Hacia un nuevo Atlas del diseño

Los cambios sociales y productivos de las últimas décadas despiertan la necesidad de replantear las tipologías del diseño y releerlas en la época actual.

Clase de construcción de aviones. Volusia County, 1942

Clase de construcción de aviones. Volusia County, 1942 | Howard R. Hollem. Library of Congress | Sin restricciones conocidas de derechos de autor

Comprender el diseño desde especialidades asentadas en el siglo XX, como el diseño gráfico, el diseño industrial o la arquitectura y sus ramificaciones, ya no es posible. La revolución digital, la reconfiguración del diseño industrial o la desaparición de la clase media han modificado y expandido lo que entendemos por diseño o lo que entendemos que está diseñado. También es necesario vincular esta relectura a los grandes debates posmodernos, como el feminismo, el postcolonialismo, el cambio climático, etc. En este nuevo escenario surge el proyecto «Atlas de diseño», un mapa de las distintas especialidades ligadas al diseño, con el propósito de incluir los cambios que no han sido reflejados por la academia o que se están dando en nuestro entorno cercano.

Hoy en día hablar de diseño es tan amplio como hablar de amor. ¿Qué es el amor? ¿Podríamos clasificar los tipos de amor que existen? Definir esto supondría una labor ingente y poco precisa. Esta empresa requiere una revisión constante y una capacidad aditiva con mentalidad abierta. La tipología del amor se amplía cuando la sociedad experimenta un cambio de mentalidad que da pie a nuevas prácticas sociales. Al diseño le ha pasado lo mismo. El diseño como práctica social incorpora, cada vez más rápido, nuevas tipologías que nos hablan de un mundo en constante transformación. Lo que entendemos por diseño se hibrida con múltiples oficios y formas de pensamiento. Si se ha incorporado la etiqueta de «poliamor» en el imaginario colectivo, ¿podríamos hablar de «polidiseño»? Vamos a permitirnos un juego, tomemos el concepto «diseño» y apliquémoslo a la descripción de «poliamor»:

Polidiseño es un neologismo que significa tener más de una relación creativa, proyectiva, técnica y duradera de manera simultánea con varios tipos de diseño (gráfico, industrial, de moda, etc.), con el pleno consentimiento y conocimiento de todos los diseños involucrados. El diseñador que se considera a sí mismo emocionalmente capaz de tales relaciones se define como polidiseñador, a veces abreviado como «poli».

Es posible que de forma consciente o inconsciente la práctica profesional del diseño ya se parezca a esta descripción. No obstante, de forma oficial y desde un punto de vista académico y profesional, las parcelas del diseño aún están muy separadas.

Por otro lado, a finales de la segunda década del siglo XXI lo que se entiende por diseño se encuentra desbordado por sus usos y, ante todo, por sus prácticas. ¿Qué es el diseño para la gente? En el momento de responder puede abrirse un abanico infinito de posibilidades, que oscilan entre un producto gráfico, una silla, un edificio, y un postre o un programa político.

Este viejo debate cobra una nueva resonancia hoy en día, cuando lo estético y lo utilitario no sólo se combinan, sino que están subsumidos en lo comercial, y todo –no sólo los proyectos arquitectónicos y las exposiciones artísticas, sino todo, desde los jeans hasta los genes– parece considerarse diseño.[1]

En la mente de las personas el diseño navega entre algo sumamente exclusivo y algo altamente banal y cosmético.

Milton Glaser: Design and Art Are Like Sex and Love | Inc. Magazine

De hecho, el emblemático diseñador neoyorquino Milton Glaser ha desarrollado varias definiciones para expresar lo que es el diseño; esto nos muestra la complejidad y a veces la ambigüedad del asunto:

El diseño es la intervención del flujo de los acontecimientos con el fin de provocar un efecto deseado; otra definición es la que identifica el diseño con la introducción de un componente intencional en los asuntos humanos. Una tercera definición, ciertamente elegante, es que el diseño es aquello que transforma las condiciones de existencia que las cosas tienen de partida y las convierte en otras diferentes más acordes con nuestras preferencias.[2]

Glaser cierra estas opciones subrayando que «el diseño no tiene por qué tener un componente visual y, en última instancia, cualquier acto intencional puede considerarse un acto de diseño».[3]

A partir de aquí podemos entender lo dúctil del concepto «diseño». Al mismo tiempo, la práctica profesional es capaz de generar nuevos fenómenos sin mucha reflexión humanística de fondo y exclusivamente con el fin de engordar el mercado de consumo: «A veces se tiene la impresión de que un diseñador que aspira a dos minutos de fama se siente obligado a inventar una nueva etiqueta que sirva como marca para diferenciarse del resto de las ofertas profesionales».[4] Toma forma así la hiperinflación de la práctica del diseño.

Este panorama nos genera una buena cantidad de problemas a la hora de explicar lo que es el diseño y sus tipologías en la sociedad en general y especialmente en los estudios universitarios. Los nombres de las asignaturas en los espacios docentes han sido desbordados y son insuficientes para la realidad actual. La expansión de lo que se entiende por diseño o lo que está diseñado (como si algo no lo estuviera) se nutre de vectores fundamentales ligados a los cambios sociales y productivos que se han venido dando en las últimas décadas. Necesitamos detenernos, replantear las tipologías del diseño y releerlas en la época actual. Posiblemente, de esta forma, seamos capaces de reflejar o explicar mejor la profesión del diseño en los tiempos que corren.

Algunos vectores que han transformado el diseño

Viejas y nuevas corporaciones

En la década de los noventa la llamada revolución digital, al cambiar los átomos por bits, amplió las posibilidades en el diseño de objetos materiales y los proyectó hacia nuevos escenarios de carácter virtual, e incluso algorítmicos. Dichos cambios han trastocado la idea que teníamos de diseño:

La segunda revolución industrial no se presenta como la primera, con imágenes aplastantes como laminadoras o coladas de acero, sino como los bits de un flujo de información que corre por circuitos en forma de impulsos electrónicos. Las máquinas de hierro siguen existiendo, pero obedecen a los bits sin peso.[5]

Vivimos en la era de la levedad del diseño. Como sabemos, este nuevo panorama lo ha cambiado todo y el diseño no es la excepción. Si gran parte de las matrices de publicación y divulgación del conocimiento se basan en estructuras controladas por un software, ¿deberán saber programar los diseñadores?

Estos cambios experimentados en las décadas pasadas arrojaron muchas pérdidas, descalabros y desapariciones en el corazón de las grandes industrias consolidadas ligadas a la imagen y el diseño. Pensemos por un momento en el sector de la fotografía y su salto de un sistema analógico a uno digital. Posiblemente el caso del imperio Kodak nos sirve para entender que muchas parcelas económicas se desdibujaron, dando pie a nuevas industrias. Kodak tiene hoy en día muy poca relación con la idea de hacerse un selfie, ejercicio que podemos entender como el modelo hegemónico de hacerse fotos instantáneas en la actualidad. Kodak y Polaroid configuraron este imaginario hace décadas y ahora ya no juegan en dicha liga. Naturalmente, un imperio se derrumba mientras otro nuevo, forjado entre Valles de Silicio, ve la luz y toma las riendas en el diseño de nuestra construcción social a partir de las imágenes masivas.

Es el momento de desplazarnos al norte de Europa. La corporación multinacional Ikea puede dar razón de una nueva forma de navegar por el capitalismo extremo; en este caso, se trata de una reconfiguración del diseño industrial.

Vinçon. Barcelona, 2012

Vinçon. Barcelona, 2012 | Tokyographer (Flickr) | CC BY

Esta empresa sueca ha contemplado otra forma de mostrar, vender, distribuir y diseñar muebles para el hogar. Para bien o para mal, ha trastocado el sistema de tiendas de muebles como lo teníamos entendido en las décadas pasadas. Ikea vende muebles, pero no solo eso: vende la idea de libertad de configuración del mueble, de otro tipo de distribución, e impone un nuevo modelo de tienda que ya no es un aparador que muestra miel y deseo en las mejores calles del centro de la ciudad.

Ikea es una gran bodega en las afueras de las ciudades que genera tal ilusión que el consumidor es capaz de ir cargando cajas con piezas de muebles en el metro o el bus.

Ikea reconfiguró los domingos. Montar muebles en familia es otro nuevo pasatiempo de la clase media europea. La pregunta es: ¿quién paga esas horas de montaje/mano de obra? En la ciudad de Barcelona, el otro lado de la moneda la podemos ver en el caso de Vinçon, que tras setenta y cuatro años de actividad cerró su local en el Paseo de Gracia. La emblemática tienda de diseño catalana no pudo resistir la crisis económica y el cambio de paradigma en la forma de consumir diseño para el hogar. Aquí podríamos encontrar un signo de nuestros tiempos: la desaparición de esa clase social media europea, proveniente del llamado «estado del bienestar», que consumía en este tipo de tiendas como un mecanismo aspirador y que hoy en día debe preocuparse por necesidades básicas en peligro, como la vivienda, la educación y la sanidad. ¿Qué tipo de diseñador requiere este nuevo escenario?

Nuevos vínculos sociales del diseño

Lo que pasa en la calle y su reflejo en el diseño

En otra parte del espectro, y como vector de cambio contemporáneo, tenemos un reclamo cristalino de grupos sociales alejados de la academia, como los movimientos cooperativistas y las comunidades de práctica, que entienden el diseño como un espacio compartido, de responsabilidad distribuida, y que lo consideran un escenario más para ejercer la democracia. Es ahí donde se sitúa el debate del rol político del diseño. En estos territorios se subraya la responsabilidad social del diseño en unos tiempos en los que el capitalismo extremo nos muestra su cara más oscura. ¿El diseño solo debe responder a intereses privados? ¿Podría ser el diseño un articulador social? Históricamente los diseñadores han repetido que el diseño ha mejorado el mundo en que vivimos: ¿A qué parte del mundo nos referimos? Al parecer la práctica del diseño ha estado ausente de los grandes debates postmodernos como el del feminismo, el postcolonialismo, el cambio climático, etc. Hoy en día las cosas se mueven lentamente y se comienzan a naturalizar dichos debates en los círculos menos oficiales del diseño, y gradualmente en los oficiales. No obstante, una cosa está clara: todo este debate se encuentra muy alejado de los círculos comerciales y en sus formas de producción.

Ligadas a los cambios de la práctica profesional, nos encontramos nuevas preguntas en la sociedad global. Dichos cuestionamientos son oportunidades para generar nuevas líneas de trabajo e investigación en diseño.

Entre ellos, es fundamental poner sobre la mesa el tema de la ecología y la sostenibilidad ambiental. En relación a esto, en la actualidad, al diseño se le está exigiendo una revisión en su función de agente social y en su responsabilidad ecológica. Solo basta con mirar a la industria automotriz, la reina fordista, a la que hoy en día se mira con lupa por sus efectos directos en el cambio climático. En la actualidad, el diseño de la movilidad urbana abre nuevas posibilidades a todos los niveles para proyectar mejoras en la forma en que nos movemos sin depender exclusivamente del monstruo insaciable de los hidrocarburos.

Por otro lado, la configuración política de las ciudades genera nuevos experimentos que vinculan práctica militante con comunicación gráfica. En este escenario tenemos proyectos como el MLGB (Movimiento de Liberación Gráfica de Barcelona), conectado directamente con la llamada «nueva política municipalista» en Barcelona, Madrid y otras ciudades. El MLGB es un colectivo de praxis que claramente se alinea con el proceso político llamado 15M . A su forma de trabajar la denominaron «desborde municipalista», y operaba al margen de las campañas de comunicación oficiales de los nuevos partidos políticos. «El desborde debe buscar la replicabilidad, la copia, la apropiación»,[6] un imaginario que podemos identificar desde hace décadas con la comunicación de guerrilla, la militancia de software libre y el arte de vanguardia. ¿Podríamos hablar de un diseño desbordado? ¿Existe el diseño militante comunitario? Estamos hablando de grafistas y creativos cuyo objetivo es dibujar un cambio social en las calles: «Diseñar significa, al fin y al cabo, la predisposición para cambiar la realidad sin distanciarse de ella».[7] Es posible que dichos grafistas trabajen en estudios de diseño comerciales o agencias de publicidad, pero el vínculo con las nuevas ideas políticas los lleva de igual forma a desbordar su profesión y politizarla. A fin de cuentas, con el mismo lápiz se puede dibujar el logo de Estrella Damm y un cartel anticapitalista.

Las formas y formatos con relación a la manera de divulgar y debatir el diseño también han cambiado; un buen ejemplo es la plataforma de podcast 99% Invisible, nacida en el seno del American Institute of Architects de San Francisco.

En el episodio número 264 de Mexico 68 se habla del diseño de la marca olímpica para los juegos de dicho año. Según el podcast, el trabajo fue realizado por Lance Wyman. El programa no se queda en el típico análisis de un trabajo de comunicación gráfica, sino que profundiza en la matanza de estudiantes por parte del gobierno mexicano en esas mismas fechas. La investigación nos habla de igual forma de la contragráfica del movimiento estudiantil mexicano. Con plataformas como 99% Invisible podemos ilusionarnos con un relato y una crítica del diseño que no disocia lo político, la responsabilidad social del diseño, del rol de los diseñadores en un mundo cada vez más complejo. Podemos hablar de tipografía, color, forma, función, etc., al mismo tiempo que extendemos nuestra práctica a otros ámbitos de debate sociopolítico.

Hacia tipologías del diseño cambiantes

Ante el panorama expuesto anteriormente, la institución académica rediseña con ansiedad los nombres de sus programas de grado y asignaturas, intentando tomar el pulso a dichos cambios sociales. Todo esto ocurre siempre a una velocidad inferior comparado con lo que sucede en laboratorios de experimentación ciudadana, cada vez más presentes en nuestra ecosistema creativo (hackerspaces, grupos de codiseño, fab labs, etc.). Son espacios más flexibles, experimentales y lúdicos. Pero principalmente mezclan todo tipo de personas y especialidades, no tienen los prejuicios que arrastra la academia y se actualizan constantemente.

La idea hegemónica de entender el diseño desde las especialidades asentadas en el siglo XX, como son el diseño gráfico, el diseño industrial, la arquitectura y sus ramificaciones, ha sido desbordada. «No se puede continuar restringiendo por más tiempo el concepto de diseño a las disciplinas proyectuales tales como la arquitectura, el diseño industrial y el diseño de la comunicación visual, pues en las disciplinas científicas también se diseña.»[8]  Dichas parcelas fueron asentadas por la academia y por la industria del consumo, que hoy en día ha mutado. La academia hace lo que puede y muchas veces puede hacer poco. Consideramos firmemente que en 2018 podemos hablar de que el universo del diseño se ha ampliado, a tal grado que desde hace algunos años se necesita una revisión constante de los nuevos fenómenos nacidos a raíz de dicha práctica profesional, intelectual, económica y académica.

Taller de soldadura en FIXME Hackerspace. Lausana, 2015

Taller de soldadura en FIXME Hackerspace. Lausana, 2015 | Mitch Altman | CC BY-SA

Tenemos, por otro lado, diversas tendencias que nos hablan del diseño como un grupo de sistemas o metodologías para ser integradas en campos económicos diversos, como el Design Thinking. Lo que estamos presenciando es el interés creciente de diversas áreas económicas que llevan tiempo mirando hacia las prácticas y conceptos del diseño. Se dice que este sistema está centrado en el usuario. Esto nos lleva a preguntarnos: antes del Design Thinking, ¿en qué estaba centrado el diseño?, ¿en los aguacates?

Lo que es una realidad de mercado es que la educación del diseño ya no es una labor exclusiva de las facultades de arte, diseño y similares. Hoy en día podemos mezclar la palabra diseño con cualquier cosa y seguramente encontraremos un curso dentro y fuera de la academia que cubra dicha temática: diseño de interiores, diseño crítico, eco design, diseño ciudadano, food design, etc. Posiblemente pronto encontraremos un curso que ofrezca el diseño de algoritmos de la felicidad, nunca se sabe.

Diseñemos una herramienta pedagógica

Partiendo de este escenario, el presente texto es el primer paso del proyecto «Atlas del diseño», el cual pretende crear un mapa de las diversas especialidades ligadas al diseño, con el propósito de incluir los cambios que no han sido reflejados en la academia o que se están dando en nuestro entorno cercano.

Estamos pensando en un recurso pedagógico para usar en clase, para explicar las nuevas tipologías sin olvidar las antiguas. La idea es elaborar una lista con los diferentes tipos de diseño que conviven en la actualidad y describir en qué consisten. Queremos bajar a un nivel básico de explicación que incluya unas tipologías inteligibles, con ejemplos claros. Creemos que para entender qué es el diseño podemos comenzar aclarando lo que hace y la forma en que se nombra cada especialidad. Planteamos un ejercicio muy básico que consiste en definir los nuevos roles del diseño, y abrir así un espacio de debate en las distintas esferas que participan en esta actividad.

Se pretende que la herramienta se construya con base en Internet, que sea ampliable, colaborativa y modificable, tanto como se pueda. Tomaremos los principios de la Wikipedia, una base de conocimiento colaborativo. El objetivo final es tener un recurso pedagógico que podamos usar en el aula y que facilite abordar el diseño contemporáneo a aquellos que nos dedicamos a la docencia. Nuestro interés es invitar a voces jóvenes, expertas y variadas, para poder desarrollar dicha tipología. Se trata de sumar opiniones. Desde un punto de vista político nos interesa integrar como eje el relato de personas de orígenes más allá de los países anglosajones, y más allá de las voces masculinas autorizadas. Nos interesa incluir en la lista las prácticas ligadas al diseño que asumen una responsabilidad social y no solo constituyen un modelo de prestación de servicios. Debemos incluir prácticas que vinculen el diseño con lo político.

Existen ejemplos que nos parecen una referencia relevante en este tipo de clasificaciones, como el libro Deployable Structures (2015), de Esther Rivas Adrover, el cual presenta una tipología detallada y muy ilustrativa de las variables en el diseño de estructuras desplegables mediante el análisis exhaustivo de las diferencias materiales y conceptuales de cada una. En esta misma línea de trabajo tenemos el libro Merz to Emigre and Beyond, del director de arte, crítico y editor Steven Heller. En esta obra se hace una revisión del diseño, el arte y los movimientos políticos a través de las publicaciones del siglo XX. Asimismo, y de creación reciente, tenemos el proyecto «Gràfica obrera i anarquista», que es una iniciativa de investigación que profundiza en la riqueza visual e iconográfica del anarquismo.

A fin de cuentas, los fenómenos culturales más complejos y extendidos necesitan un ejercicio de síntesis para favorecer su divulgación. El «Atlas del diseño» es un proyecto que nace como una tarea de actualización de lo que las personas vinculadas de alguna u otra forma al diseño estamos viviendo. Pasamos por momentos de confusión, de emergencias globales y de regreso a la pregunta básica que nos ha traído a trabajar en este ámbito: ¿para qué sirve el diseño? Para abordar esta pregunta podemos comenzar enumerando lo que hace el diseño.


[1] H. Foster (2002). Diseño y Delito. Barcelona: Akal, p. 17.

[2] M. Glaser (2016). Conversaciones con Peter Mayer. Barcelona: Gustavo Gili, p. 29.

[3] M. Glaser (2016). Conversaciones con Peter Mayer. Barcelona: Gustavo Gili, p. 29.

[4] G. Bonsiepe (2012). Diseño y Crisis. Valencia: Campgràfic, p. 3.

[5] I. Calvino (2007). Seis propuestas para el próximo milenio. Madrid: Siruela, p. 24.

[6] MLGB, El libraco. Y al final ganamos las elecciones, autoeditado.

[7] G. Bonsiepe (2012). Diseño y Crisis. Valencia: Campgràfic, p. 27.

[8] G. Bonsiepe (2012). Diseño y Crisis. Valencia: Campgràfic, p. 6)

Ver comentarios0

Deja un comentario

Hacia un nuevo Atlas del diseño