La ciudad como laboratorio

¿Sobre qué se investiga? ¿A qué se aplica el conocimiento generado? ¿Cuál es el papel de los ciudadanos en todo esto?

Taller I+C+i "Una revolució educativa" (c) CCCB. Miquel Taverna, 2012.

Taller I+C+i «Una revolució educativa» (c) CCCB. Miquel Taverna, 2012.

La cuarta sesión I+C+i surge de la expansión del concepto de la ciudad como laboratorio (ver por ejemplo la publicación de Anthony Townsend). Ramon Sangüesa ha publicado el texto La tecnocultura y su democratización: ruido, límites y oportunidades para los labs, extensión de un artículo original para la Revista d’Etnologia de Catalunya (número especial sobre Tecnoantropología) que intenta centrar los diversos avatares del espacio “laboratorio”. El esquema de su contenido es el siguiente:

El laboratorio ha sido un lugar de trabajo sistemático de creación de nuevo conocimiento. Sus diversas evoluciones han tomado como referencia organizativa inicial (estructura, gobernanza, procesos) el laboratorio científico. También son relevantes otras formas de organización, como los laboratorios industriales, tecnológicos y de diseño. Estas formas clásicas corresponden a organizaciones cerradas, es decir, alejadas del escrutinio y participación del público. La gobernanza de estos laboratorios está sometida a la comunidad científica, el mercado o, como mucho, responden al interés público general de forma indirecta.

Ahora bien, el espacio “laboratorio” ha cambiado sustancialmente con la llegada de las TIC y ha adoptado nuevas formas colaborativas de creación de conocimiento acordes con la tecnocultura.

  1. La genealogía de estas nuevas formas podría surgir del laboratorio de investigación en tecnología digital que se crea en lugares como el MIT, el Xerox Parc o el Stanford Research International y que refleja una manera de construir conocimiento en profunda remezcla del laboratorio científico, industrial y de diseño. Lugares donde, en palabras de Douglas Engelbart, «Aprendemos lo que queremos hacer construyendo y explorando qué se puede hacer con las herramientas que construimos».
  2. Desde la mezcla de mecanismos procedentes de la democratización de la innovación y el diseño centrado en los usuarios, ha aparecido la forma living lab como un entorno actualmente de baja participación y en tensión entre el resultado público y el de mercado.
  3. Desde la perspectiva de la acción ciudadana, las redes comunitarias y los medialabs, hemos podido definir un cierto tipo de laboratorio ciudadano que vive bajo la tensión entre la replicación del «modelo del déficit» y otras formas más participativas.
  4. En la evolución de los hacklabs hemos encontrado lugares donde los procesos similares a los del OpenSource dan lugar a espacios autogestionados con alta participación en su funcionamiento y con claras finalidades de activismo. Sin embargo, el “nombre” hacklab está siendo transformado en un proceso rápido de “gentrificación” del concepto hacia formas de explotación del conocimiento alejadas del activismo o la creación de procomún. Los biohacklabs quizá sean la opción más reciente, con clara recuperación del activismo y que explotan la visión de la materia viva como (a) programable o (b) sustrato de computación.
  5. Los medialabs, originalmente en la encrucijada entre el new media art y la experimentación artística, han girado hacia formas de participación ciudadana y aprendizaje.
  6. El world wide lab corresponde a la virtualización de la forma laboratorio, a la interconexión de espacios físicos de laboratorio y a la participación masiva de no expertos en las tareas del laboratorio científico. Muestra tanto procesos de explotación masiva del trabajo de los “no expertos” via crowdsourcing y gamificación como mecanismos de fijación de la agenda de investigación por parte de los ciudadanos. Como dijo en su momento Bruno Latour, “ya no hace falta un doctorado para ser investigador”. Estos cambios se expanden más allá de los laboratorios científicos hacia las otras formas de laboratorio.
  7. Los makerlabs, fablabs y otros entornos centrados en la fabricación a partir de la digitalización de la materia muestran una amplia diversidad de objetivos y respuestas, pero se pueden ver como centrados en modelos abiertos de creación de conocimiento basados en el aprendizaje por la construcción de objetos físicos e híbridos.
  8. Sobre estas formas cabe añadir las variantes temporales e itinerantes, siempre conectadas en red.
  9. La creación y gestión de estos espacios y de sus versiones interconectadas requieren considerar de nuevo una serie de actores y roles que durante un tiempo tenían un peso marginal dentro de la organización “laboratorio”. Así, los “usuarios” rara vez han sido importantes en el quehacer del laboratorio científico, pero han pesado muchos más en el laboratorio de diseño. En cualquier caso, no pesaban en la gobernanza de estas organizaciones. En cambio, las formas abiertas de la misma organización no hacen más que reclamar una consideración diferente del “usuario” en sus diversas encarnaciones de mayor o menor agencia crítica.

Las diversas variantes y sus versiones virtuales e interconectadas permiten preguntarse cómo pensar y cuál pueda ser la proyección del concepto “lab” al conjunto de la ciudad. ¿Se puede repensar críticamente el concepto de “ciudad laboratorio” sobre estas  variantes que corresponden a la evolución del propio concepto de laboratorio?

A este respecto caben multitud de preguntas en torno a esta “ciudad laboratorio”: ¿Sobre qué se investiga? ¿A qué se aplica el conocimiento generado? ¿Quién lo aprovecha? ¿Quién decide qué y cómo se investiga, desarrolla e innova? ¿Cuál es el papel de los ciudadanos en todo esto?

Textos que pueden servir para enmarcar el debate:

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