Building Ware

Gabri Molist explora la influencia de Chris Ware, en su vida y obra, en un viaje entre Bruselas y Chicago a través del cómic.

Niños haciendo libros de tiras cómicas. San Augustine, Texas, 1939

Niños haciendo libros de tiras cómicas. San Augustine, Texas, 1939 | Russell Lee, Library of Congress | Dominio público

Los personajes y las historias de Chris Ware han marcado la trayectoria artística de un montón de autores. Gabri Molist explica cómo descubrió a Ware durante sus años de formación y cómo aquel estilo le influyó en su rumbo profesional. A partir de ahí, Molist reflexiona sobre la experimentación en la narrativa gráfica y el oficio de dibujar cómics.

Secuencia 1

«Los conflictos de los personajes crean ficciones», pienso mientras comienzo a teclear las líneas de este texto. Miro distraído el espacio que conforma mi taller: dos mesas, una butaca de segunda mano, un microondas pequeño y una estantería son los habitantes de este espacio reducido en el barrio de Schaarbeek, en Bruselas. Me quedo mirando la estantería, donde destaca una copia, ya vieja y gastada, de Building Stories, el cómic en el que Chris Ware presentó, dentro de una caja, catorce historias con una mujer como protagonista que durante tres décadas vive en un bloque de apartamentos en el barrio de Oak Parks, en las afueras de Chicago. Mi mente abandona Bruselas, desde donde escribo, y me transporta a Chicago. O a lo que yo creo que es Chicago, ya que es una ciudad que solo he conocido a través de los cómics de Chris Ware. ¿Quién vive allí? ¿Cómo debe de ser la vida? ¿Qué deseos tienen sus habitantes? ¿Cuáles son sus conflictos?

Los conflictos de los personajes crean ficciones. Eso dicen. Los personajes de Chris Ware inundan mi Chicago mental: Rusty Brown, Jimmy Corrigan, Jason Lint y la mujer protagonista de Building Stories. Son gente introvertida, gente normal, pero con una personalidad compleja. Sus arcos narrativos van en la misma dirección: cotidianos, a veces tristes, con toques de humor, huyendo de los rígidos arcos narrativos de la ficción dominante. Con una clara voluntad de imitar los ritmos vitales que tenemos los humanos, siento que los personajes de Chris Ware dibujan vidas anecdóticas, sin acontecimientos heroicos ni destacables. Vidas, sin embargo, que están interconectadas: entre trabajadores y alumnos de un mismo instituto (Rusty Brown), entre habitantes de un mismo bloque de pisos (Building Stories), o entre miembros de una misma familia (Jimmy Corrigan).

Todavía desde mi Chicago mental, me digo que quizá puedo quedarme un poco más aquí mientras reflexiono sobre cómo Chris Ware ha ido apareciendo en mi vida personal y cómo la influencia de su obra, pero también la de su vida, ha ido modelando mis primeros años de práctica artística, como si fuese un personaje de una vida pasada. Pienso en mi yo del pasado asimismo como un personaje más. Hallazgos y reencuentros. ¿No es esto el ejemplo de una vida cotidiana que pasa, pero que siempre aparece interconectada?

Secuencia 2

Si eres dibujante, ilustrador o te gustan los cómics, creo que hay una pregunta pertinente: ¿Te acuerdas de la primera vez que Chris Ware llegó a tu vida? Respondo yo: la llegada de Chris Ware a mi vida puede definirse como una explosión. Creo que recuerdo el momento. Yo tenía unos veintiún años y estudiaba en la Escola Massana de Barcelona. Quería ser ilustrador: hacer pósteres para grupos de música a los que admiraba, dibujar ideas de críticos y periodistas en revistas… ¡ay, la vida! Durante un intercambio en Bélgica, en el año 2014, descubrí un tipo de cómic que hasta entonces desconocía: el trabajo de artistas belgas como Brecht Evens, Olivier Schrauwen, Brecht Vandenbroucke o Nina Van Denbempt trastocó mis (frágiles) planes profesionales. Si eso que se hacía en Bélgica era cómic, ¡yo quería ser dibujante de cómic!

Al volver a Barcelona, ávido de más referentes que pudiesen seguir aquella estela belga, me salvaron de la tristeza post Erasmus dos personas: Arnal Ballester y Cristina Daura. Uno era mi tutor del trabajo de final de grado y la otra es una ilustradora que entonces estaba haciendo un cómic (que creo que por desgracia nunca ha visto la luz) con una disposición de las viñetas que hasta ese momento no se había visto jamás. Mientras que a Arnal le decía que quería realizar una investigación sobre la experimentación formal en la narrativa gráfica y a Cristina la entrevistaba para la revista de la escuela, los dos apuntaban en la misma dirección: Chris Ware. Kapow!

Secuencia 3

Comienzo a escribir este texto dos días después de la inauguración de la exposición Dibujar es pensar que el CCCB consagra al dibujante norteamericano. Desde Bruselas, miro con celos en las redes sociales los vídeos, las publicaciones y las stories de la inauguración y la charla que el artista comparte con la escritora Laura Fernández. Pero una publicación en Instagram destaca por encima de las demás. Chris Ware en el jardín de la librería Finestres con tres mitos del cómic: Craig Thompson, Richard McGuire y Max. Mi mente viaja a toda velocidad: a Gante, Bélgica, en 2017. Estoy dibujando en mi taller de la escuela mientras escucho una charla grabada de Max. El dibujante catalán imparte una charla para unos estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid en el año 2010. Hacia el final de la entrevista, un estudiante le pide que explique la relación que tiene con Chris Ware, y Max responde con una anécdota fantástica. Se ve que cuando Max le pregunta a Chris Ware si quiere publicar en España (por primera vez) unas páginas para la revista Nosotros Somos Los Muertos, él se muestra de acuerdo. Ten, pero, solo una pregunta: «¿Quién rotulará mis historias?». Max le responde que lo hará él mismo, y Ware le contesta: «Te envío las plumillas que utilizo yo, para que lo hagas igual». Al cabo de unos días llega a casa de Max el paquete trasatlántico. Max abre el paquete y dentro encuentra un sobre de plumillas… vacío.

Secuencia 4

En una entrevista de 2001, Marnie Ware, la mujer de Chris Ware, dijo: «Es gracioso porque sus personajes a menudo parecen el mismo personaje disfrazado de maneras diferentes.» [1] ¿Y si fuese verdad? ¿Y si detrás de cada personaje emblemático de Chris Ware (Jimmy Corrigan, Rusty Brown, Jason Lint, etc.) hubiera el mismo hominoide? ¿Un bebé regordete, calvo y rosado? [2] ¿Y si todos estos personajes proceden de un hominoide todavía más embrionario? Sería lógico deducir que todos los personajes de Chris Ware proceden de allí mismo. Pero ¿y si (¡y si!) todos estos personajes chriswareianos viniesen de más lejos (o de más abajo)? Imagino una bola de color rosa de donde emanan personajes de cómic para todos los dibujantes que lo soliciten. ¿Funcionaría eso como una especie de oráculo al que recurrir cuando un dibujante lo necesita? ¿En qué lugar del planeta podríamos encontrarlo.

Secuencia 5

Durante diez años he estado viajando de Barcelona a Bruselas con una maleta grande y roja. Hace dos semanas, muy apenado, decidí jubilar esta maleta con la que había vivido tantas idas y venidas. Building Stories ha sido el libro más grande y pesado que la maleta roja había transportado nunca.

Secuencia 6

«La infelicidad del hombre se basa en una sola cosa: que es incapaz de quedarse quieto en una habitación.» [3] Hace un par de meses leía esta frase del pensador Blaise Pascal en un libro de Paul Auster. Pienso que Chris Ware conoce esta frase como ningún otro dibujante. Desde su estudio en Chicago, imagino a Ware haciendo lo posible para no salir de este espacio interior donde, semana a semana, va haciendo páginas y más páginas de libros que exploran la condición de infelicidad crónica del ser humano.

Secuencia 7

Secuencia 8

Invierno de 2024. Un Gabri Molist ya no tan joven espía a través de un vídeo de YouTube cómo es el estudio del famoso dibujante.[i] El estudio está en un ático. Chris Ware trabaja en el ático de su casa. Mientras mira el vídeo con gran interés, el Gabri no tan joven recuerda unas palabras del propio Ware: «Los dibujantes sobre todo tienden a ser o trabajadores de ático o trabajadores de sótano, y durante años he mantenido la teoría de que los que trabajan en el sótano habían tenido problemas con sus madres y los que trabajan en los áticos, con sus padres».[4]

Volvemos al vídeo: Chris Ware habla mirando a cámara, y dice que cada página le cuesta cuarenta horas de trabajo. Gabri se sobrecoge mientras observa la mesa de su taller, donde acaba de dibujar una página en unas tres horas: «Vamos mal, pues», piensa mientras revisa si podría añadir detalles, por aquí y por allá, para llegar a estas treinta y siete horas que separan su modesta página de la página media del dibujante estadounidense.

En otro momento del vídeo, mientras Chris Ware toca el piano, la cámara pasea su mirada por un armario lleno de juguetes antiguos, entre los que destacan figuras de acción de Peanuts o Gasoline Alley. El no tan joven Gabri piensa: quizá para aprender algo del oficio de dibujante debería convertirme en una de estas figuritas para espiar al maestro. Convertirse en una especie de cámara de vigilancia con patas con forma de personaje de cómic es la solución a todas mis angustias vital-profesionales.

Secuencia 9

La cuestión sobre la aparición y la desaparición del personaje de cómic y su función en el entramado narrativo es una de las preguntas que me hago mientras dibujo cómics. ¿Cómo funciona un cómic cuando el personaje no está o solo se le intuye? ¿Qué queda del personaje cuando lo borramos de la escena y solo queda el bocadillo? ¿Es el bocadillo suspendido en el espacio de una viñeta la confirmación de que estamos ante un fantasma? Creo que Ware es un dibujante que se ha formulado preguntas similares. Así que, si un día pudiese hacerle una entrevista a Chris Ware, creo que la primera pregunta sería esta:

(No lo sé, la verdad. Lo más seguro es que me pusiera muy nervioso y dijera alguna tontería sin sentido. Lo siento, Chris).

Secuencia 10

En una entrevista, Ware le explica al entrevistador [5] que durante los años veinte del siglo pasado hubo un hombre que se hizo famoso por leer cómics en la emisora de radio WGN, en Chicago. Lo hacía para los niños que no podían leer. Walter Drew, a través de las ondas, interpretaba al Uncle Walt, uno de los personajes de Gasoline Alley, un cómic dibujado por Frank King de referencia en aquella época (y un referente para Chris Ware). Resulta que Walter Drew era el Uncle Walt: el señor Drew era el cuñado de Frank King.

El cómic vive hoy en día una época de explosión y de expansión: los álbumes de toda la vida serializados conviven desde hace años con las «novelas gráficas», a las que se añadieron los webcomics hará unos quince años. La explosión continúa con el reciente boom de los fanzines, la small press y la autoedición, pero también con el despliegue del cómic en el espacio expositivo: las instalaciones de artistas como Francesc Ruiz o Stefanie Leinhos abren nuevos espacios de mediación y exposición para el cómic, como también lo son los comic readings, lecturas performatizadas de historietas por parte de dibujantes. Ware nos recuerda que, cuanto más avancemos hacia lo desconocido, más debemos fijarnos en el trabajo de aquellos dibujantes (Frank King, George Herriman, incluso Schulz) que originaron la explosión primigenia, en un contexto en el que el  lenguaje del cómic tenía todavía una historia corta y estructuras visuales y narrativas primarias.

Secuencia 11

Gracias, Chris Ware, por hacerme apreciar (¿hacernos apreciar?) el cómic de la manera que (en mi humilde interpretación) creo que tú lo aprecias: de manera profunda y honesta, pero con humor.

Secuencia 12

Me vienen a la cabeza otras palabras de la entrevista a Marnie Ware: «Entintar es una especie de alivio para él [Chris Ware]. Hace muchas llamadas telefónicas; habla mientras entinta. Es como una adolescente […] Tiene muchos amigos a los que nunca ha visto y a los que conoce desde hace años exclusivamente por teléfono». [6]. Yo me lo imagino hablando con otros personajes de cómic, personajes creados por otros dibujantes. Si estás leyendo esto y eres dibujante, pon aquí tus personajes preferidos. Pienso que podría hablar con Hey y Hei, un par de personajes idénticos que dibujo en mis cómics desde hace algunos años. También son redonditos y calvos. No sé si son rosados, pero ¿por qué no? Me imagino a Ware al teléfono, hablando con los dos a la vez: «Estoy dándole vueltas a un cómic nuevo y había pensado en vosotros para alguno de los papeles. Pero antes tendréis que pasar un breve casting. He visto que hasta ahora solo habéis actuado para un tal G. Molist, así que quiero ver si dais el perfil adecuado. Os pondré en contacto con la directora de casting». Hey y Hei, desde el Hotel Penumbra, ya cansados del ritmo lento y pesado del resort, se miran el uno al otro, mientras se dicen el uno al otro: «¿Y si sí?».

Secuencia 13

Secuencia 14

Ahora que acabo este texto, todavía desde el Chicago mental, vuelvo a la idea de que Chris Ware es un dibujante, pero también un personaje de cómic. «El señor Brown, el payaso humano [Brown rima con ‘clown’, payaso en inglés]. Así le llaman los chicos», piensa Chris Ware, profesor de arte en el mismo instituto donde trabaja W. K. Brown, mientras le acerca un pitillo al tímido y patético personaje del último cómic publicado del dibujante norteamericano.[7] De nuevo en el libro, el Chris Ware profesor de arte se gira para mirar a uno de los personajes de Rusty Brown y se dice: «Y si lo dibujase, creo que lo dibujaría como un payaso, sí».

Pienso en la posibilidad de que Chris Ware vuelva a dibujarse, en el futuro, como un personaje más de sus historias. Esta vez podría ser profesor de música. Él, que siempre ha predicado que el cómic tiene una música interior que el dibujante debe saber detectar y potenciar. Me viene a la cabeza una pregunta retórica que la escritora Catherine Taylor plantea en su libro Image Text Music : «Si la relación conyugal entre imagen y texto produce una especie de música, ¿cuál es? ¿No una simple ensoñación erótica, sino una manera erotizada de leer y mirar?». [8] Sería fantástico ir a las clases en las que el Chris Ware profesor de música respondiese a estas preguntas. Reencuentros. El tiempo dirá.


[1] C. Brownstein (2001). «Kiss and Tell: Living with Chris, Dan, Gilbert, and Adrian», Comics Journal, núm. 234.

[2] N. Tolentino (1998): «Chris Ware of the ACME Novelty Library», Bunnyhop, núm. 9.

[3] «La infelicidad del hombre se basa en una sola cosa: que es incapaz de quedarse quieto en una habitación». Paul Auster (2024[1982]). La invención de la soledad. Barcelona: Planeta, p. 108.

[4] «Cartoonists especially tend to be either attic workers or basement workers, and I’ve had this theory for years that those who work in the basement had trouble with their moms and those who work in the attics had trouble with their dads» (Alec Marsh). J. Braithwaite [ed.] (2017). Chris Ware: Conversations. Jackson: University Press of Mississippi, p. 200.

[5] Ibíd., pp. 195-196.

[6] «Inking is kind of a relief he [Chris Ware] gets. He makes a lot of phone calls; he talks while he’s inking. He’s like a teen-age girl. […] He has many friends that he’s never met, and he’s known them for years exclusively through the telephone». C. Brownstein (junio de 2001).

[7] «Mr. Brown, the human clown. This is how the kids call him. And if I was gonna draw him, I guess that’s how I’d do it». C. Ware (2019). Rusty Brown. Nueva York: Pantheon Books.

[8] «If the conjugal relationship of image and text produces a kind of music, what is it? Not just an erotic reverie but an eroticized way of reading and looking?». C. Taylor (2022). Image Text Music. Londres: SPBH Editions.

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