueve con la velocidad y agudeza de un ave carroñera.

«Entre la mafia y el Estado, prefiero a la mafia. La mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente, la mafia compite». (Javier Milei, presidente de Argentina)

Memes

La política gaseosa se construye a partir de pequeñas moléculas textuales que circulan de manera frenética por las redes. Cuando están bien diseñadas, estas efímeras cápsulas son capaces de marcar el debate público durante un par de días. «Dadme un meme y agitaré a las masas digitalizadas», parece ser la consigna.

 «En esa suerte de lenguaje epocal que es la memética, las expresiones del malestar contemporáneo, protagonizadas principalmente por jóvenes, constituyen una estrategia práctica que trae al centro de la escena las asociaciones y denuncias que faltan en el discurso ordenado de la modernidad, que marcan el autismo de la clase política, el cinismo de las clases económicamente poderosas (…) El meme llegó de la mano de la generación más poderosa tecnológicamente hablando. Su arsenal es inagotable: al mapa finito de la política formal y sus estrategias de control se le opone el mapa infinito de la imaginación y el humor». (Rossana Reguillo, Paisajes insurrectos)

Complejizar

La brevedad y aparente simplicidad de la política gaseosa podría hacernos pensar que estamos ante un fenómeno de fácil comprensión. Nada más lejano de la realidad. Al multiplicarse exponencialmente la cantidad de actores, contenidos y plataformas, el ecosistema se vuelve más complejo. Atribuir los triunfos de Milei o Trump solo a su habilidad en el uso de las redes sociales es un ejercicio de pereza intelectual.

Estos liderazgos emergen de realidades sociales concretas y responden a desplazamientos subterráneos que ni las mejores encuestas llegan a detectar. Los medios, como no podía ser de otra manera, son parte esencial de ese entramado, pero de ahí a considerarlos la única causa hay una distancia que ni la afilada motosierra de Milei puede recortar. A la hora de explicar estos procesos, no podemos dejar fuera a los medios, pero solo con los medios no alcanza.

«La principal amenaza de la democracia no es la violencia, ni la corrupción o la ineficiencia, sino la simplicidad. En su forma actual, la práctica política constituye una capitulación ante lo complejo, en lógica correspondencia con el hecho de que tampoco la conceptualización de la filosofía política está a la altura de la complejidad social». (Daniel Innerarity, filósofo político)

Los políticos pasan, lo snack queda

Resulta interesante que, después de tantos años de sobredosis televisiva, lo que permanece en la memoria popular son un puñado de expresiones, desde el «¡Váyase, señor González» de José María Aznar hasta la advertencia de AMLO a los jóvenes delincuentes: «Que se porten bien porque hacen sufrir mucho a sus mamás». Cuando el broadcasting se decanta, solo quedan en circulación los microtextos de la cultura snack.

Para terminar, un par de preguntas y una hipótesis. Al igual que los vídeos en TikTok, las stories de Instagram o los insufribles tuits de Javier Milei, ¿es posible que los liderazgos políticos del siglo XXI tengan un ciclo vital muy reducido? ¿Hasta dónde la volatilidad de la sociedad gaseosa los condena a una existencia efímera? Una hipótesis: Quizás estemos entrando en la era de los liderazgos snack, actores políticos con un crecimiento mediático exponencial pero cuya curva cae en picado víctima del hastío.

Política gaseosa en estado puro.

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