Exponer la evidencia en público

Abordamos los casos de Bellingcat y Forensic Architectures, dos propuestas de la cultura digital para rescatar el pensamiento crítico, mediante herramientas de código abierto, de la economía de la atención.

Gente leyendo periódicos con las noticias de la muerte de Woodrow Wilson

Gente leyendo periódicos con las noticias de la muerte de Woodrow Wilson | Library of Congress | Dominio público

La palabra «forense» proviene del latín forensis y forum, o sea, presentar la evidencia en público y en abierto. Vivimos en una sociedad acelerada y saturada de información, en la que el propio ecosistema de la información forma parte del conflicto: la nueva censura actúa a través de la manipulación deliberada de la atención. No se suprime el discurso subversivo sino que se desvía la atención del público. En este contexto surgen modelos como los de las agencias de investigación Bellingcat o Forensic Architecture, que, desde la transparencia y el rigor, operan como contrapeso de la desinformación imperante. Una inteligencia de código abierto, a medio camino entre lo presencial y lo digital, para renovar las herramientas del pensamiento crítico en el siglo XXI.

La naturaleza del conflicto moderno está cambiando: se vuelve cada vez más urbano, más fluido, más digital, más abstracto. La desinformación toma parte en ello, manufacturando espejismos mediante el móvil, sin miramientos y a gran velocidad, y poniendo en evidencia los marcos reguladores que considerábamos suficientes.

En este confuso escenario, el ecosistema de la información forma parte de la infraestructura del conflicto, y el modelo de negocio imperante en la mayor parte de plataformas digitales lo refuerza. A menudo conocido como «economía de la atención» (attention economy), este sistema prioriza el volumen del consumo y la recirculación de contenido informativo por delante de su calidad, veracidad o cualquier otra consideración.

La tecnosocióloga y ensayista Zeynep Tufekci subraya que la nueva censura, a diferencia de la tradicional, no actúa a través de la supresión de ideas, sino mediante la manipulación deliberada de la atención. No se suprime el discurso subversivo, sino que se desvía la atención del público, o bien se inunda con información contradictoria hasta saturar su capacidad crítica y volverla inoperativa.

Reclamar un tiempo más lento, más tolerante con el pensamiento crítico, una cultura de la transparencia y unos espacios físicos y materiales que nos permitan compartir referentes se presenta, pues, como un acto de resistencia a esta deriva. Las instituciones y lógicas culturales ofrecen un contrapeso a esta espiral maliciosa, y el aparato cultural puede hacer el papel de ancla que frene la deslegitimización del periodismo y la justicia.

Afortunadamente, en este momento alarmante de ataques a la libertad de pensamiento y de prensa, el periodismo de investigación y la cultura comprometida viven un momento de coraje. Algunos grupos y organizaciones tratan de abrir vías alternativas a través de la llamada «inteligencia de código abierto» (open-source intelligence o OSINT, siendo la «inteligencia» una referencia a una agencia de inteligencia, no a la propiedad psicológica). Se trata de una combinación de ethos y metodologías herederas, en parte, de la cultura digital que pretende investigar incidentes geopolíticos con herramientas de código abierto y materiales disponibles públicamente, como fotos de satélite, vídeos de Youtube o publicaciones en redes sociales. Rehuyendo los designios de la economía de la atención, el objetivo es restablecer los fundamentos de una esfera pública con referentes comunes y verificables.

En la inteligencia de código abierto, la investigación forense, el diseño, la tecnología, el periodismo, la teoría crítica y la cultura hacker y audiovisual se recombinan y producen metodologías ad hoc, con capacidad para abrir avenidas inesperadas para el pensamiento crítico contemporáneo.

Bellingcat

Uno de los ejemplos recientes más notorios es el caso de Bellingcat, una agencia de investigación distribuida que publica estudios sobre operaciones militares y de corrupción a gran escala en la órbita rusa, en Oriente Medio y en otras regiones del mundo.

Elliot Higgins, su fundador, empezó un blog de investigación monitorizando vídeos de ataques en la guerra de Siria que se habían publicado en Youtube e investigando por cuenta propia el tipo de artillería y de armamento que se utilizaba, mediante la geolocalización de imágenes y el análisis del contenido.

Formado en fórums de Internet y sin educación reglada, hoy en día Higgins es considerado una autoridad en logística militar del conflicto sirio. Este año su notoriedad todavía ha aumentado más con la identificación de los sospechosos del envenenamiento del caso Skripal, caso por el que tuvo que declarar en el parlamento británico.

Desde los inicios, cuando blogueaba con el seudónimo Brown Moses, Higgins estaba comprometido con la apertura que la cultura digital aportaba al periodismo ciudadano. Entre otros motivos, porque ser meticuloso a la par que transparente le permitía garantizar la credibilidad en el momento de informar sobre conflictos muy susceptibles de sufrir campañas de desinformación, como la misma guerra de Siria o el conflicto de Ucrania oriental.

Bellingcat se financia en gran parte mediante talleres en los que se comparten herramientas, metodologías y prácticas de las investigaciones de código abierto. Asisten periodistas en activo y trabajadores de grandes organizaciones internacionales de derechos humanos. Los trabajadores de agencias nacionales de inteligencia solicitan asistir insistentemtente, pero a menudo se les deniega la petición. «Es incómodo para todos los del grupo que entre los asistentes esté alguien del MI5», decía Higgins en The New Yorker el pasado verano.

Las herramientas y los datos que usan para la investigación generalmente son públicos. Incluso en algunos casos la investigación en sí se puede llevar a cabo en tiempo real y en abierto, y los investigadores de Bellingcat solicitan ayuda a los seguidores que tienen en las redes sociales para geolocalizar fotos que se les resisten.

Forensic Architecture | Turner Prize Nominee 2018 | TateShots

Un segundo modelo es la propuesta de Forensic Architecture (FA), una agencia de investigación con sede en Londres y colaboradores en distintos sitios de Europa, de Oriente Medio y de América. [Nota: El autor de este texto trabajó allí hasta el invierno de 2018.]

Heredera de metodologías de arquitectura crítica de investigación, la agencia produce nuevas fórmulas de evidencia para organizaciones civiles en casos de violaciones de derechos humanos, ya sean operaciones militares en Oriente Medio, ya sean casos de negación de auxilio a barcos de migrantes y refugiados en el Mediterráneo. En 2017, por ejemplo, fuerzas del ejército estadounidense bombardearon un edificio cerca de Alepo (Siria) que, según el pentágono norteamericano, era un centro de Al-Qaeda. Una investigación de FA, en colaboración con Human Rights Watch y la misma Bellingcat, concluyó que en realidad se trataba de una mezquita, y que las más de cuarenta víctimas en realidad eran civiles, entre los que había algunos niños. Una comisión de las Naciones Unidas corroboró este resultado.

El fundador de FA, Eyal Weizman, es conocido, entre otras razones, por la investigación analítica de la arquitectura y la infraestructura de la ocupación israelí de los territorios palestinos que ha llevado a cabo, y hoy en día es un académico e intelectual de influencia mundial. La agencia actualmente dispone de unos veinte arquitectos, académicos, artistas, científicos y periodistas, y busca llevar la inteligencia open-source a unos niveles de excelencia estética y teórica que le permitan trabajar simultáneamente con tribunales internacionales, como el Tribunal Penal Internacional, con comisiones de las Naciones Unidas y con instituciones académicas, culturales y artísticas como el Institute of Contemporary Arts (Londres) o la feria documenta (Kassel, Alemania).

Las producciones de FA, análisis espaciales que combinan modelaje en 3D, fotos, vídeo y estudios de datos, se presentan con frecuencia en centros culturales y artísticos. En 2018 la agencia consiguió una nominación al Turner Prize, el premio de artes visuales más reconocido del Reino Unido, que otorga la Fundación Tate. La relación de FA con estos foros busca aprovechar el aparato de distribución del mundo cultural para desencadenar cierta revolución del pensamiento y dotar a la ciudadanía de capacidades críticas.

El uso deliberado de espacios artísticos como foros de justicia cuestiona las circunstancias convencionales de presentación de evidencia, así como quién está legitimado para evaluarla. Esto es especialmente relevante en un contexto de suspensión de la legalidad como son los conflictos modernos, en los que el acusado es el aparato del estado. Weizman recuerda a menudo la etimología de la palabra «forense»: proviene del latín forensis y forum, es decir, de la presentación de la evidencia en público y en abierto. De esta forma FA también se reapropia del concepto de estética, entendido como una herramienta de observación y descripción de la realidad, así como de la experiencia de esta descripción y de su falsabilidad.

Algunos aspectos de esta nueva práctica forense se han extendido también a organizaciones más establecidas, como el diario The New York Times (con el que tanto Bellingcat como FA colaboran) o la BBC, y hasta think tanks próximos a la comunidad de inteligencia convencional, como el Atlantic Council. Más allá de cierta estética en común (limpia, refinada, quirúrgica), la aspiración es que las prácticas de código abierto, tanto literalmente, en materia tecnológica, como en materia de transparencia, hagan contrapeso a la ubicuidad de la desinformación. El rigor y la verificabilidad contrastan con la insubstanciabilidad y la confusión de las dinámicas de consumo de información imperantes, y la transparencia de métodos y datos da autoridad a las conclusiones.

Simultáneamente, las instituciones culturales que abren espacios y redes a este tipo de disciplinas dan forma a una nueva cultura, comprometida con el pensamiento operativo. Gracias a la accesibilidad y al papel civil fundamental que desarrollan en sus comunidades, refuerzan la verificabilidad del discurso, legitiman sus métodos, exploran desde los referentes compartidos la significancia de las historias que se presentan y fomentan un replanteamiento del marco de justicia y legalidad desde la colectividad.

El conocimiento que emerge en marcos culturales, activistas, legales y académicos debe tener como uno de sus objetivos principales hacerse incompatible con la lógica de la economía de la atención. Esto permite no solo ahondar en los detalles de un caso en particular, sino también llevar a cabo un trabajo teórico para revelar abstracciones que fortalezcan la capacidad de análisis del conjunto de la población. Recuperar los foros presenciales y sumarlos a los digitales permite construir las bases de un movimiento para hacer frente a una maquinaria que busca asfixiar el pensamiento crítico.

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  • Rafa | 07 mayo 2022

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