La ciudad es un sistema dinámico que se asienta sobre una base material y se mueve a partir de las interacciones de sus habitantes. Gracias a estas interacciones, la «forma» real de la ciudad trasciende la mera configuración física. En un par de décadas, la red ha marcado un cambio de ritmo en la producción de estos intercambios y ahora forma parte de la lógica cultural dominante trastocando las dinámicas con las que configuramos nuestro entorno.
Las nuevas tecnologías han evidenciado muchas de estas interacciones al permitir monitorizarlas e incluso difundirlas abiertamente. De esta forma el «flaneur digital» ha pasado de ser una exótica fantasía a una mundana realidad [1]. Gracias a la rapidez con que hemos adoptado la cultura en red, sus herramientas y medios de comunicación, vamos dejando huellas en forma de datos que han despertado el interés de las administraciones y corporaciones por el acceso, la interpretación y el uso de esa información. Ello se ve reflejado en los avances tecnológicos y los nuevos nichos de mercado que han surgido recientemente con la misma celeridad y abundancia con que vamos generando datos.
Sin embargo, más allá del discurso abstracto y de la fascinación del marketing de empresas que puede provocarnos la capacidad de captar, interpretar y manipular esa creciente capa de datos, es sugerente plantear nuestra relación con los mismos desde una óptica cercana, con resultados tangibles y próximos al lugar de intercambio. Veremos a continuación dos ejemplos de ello: un proceso vecinal y una iniciativa institucional con algunos puntos reales de contacto y con diferencias en su acercamiento a la tecnología. Hay una coincidencia temporal y de escala, ya que ambas se sitúan simultáneamente en el barrio de Sant Antoni en Barcelona.
Existe un supuesto diálogo entre las buenas intenciones institucionales y la capa de relaciones en las que pueden rastrearse las preocupaciones, necesidades y requerimientos reales de los ciudadanos. Veremos cómo influye en ello la lectura y el uso de los «datos pequeños».
Encajando piezas
A iniciativa de una red de apoyo vecinal y de la Asociación de Vecinos del barrio de Sant Antoni en Barcelona, a mediados de 2013 surgió la idea de apoyar a Eduard Tió, un joven diseñador, promoviendo el diseño y la fabricación de un juguete para la campaña de Reyes. Este grupo de vecinos tiene como objetivo principal apoyar a personas que, por su situación económica, se enfrentan a dificultades de alimentación y vivienda básicas. Las iniciativas que promueven, sin embargo, van más allá de la simple asistencia. Con el apoyo de varios comerciantes del barrio, han ido generando ideas y proyectos que promueven la autonomía de los vecinos e incluso la creación de nuevas ocupaciones. El intercambio de información se origina con el sencillo boca-oreja de toda la vida (con el que también se transmiten datos) y se apoya con grupos de whatsapp y llamadas en Facebook, lo que permite a estos vecinos estar en contacto continuo, resolver necesidades puntuales y proyectos completos.
Esta red de vecinos logró el apoyo del FabLab del IAAC, de Elisava y de empresas de pintura como Bruguer y Seijas para la fabricación de las piezas del juguete al que su creador llamó CREA.Tu. Además proporcionaron los medios y las herramientas para ofrecer al joven diseñador un espacio para trabajar los acabados y dar a conocer el juguete, así como la conexión con los canales de distribución locales. Este apoyo en red también hizo posible el aporte de 2.300 euros para cubrir los costes materiales de fabricación de doscientas unidades que se han comercializado en el mercado de Sant Antoni, una juguetería del barrio y entre los propios vecinos. El joven diseñador, por su parte, lideró todo el trabajo de producción del juguete y ha animado primero a su entorno de amigos y luego a otros vecinos a imaginar posibilidades similares.
El resultado de la iniciativa ha llevado a plantear la idea de reinvertir los ingresos en apoyar proyectos de jóvenes que no encuentran espacio en el mercado laboral convencional, pero que puedan aportar soluciones adaptadas a la realidad del barrio. Una especie de «semillero maker» que genere proyectos que resuelvan retos puntuales y que puedan replicarse entre jóvenes del barrio. Este proyecto constituye una interesante respuesta ciudadana a la coyuntura actual, apoyándose en herramientas y acciones de fabricación distribuida. Como comunidad, los vecinos demuestran que son capaces de usar los datos y recursos que tienen a mano para echar a andar y culminar proyectos que respondan a necesidades reales y cercanas sin esperar a que sean creados y promocionados por instituciones u organismos ajenos. Es una acción perfectamente replicable en que se proponen y llevan a la práctica ideas surgidas del entorno cotidiano y que se materializan de manera comunitaria.
Rastreando emociones
El caso CiutatBeta es una iniciativa institucional [2] que reflexiona acerca de la posibilidad de diseñar la ciudad para «ciudadanos emergentes». Este proceso empieza por detectar elementos clave existentes en la ciudad como la «empatía urbana» o la emergencia de procesos abiertos del tipo bottom-up (que se desarrollan desde abajo hacia arriba), que inciden en la configuración del tejido urbano. Busca entender formas de intercambio de información a nivel de vecinos y la posibilidad de generar nuevas métricas que podrían ser creadas y gestionadas por los ciudadanos para conocer sus barrios, canalizar iniciativas, resolver conflictos locales y negociar con la administración, que normalmente interviene basándose en criterios de eficiencia y productividad.
Tomando como base una metodología para procesos de aprendizaje abierto, durante el proceso CiutatBeta se invitó a grupos vecinales (entre ellos los vecinos del proyecto CREA.Tu) [3] con la intención de acercarse a la realidad social, histórica, cultural y urbana del barrio.
El grupo de trabajo de CiutatBeta estuvo compuesto por un equipo multidisciplinar con diferentes perfiles laborales y experiencias profesionales que tuvo a su cargo la definición de un prototipo para interactuar con los vecinos y entender las dinámicas emocionales del barrio. Alegrías, conflictos, decepciones y todo tipo de impresiones que se originan en calles, plazas, negocios, y cómo se manifiestan en forma de recuerdos, felicitaciones, insultos, quejas y recomendaciones. Esta información se plasmó en un mapa físico donde los vecinos localizaron sus emociones siguiendo un código de colores y también a través una versión en línea disponible durante la fiesta mayor del barrio. Como estrategia de acercamiento, se utilizaron pequeños carteles siguiendo el modelo de los anuncios informales del barrio con los que se anuncian desde clases particulares hasta el cuidado de niños y personas mayores. También se hizo uso de las redes sociales. A este prototipo se le llamó #SentAntoni.
El seguimiento para la definición del prototipo se hizo con un fuerte apoyo en el trabajo en línea, sesiones presenciales y reuniones con entidades del barrio que, a modo de conectores, eran informadas de los objetivos de aplicar el prototipo, los avances, la definición de las fechas y los lugares de aplicación. De la misma forma, los resultados de la experiencia fueron compartidos con las entidades de barrio a través de un heptálogo expuesto el día de evaluación de la fiesta mayor y en la revista del barrio.
Hoy en día, la gran cantidad de datos en red hacen posible generar herramientas que exploran, mapean o visualizan emociones como el temprano Emography o el reciente WeFeel. La sofisticación en el uso de datos es tal, que se pueden hacer mapeos basados en el registro de crímenes o en la segregación en las ciudades.
A diferencia de las anteriores, el valor del prototipo SentAntoni no está en generar otro registro cuantitativo, sino en cuestionar lo que significa recopilar datos. No explora datos en la red, sino que sitúa a los recopiladores a pie de calle, forzando a la interacción directa con los vecinos. Les ha permitido cuestionar y debatir su relación con el entorno. La expresión emocional del espacio compartido ha puesto en evidencia la necesidad de reflexión en el entorno donde viven y comparten experiencias y diferencias con otras personas. Todo el proceso se describe detalladamente en el informe abierto publicado en la página web de CiutatBeta. La metodología empleada facilitó la implicación del grupo de trabajo en el desarrollo del prototipo desde la fase de diseño hasta la fase de aplicación. Sin embargo la implicación de parte de las entidades del barrio no se desarrolló como se esperaba. Las entidades conectoras participaron con entusiasmo en el inicio del proceso y, en menor medida, en la definición y aplicación del prototipo.
Manejando datos sin laboratorio
Los ejemplos anteriores nos llevan a reflexionar sobre el uso y la forma de los datos que compartimos. En el primer ejemplo, hemos visto un comportamiento complejo en el que muchos sujetos diferentes, a través de interacciones personales y digitales, logran un objetivo común (fabricar un juguete) en un tiempo determinado. Es un proyecto surgido de una necesidad local concreta que se desarrolla, materializa y evoluciona facilitando spin-offs. En el segundo caso, la iniciativa llega desde fuera y se acerca al barrio a través de los vecinos, compartiendo una metodología empírica abierta y una herramienta que les permita reflexionar sobre su entorno y registrar nuevas métricas que se espera que adopten para las iniciativas locales. Es un germen de registro urbano aplicado, y aún es pronto para saber si tendrá alguno de los resultados esperados.
En este punto es importante recordar que la ciudad no es necesariamente un laboratorio. Un laboratorio es un ambiente controlado en el que se trabaja con una serie de variables aisladas, que se pueden medir e interpretar. Pero, además, una de las características esenciales de las pruebas experimentales es que pueden reproducirse de manera controlada para contrastar y verificar los resultados. Como sistema dinámico, la ciudad produce abundantes fenómenos sin control, sus condiciones no están calibradas frente a valores de referencia absolutos; sus resultados son relativos y siempre relacionales. A medida que se multiplican los registros de información urbana y aumenta la forma en que esta se crea, colecciona, almacena y comparte, alimentamos la sensación de que una mayor cantidad de datos refinará nuestros modelos hasta llegar a una representación fiel y controlada de la propia ciudad. Aunque en principio esta es una idea sugerente, hemos de entender que una población con «más información» no es igual que una población «más informada» y que la propia complejidad del sistema hace que cualquier representación del mismo sea algo parcial o sesgada. Disponer de más datos sin cuestionar nuestros métodos de aplicación no hará sino agrandar nuestros defectos de análisis, mientras se alivian algunas ansiedades corporativas o académicas [4].
Existen promisorias iniciativas que revelan el potencial que tiene el acceso legible a datos masivos para una población que aspira a tener una conciencia colectiva crítica. En el apasionante camino para formar ese criterio, no debemos dejar de aprovechar el poder [trans]formador que tienen los datos e interacciones pequeños en la configuración de nuestras ciudades. Quizá sea este el único dato preciso que tengamos.
[1] Josep Grima. Foreword Brickstarter. Bryan Boyer and Dan Hill. Sitra 2013.
[2] CiutatBeta es una idea del Colegio de Educadores y Educadoras Sociales de Cataluña, Transit Projectes S.L. con la colaboración del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y de otras entidades profesionales.
[3] Xarx@ntoni, Asociación de Vecinos del barrio de Sant Antoni, de Veí a Veí, AMPA Ferran Sunyer, Gegants de Sant Antoni; Comisión de la Festa Major, Comisión Calàbria 66, Centro Cívico Cotxeres Borrell, Escola Pia Sant Antoni.
[4] Leah Meisterlin. The City is not a Lab. ARPA Journal. Issue 1. http://arpajournal.gsapp.org/the-city-is-not-a-lab/ Consultado el 20 de mayo de 2014.
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