El arca de Noé digital

La red se establece como el gran paradigma de fondo digital, sin embargo, ¿podemos considerar realmente Internet como un sustituto de los archivos?

Sistema Bibliográfico Universal del Mundaneum, Mons (Valonia).

Sistema Bibliográfico Universal del Mundaneum, Mons (Valonia).

Si hasta el siglo XX los archivos y las bibliotecas habían sido las instituciones encargadas de custodiar y conservar el conocimiento de la sociedad, parece que Internet se postula como el relevo natural de esa tarea. Los contenidos digitales, de cualquier tipo, presentan varias ventajas a sus equivalentes analógicos: mayor capacidad de almacenaje en un menor espacio, mayor facilidad de copia, mejoras en la indexación y la consulta, etc. Siguiendo esta tendencia, la red se establece como el gran paradigma de fondo digital, un lugar en el que encontrar todo cuanto buscamos. Sin embargo, ¿podemos considerar realmente Internet como un sustituto de los archivos?

Las tecnologías digitales han facilitado la creación de contenidos, y la aparición de Internet ha supuesto un crecimiento exponencial en su producción y difusión. La red rompe las fronteras geográficas y nos permite acceder a cualquier documento desde cualquier punto. Así pues, la copia pierde sentido en favor del hipertexto. No necesitamos duplicar la información cuando podemos referenciar directamente el original. Todo está en la nube, y la metáfora funciona a la perfección, el gran almacén digital parece no tener forma ni lugar definido. Pero, como las nubes, también es cambiante y efímero.

Internet es un work in progress, un beta permanente. Evoluciona rápidamente y tiene muy poca memoria, pese a su juventud. Y los usuarios nos hemos adaptado perfectamente a esa vorágine de cambios. Tan fácilmente como encontramos y adaptamos un nuevo servicio nos olvidamos de viejas aplicaciones, que en periodos de tiempo ínfimos pasan a ser recuerdos de lo que parece un pasado lejano. Sin traumas ni remordimientos, lo nuevo entierra lo viejo a diario. Pocas iniciativas perduran, y las que lo hacen evolucionan y se reinventan continuamente. Esta dinámica afecta a nuestros modelos de producción de información, y nos ha acostumbrado a un usar y tirar constante. Pero, ¿qué rastro vamos a dejar en el futuro? ¿Cómo salvarnos del diluvio de datos?

Internet es un gran contenedor, pero se aleja bastante de los ideales de orden y preservación que guían los archivos. Por este motivo, ya desde los inicios de la web, varias iniciativas han apostado por conservar el contenido de la red, que de otro modo parece estar condenado a acabar en el gran agujero negro digital. Pero archivar Internet no es tarea fácil y presenta nuevos dilemas sin una respuesta única y clara.

Técnicos

A la hora de archivar contenidos, las tecnologías digitales nos ofrecen una gran ventaja, la facilidad con que podemos duplicar contenidos. Con relación a otros formatos, la copia de documentos digitales es mucho más rápida y con una nula pérdida de calidad. A pesar de ello, el problema que nos presenta la red es cómo acceder a los originales y cómo conservarlos.

Los protocolos de acceso a la red solo nos permiten leer una parte del código original de los archivos en nuestro ordenador, los lenguajes del lado del cliente. El resto de código se ejecuta en los servidores remotos y llega a nosotros ya en su versión final. Así pues, para tener una copia exacta de una web, en la mayoría de los casos se hace imprescindible contar con la colaboración de su propietario para poder acceder a los archivos. De no ser así, no nos queda más remedio que capturar las webs mediante programas que busquen las diferentes URL de un sitio web y guarden sus páginas. Sin embargo, este sistema puede presentar graves dificultades para guardar todo el contenido de una web, ya que a menudo no es capaz de encontrar todas sus páginas. Además, suele provocar pérdidas de archivos y en muchos casos hace necesaria una revisión del código con el fin de corregir errores.

Pero, en cuanto disponemos de los archivos, la gran variedad de lenguajes y tipologías de documentos con que nos enfrentamos hace que la conservación de los mismos sea compleja. El mundo digital sufre una constante evolución tecnológica, que, a la larga, desemboca en la imposibilidad de las nuevas máquinas para leer archivos antiguos. A ello hay que sumar la breve longevidad de los soportes digitales (se estima que la vida media de un disco duros es de unos cinco años). Así pues, se hace necesario actualizar constantemente archivos y soportes. Pero, a pesar de estas labores de mantenimiento, a veces es imprescindible guardar hardware y software antiguo para poder acceder a documentos obsoletos.

Servidores de Internet Archive.

Servidores de Internet Archive.

Legales

Si bien las características técnicas de la red pueden complicarnos el acceso y la conservación de los contenidos, a la hora de guardarlos nos encontramos con problemas legales. Los términos de depósito legal de los documentos y las publicaciones analógicas no son aplicables a la web. Por lo tanto, archivos y bibliotecas deben lidiar con los derechos de autor de los contenidos de cada web para hacer una copia de los mismos. Además, hay que tener presente que las legislaciones referentes a este tema son nacionales, así que el marco legal a aplicar varía según la web. Parece una labor casi imposible poder gestionar estos derechos a nivel nacional, ya que hacerlo supondría descubrir y contactar con todos los autores de los contenidos de la red.

Hay que añadir, asimismo, los problemas legales relacionados con contenidos con difamación, ilegales o considerados obscenos. En estos casos hay que revisar y dictaminar si esos materiales pueden conservarse y/o ofrecerse en consulta. Por último, hay que tener en cuenta la presencia de datos personales en la red, y aplicar a ellos las leyes de protección de datos pertinentes.

Una solución que se plantean varias instituciones para facilitar esta gestión legal es la creación de archivos opacos. Limitando su acceso y su consulta se reducen los riesgos legales (como los derechos económicos de los trabajos o los problemas por difamación y contenido ilícito). Sin embargo, un archivo de la red sin acceso público a medio plazo ve bastante reducidos sus ventajas y beneficios.

Éticos

Pese a los límites legales de que hemos hablado, la red aún se halla en un estado muy primitivo y, en muchos casos, en medio de grandes vacíos jurídicos. Internet es un medio joven y todavía no podemos imaginar qué repercusiones tendrán en el futuro nuestras acciones. El hecho, además, de ser un medio masivo aumenta exponencialmente esos riesgos.

La gran pregunta es si realmente Internet es un medio de publicación, y si sus usuarios lo entienden como tal. La red es un medio efímero, con diversidad de usos. Una plataforma poliédrica que abarca desde la esfera pública hasta la privada, y lo hace sin fronteras claramente delimitadas. Así pues, no sabemos hasta dónde podemos archivar contenidos que sus autores no han publicado con el fin de ser conservados, o qué querrán eliminar en un futuro.

Estos dilemas se acentúan todavía más cuando hablamos de archivar las redes sociales, seguramente la cara más personal de la red. Si bien la información que encontramos no suele tener una gran relevancia de forma individual (debido a su carácter sobre todo personal), puesta en conjunto podría tener mucho interés para entender acontecimientos globales, como pueden ser el 15-M o las revoluciones árabes. Ya están en marcha algunos proyectos que pretenden archivar algunas de estas plataformas. Como ejemplo, la Library of Congress de los Estados Unidos ha empezado a archivar Twitter en Twitter record y se plantea los términos legales y éticos de este archivo.

Curatoriales

Sin lugar a dudas, el principal problema de archivar Internet es el alcance de este archivo. La enorme cantidad de contenidos y su vertiginoso crecimiento hacen que esta labor sea quimérica. Así pues, no nos queda más remedio que seleccionar y priorizar para archivar lo que se considera más valiosos para una búsqueda posterior.

Una de las principales preguntas con que nos enfrentamos a la hora de pensar en un archivo de Internet es cómo definimos qué es una publicación en línea. La amalgama de formatos que encontramos en la red y la continua incorporación de nuevos no nos hacen simple la tarea, que, por otro lado, se postula primordial para crear un archivo con significado que nos sea realmente útil.

En cuanto al alcance territorial, y partiendo de que Internet es una red global interconectada, resulta difícil delimitar sus fronteras geográficas y casi imposible entenderla solo a nivel nacional. Pero, como hemos apuntado anteriormente, un proyecto de archivo internacional supondría tratar con la política y legalidad de cada país, lo que añadiría complejidad al proyecto. Una posible solución podría pasar por una red de archivos web nacionales que permitiera una interconexión con el fin de posibilitar una consulta global.

Archivar la Red

Como dice ByYuk Hui en su artículo Archivist Manifesto, los archivos son embalses de discursos que hacen posible una arqueología del conocimiento. Así pues, un archivo de Internet no solo debe almacenar la información que contiene la red, sino que también debe permitirnos acceder a ella de forma simple y categorizada. Hay que guardar, pero sin orden no tendremos más que un mar de bits donde perdernos cada vez que intentemos navegar por él. Por otro lado, uno de los sentidos de archivar es preservar una información que generaciones futuras podrán estudiar con la suficiente distancia para entender mejor nuestra historia como sociedad, y, por lo tanto esta selección de contenidos debe pensar también en el medio y largo plazo.

Así pues, parece ser que, por las características de la red, estamos obligados a elegir lo que queremos guardar. En cambio, al tratarse de información relativa al presente, no tenemos la perspectiva necesaria para llevar a cabo esta elección con suficientes garantías. Ante este dilema se presentan dos modelos de archivo: uno más severo y delimitado, que establezca márgenes y contornos pero que guarde todo lo posible dentro de estos para proporcionarnos una información de profundidad, y uno más fotográfico, que abarque territorios amplios y nos proporcione instantáneas más superficiales pero que nos permita crear relaciones globales.

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