El liquen

Un relat de peixos i de natura, de sequera i de pantans, de pedres i de veus a partir de les paraules de Donna Haraway

Liquen

Liquen | Il·lustració de Martina Manyà | Tots els drets reservats.

La cantant Maria Arnal va posar música a les paraules de la filòsofa Donna Haraway i a ella s’hi van unir les escriptores María Sánchez i Irene Solà, teixint, entre les tres, aquest relat d’aigua que es va presentar en el marc de la Biennal de Pensament Ciutat Oberta, que va tenir lloc a Barcelona l’octubre de 2020, i que ara es publica al catàleg de l’exposició «Ciència fricció. Vida entre espècies companyes». Us el presentem a mode d’avançament editorial.

Todas las historias
empiezan en el agua

Todas las historias
empiezan con un verbo

Todas las vidas
empiezan con una célula

Un 2 de septiembre María nos envió un mail donde ponía:

Anoche me acosté con una imagen que me vino así, de repente: pensé en las casitas debajo de los pantanos, en los organismos vivos que también existen y hacen posible una casa: ahí entrarían insectos, humedades, líquenes, las plantitas que nacen entre las grietas y los tejados… las arañas, los ratones, las lagartijas, las salamanquesas y los gatos, los gusanos, los topos en los huertos, a los que nadie habrá avisado, las cucarachas, las hormigas, y todos sus sonidos, susurros, gemidos, cuchicheos; ¿cómo sería esa inmersión en el agua? ¿en qué se transformarían? ¿cómo entraría el agua en cada una de sus células?

Hi ha un conte que expliquen a Rupit que diu que tots els animals, totes les cuques de la terra estan repetides sota l’aigua. Germanes, però amb forma aquàtica, al mar i als rius. Totes, menys la guilla, perquè no va voler tirar-se a l’aigua. Era llesta, no es volia mullar, i quan tots els altres animals, l’un darrere l’altre es van anar llançant al mar, la guineu es va fer fonedissa perquè va dir que al mar hi havia massa suc.

A mi m’ha fet pensar en la imatge que va fer servir Alexander von Humboldt per explicar l’atmosfera, deia, «un oceà aeri en què estem submergits». També he recordat un text que em va fascinar fa uns mesos, de la investigadora Astrida Neimanis, «Hydrofeminism: or, on becoming a Body of Water» on diu, tradueixo: «Tots som cossos d’aigua. En tant que aquosos, podem percebre’ns menys com a entitats aïllades i més com a remolins oceànics: soc una espiral singular i dinàmica que es dissol en una circulació complexa i fluida», i continua: «L’espai entre nosaltres i els nostres altres és, a la vegada, distant com el mar primitiu, i proper com la nostra pròpia pell; les traces d’aquests inicis oceànics que encara circulen per nosaltres són pauses en aquesta cosa que anomenem els “nostres cossos”».

Cerca de donde crecí hay un pantano que se llama el Pantà de Sau, debajo había un pueblo, y del centro del pantano, prácticamente siempre, sobresale la punta del campanario. Antes de llegar a mi pueblo tenemos que atravesar el pantano. Cruzarlo, rodearlo, evitarlo. Los últimos años se adivina una torre casi deshecha, que sale del agua, echándonos en cara que ahí, debajo del peso del agua, quedan los rastros de células y seres que habitaron y formaron parte de él, antes de que el agua lo alcanzara todo. Es curioso, el pueblo aparece detrás del pantano, a pocos kilómetros de distancia, pero no toma agua de él. Debido a las sequías, cada verano, desde hace dos años, se corta el agua porque los veneros se secan. No podemos preparar el huerto, no podemos llenar la alberca. Nos planteamos el trabajo y el rebaño. Nuestro vínculo, nuestro modo. La semana pasada, yo pasaba frío en Galicia: néboa, estaba lapiñando, y mientras mi padre me contaba que en la ribera ya no hay agua, que solo queda un charquito, que por las noches van los jabalíes a revolcarse y apenas dejan agua clara, y que, claro, «así cómo van a beber los pájaros y los nuevos ciervos, María. Y cogí la azada al día siguiente, María, para que toda el agua quedara juntita y limpia». Así podrán beber y mirarse, me digo. Se mirarán como yo me miro ahora frente a un cristal húmedo y pienso en la distancia medida por la sequía, en el vuelco que sentí, cómo pesó ese día el cuerpo que vi por primera vez una jara secarse.

yo vi una jara secarse
seca seca, se secó
si con mis ojos pudiera
llorarle un río, lloro
se asoma verde al lagrimal
una verdad que duele, dolió
un vuelco que pesa, ah
un vacío que deja, dejó
esa jara jara jara
jara que ya flor no dio
si con mis ojos pudiera
llorarle un río,
lloro

Hi ha una performer eslovena, Irena Z. Tomažin, que diu que només la veu pot posar al descobert verdaderament les «entranyes». Que els cossos —i per cossos, jo entendria els nostres, però també tota la resta de cossos, d’entitats, de coses, de pantans, de mars primitius…— posseeixen una superficie que delimita on es deté l’ull. Però que l’orella pot sentir la profunditat. I que des de la veu, des de l’escolta, des de les coses dites, cantades, imaginades, una pot submergir-se, enfonsar-se, nedar molt al fons, ficar-se molt endins.

No recuerdo dónde leí un cuento indio que explicaba que todas las cosas naturales tienen sombra o espíritu. ¿Serán ellas también alcanzadas por la voz?

Silur

Silur | Il·lustració de Martina Manyà | Tots els drets reservats.

Fa uns anys van intentar buidar el pantà de Sau. Per matar els silurs. I el lloc es va omplir de gent, de cotxes, de famílies que es volien passejar pel poble fantasma. Tornar a casa seva. Veure la seva escola. Hi ha una foto d’un home ficant-se dins d’un nínxol del cementiri. Però no van aconseguir eliminar els silurs i un senyor de Mollet, decebut, li va dir a un periodista: «Només hi ha quatre pedres…».

Solo hay cuatro piedras…
Només hi ha quatre pedres…

¿Habéis visto las romerías que se hacían en algunos pueblos cuando el pantano se quedaba sin agua?
El pueblo volvía a sus casas, como si nada, abría las puertas, revisaba y se hacían fotografías sonriendo, esperando quizás a la próxima desecación. Los sustituyeron por siluros, quizás. Pronuncio «siluro» y siento una boca grande y oscura que quiere tragarme y seguir nadando bajo las aguas. Silurusglanis.Especie invasora en este territorio. Especie prohibida, especie exótica, especie que desplaza y coloniza.

El río Ebro, con sus 930 km y su carácter casi fundacional ­—la península Ibérica, dicen, se llama así por él—, está relleno de siluros. Originario de los grandes ríos europeos, ¿cómo llega el primer siluro al río Ebro? ¿Cuándo? ¿Siguiendo qué corriente, siendo un pez de agua dulce? Fue en 1974, cuando un pescador e ictiólogo cruzó los Pirineos con 32 alevines de Silurusglanis procedentes del Danubio. En 1995 introdujeron más, procedentes del río Po.

«Aquest és en Vicenç que no pot dir res, i passa un dit ample i raspós per l’orella de l’Ada. I nota les arracades punxegudes i metàl·liques. I pensa en les arracades daurades en forma d’abella que l’Ada es va descuidar al cotxe l’última nit abans d’anar-se’n. Les va dur un temps a la guantera, com un tresor petit. I tres setmanes després que l’Ada marxés i no li escrivís ni una sola vegada, va aparcar el cotxe al mirador del pantà de Sau, va baixar fins a l’aigua, i va llençar-les, amb tota la força dels seus braços, tan lluny com va poder, al mig del pantà.»

glu glu glu
cómo sonarán las arracade sal sumergirse
cómo sonará una casa al sumergirse
cómo se oirán bajo el agua las nuevas formas que crecen y habitan un hogar
glu glu glu

al siluro le gustan los tonos bajos.

¿cómo los oirá?

¿Tienen los peces cuerdas vocales? ¿Pliegues extraños que al vibrar con el aire, con el agua, emiten sonido? ¿Cómo lo hacen? Leo: la comunicación auditiva es muy efectiva dentro del agua por razones físicas. Los líquidos, más densos que el aire, favorecen la propagación más rápida del sonido, a una velocidad de 1500 m/s frente a 340 m/s en el aire. Los cetáceos pueden así comunicarse a distancias enormes. ¿Habéis oído alguna vez a una ballena cantar?

«I aquestes són les arracades en forma d’abella de l’Ada, que brillen, i cauen avall, sota l’aigua, i passen a tocar de les cases submergides. I aquest és el silur que se les va menjar, immens. I aquestes són les arracades a la panxa fosca i pudent del silur, durant anys esperant a ser trobades.
I aquests són els tres nois que el van pescar. Era tan gros i maligne i pesava tant el silur, que els tres nois, sense samarreta, el van haver d’estirar fora de l’aigua, aferrant-se l’un a l’altre i estirant la canya amb totes les seves forces. Quan el van tenir a la vora, i es van adonar que era el peix més lleig que havien pescat mai, un va dir:

—Ara l’hem de matar.»

Leo que los pescadores del Danubio usan una especie de herramienta de madera, que se llama clock,que al golpear el agua reproduce el sonido que hace una rana, un pajarito o un pequeño pez saltando el agua.

¿Seguirá en tono bajo ese instante antes de la muerte de la presa?

Las ballenas cantan, las abejas zumban, los búhos ululan, los caballos relinchan, las cabras balan, la chicharra chirría, la cigüeña crotorea, las hormigas estridulan, el asno rebuzna, ¿el siluro…? ¡He tenido que buscar todos estos verbos! ¿Cuántos verbos relacionados con la voz tenemos los humanos? ¿Por qué una chicharra solo chirría, un asno solo rebuzna? ¿No hay en esta falta de verbos, matices, expresiones, un desconocimiento radical, una profunda falta de escucha hacia el mundo?

No tenemos nombres pero sí esa escucha. Quizás a este lado del mundo, entre edificios y hormigón, no hemos sabido apreciar los tonos, las llamadas. Me acuerdo mucho del rebaño de cabras en el que me crié. Todas tenían nombre. Conviviendo, cuidando, siendo hermanas, aprendes poquito a poquito a saber cuándo están contentas, tristes, cuándo les duele la tripa, cuándo se enfadan, cuándo se aburren, cuándo saltan y quieren jugar, cuándo llaman a un cabrito que no nació. Esa voz llena de voces en mí sigue sonando aquí, aferrada como un liquen por dentro de la piel.

«Era de nit i era estiu i bevien cerveses i fernet amb coca-cola. El més alt va clavar un ganivet al crani llefiscós del silur. Els ulls diminuts i els bigotis llargs del peix no es van moure. El cap era tan gruixut i dur, que el ganivet es va trencar, i la fulla es va encallar dins de l’animal viu encara. Va agafar un altre ganivet i li va clavar més vegades. Les abelles dringaven a la seva panxa. Quan va ser mort, el noi més alt va anar a seure lluny, sol, amb les mans brutes de peix i de mort.
Un dels altres dos va portar-li un got de fernet.
­—Ho has fet bé —li va dir—. L’havíem de matar. És il·legal pescar-los i tornar-los a l’aigua. No són autòctons, aquests peixos. Els van portar els alemanys i han matat tots els altres peixos, tots els autòctons.
—Tu tampoc ets autòcton— va dir l’alt.
El tercer reia, en la llunyania, que el seu amic s’hagués posat trist de matar un peix com un tauró. El segon feia esforços per no riure també.
—Rieu, rieu, covards, que l’he hagut de matar jo».

Quiero ver imágenes de siluros en el agua, pero google solo me devuelve cuerpos muertos, siluros en brazos de seres que posan orgullosos del trofeo. Especie invasora, especie prohibida, especie exótica, especie que pesa y que se devora.

Pueden sobrepasar los 30 años de edad. Ahora tengo 31, sería un siluro senil, con la boca volviéndose chiquita, resabiada del clock y de los furtivos.
¿Qué pececito seríais vosotras?

El siluro se come en otros países. En España hubo un intento de hacerlo en conserva que nunca prosperó por las altas cantidades de mercurio que contenía.

«I van posar el silur dins d’una bossa de plàstic de supermercat, i el van llençar a les escombraries i no van trobar mai les arracades d’abella de l’Ada. I qui sap on són ara».

xebriña xebra xebra xebra xebra!

Me dijeron que si decías este conjuro en gallego los animales del comunal se separan del común y así cada cual vuelve a su casa. Debe existir una palabra ritual para los sumergidos, para los que han aprendido a dormir sujetando el agua, enraizados al lodo y a los árboles que siguen creciendo a pesar de. Para los ausentes, para los mojados, para los perdidos.

Imagineu una pàgina d’un àlbum de fotos antic. Dels que tenien línies esgrogueïdes de pega on col·locaves les fotos, que després cobries amb un plàstic transparent i fi. La pàgina té sis fotografies petites, en blanc i negre, i títols teclejats a màquina, en majúscules, sobre trossets de paper, col·locats sota les fotografies. GALERÍA DEL TÍO GREGORIO 16.10.83 LA IGLESIA VEGAMIAN MARUJA, RAMIRO E ISIDORO 16.10.83. PUENTE DE VEGAMIAN 16.10.83. ISIDORO EN SU CASA 16.10.83. MARUJA EN SU CASA 16.10.83. ISIDORO POR DENTRO DE SU CASA 16.10.83. A la galeria del Tío Gregorio ja no hi queda ni una finestra, però sí tots els marcs. Intento apropar-me tant com puc a les fotografies per veure bé les cares de la Maruja, el Ramiro i l’Isidoro, massa borroses per endevinar-hi una expressió clara. Una cosa que em sorprèn es que se’ls veu molt petits a totes les imatges: les cases, ben grans, parets ben altes, l’església, enorme… No puc parar d’imaginar-ho tot cobert d’aigua: quanta aigua! Yo imagino lo que pasará después de la fotografía del 16.10.83: Maruja e Isidoro de la mano, ¿o tiene que ocurrir algo? ¿Y si no se marchan? ¿Y si deciden quedarse ahí, de pie, contando las grietas y los nuevos líquenes que vendrán con la nueva crecida del agua?

No nadan.

Penso en l’Isidoro i en la Maruja com si fossin personatges d’un conte. S’hauria d’escriure un conte per l’Isidoro i la Maruja. Un conte sobre l’Isidoro i la Maruja. O una cançó. Però voldria que no fos un conte trist. Almenys, que no fossin un conte o una cançó tristos perquè els van omplir les cases d’aigua i silurs com si fossin peixeres…

Qué bonito sería escribirles un cuento, ¿verdad?

Tirar miguitas de pan para que los siluros, las arracades en forma de abeja y las casas llenas de burbujas y agua se queden quietecitas, y así que Isidoro y Maruja tengan su narrativa propia, una historia diferente, ajena al agua y al exilio, donde ellos siguen saliendo en una foto pero sin pantanos ni expropiaciones posibles. Donde no existe el regreso deseado al hogar porque nunca se fueron.

Puente de Vegamian.
Isidoro en su casa.
Maruja en su casa.
Isidoro por dentro.

Escribo este liquen

Liquen

Liquen | Il·lustració de Martina Manyà | Tots els drets reservats.

Liquen, organismo que surge de la simbiosis entre un hongo (micobionte) y un alga (ficobionte) o una cianobacteria. También ha sido detectado un tercer organismo en esta unión: una levadura de la división Basidiomycota, de la que aún no se conoce su función. Los líquenes crecen en sitios húmedos, extendiéndose sobre las rocas o las cortezas de los árboles en forma de hojuelas o costras grises, pardas, amarillas o rojizas.

Leo este liquen, donde escribís los nombres en catalán con el artículo, el Isidoro, la Maruja, y sonrío recordando a todas mis tías de Barcelona que volvían en verano al pueblo como si no se hubieran ido nunca. Mi tita Carmen siempre decía, «Ay, la María, qué grande y qué guapa está, cada vez se parece más a la Carmen» (mi madre).

Mi tita Carmen murió un lunes de agosto aquí, en Barcelona. Hasta el viernes siguiente por la tarde no pudo volver al pueblo. Abrimos su casa y regamos el patio al caer la noche, para que pensasen que ella no se fue sin despedirse. Murió en un hospital, creyendo que estaba en su pueblo, cerca de los suyos, oliendo el azahar del patio por las noches, las voces de las vecinas asomándose al zaguán, el motor que anuncia a los que regresan del campo a la hora de comer. Tuvo que morirse y dejar unas macetas que la siguen esperando, y una historia, como la de tantas y tantos, a la que llegó tarde, la de esos que se marcharon para nunca volver.

Y de la nada aparece una piedra que de lejos se ve que está tumbada, como descansando. Las últimas moléculas de agua del embalse de Valdecañas solas con ella, acompañando su sueño, alrededor musgo recién descubierto, como si fuera él el que dio forma a este pequeño animalito de piedra, un verraco. He sonreído al imaginar unos brazos acostando al animal de piedra sobre la tierra, con cuidado, cantándole una nana, un presagio, una señal, una manera de avisarnos, de escribirnos desde el pasado, de alguien que sabe que vendría el agua algún día y que luego no volvería más.

Hi ha una pedra germana d’aquesta a la vall de Bianya. Diu la llegenda, o almenys alguns expliquen, que quan Anníbal va creuar la Península, amb 90.000 soldats, 12.000 genets, 8.000 mercenarios iberos i 37 elefants, va passar, entre molts altres llocs, per la vall de Bianya. I conten que un pobre pastor va veure aquelles 37 bèsties, i va quedar tan impressionat, que va esculpir un elefant en una roca, que encara avui dia es pot trobar, bocaterrosa i coberta de molsa, dalt del Puigsolana. Hi ha qui explica que van ser els terribles terratrèmols d’Olot del segle XV, els que van trabucar la pedra de l’elefant. Hi ha qui diu que ja la van esculpir així, tombada, assenyalant el terra. I encara hi ha qui afirma que si la pedra la va esculpir un pastor, o una pastora, era un pastor o pastora del segle XX, que els elefants els havia vist a la televisió. A mi, honestament, no m’importa qui el dibuixés, el que m’agraden són totes les possibilitats, la pedra de l’elefant com una llavor per a moltes històries.

¿Conocéis la leyenda del Coll del Pal?

Un terreno que dicen desolado, pero siempre sus pastos han sido aprovechados por los pastores; ¿por qué entonces esa desolación? Quizás vendrá de esa leyenda de un caminante que quería subir al collaomientras la niebla se volvía cada vez más pegajosa, más densa, ocultando el sendero, esperando deseosa el viento y la nieve.
¿Cómo sonó exactamente el primer copo al caer?
¿Repararía en él el caminante?

Arriba unos pastores cosiraban a sus animales, el invierno se acercaba, ¡y de qué manera!, y ellos lejitos, lejitos de casa
tuvieron que quedarse a pasar la noche en el puerto
¿habría chozo, braña o majada?

Sí, había una cabaña, chiquitita y temblorosa que dejaba a la lluvia y al viento pasar.
dentro la lumbre
afuera el cuervo

y su graznido una y otra vez
avisaba sin agüero,
—qué injustos hemos sido siempre con ellos—,
que un invitado, el caminante, se acercaba.

La lumbre siempre calienta,
y esa noche era la única que hablaba.
Porque no cabía un cuerpo más entre cuerpos de animales y demás seres.
Así que volvió sobre sus pisadas,
buscando un huequito de calor entre las piedras
quizás así pudo llegar a oír el latido del musgo
acurrucado bajo la nieve.
Pero no pudo
el cuerpo no pudo
la voz no pudo
y al día siguiente lo cubrieron con guijarros y ramitas.
Dicen que siempre hay sol sobre su tumba,
y que los pastores nunca abandonaron el puerto de montaña,
se quedaron allí arriba,
hermanos entre sí,
con la voz y con el cuerpo convertidos
uno a uno en piedrecitas.

Poema final

insectos, humedades, líquenes, las plantitas que nacen entre las grietas y los tejados… las arañas, los ratones, las lagartijas, las salamanquesas y los gatos, los gusanos, los topos en los huertos, a los que nadie habrá avisado, las cucarachas, las hormigas, y todos sus sonidos, susurros, gemidos, cuchicheos

¿Serán ellas también alcanzadas por la voz?

«soc una espiral singular i dinàmica que es dissol en una circulació complexa i fluida»

que solo queda un charquito, que por las noches van los jabalíes a revolcarse y apenas dejan agua clara, y que, claro, «así cómo van a beber los pájaros y los nuevos ciervos, María. Y cogí la azada al día siguiente, María, para que toda el agua quedara juntita y limpia.»

«Només hi ha quatre pedres…»
Solo hay cuatro piedras…
Només hi ha quatre pedres…

Para los ausentes, para los mojados, para los perdidos.
GALERÍA DEL TÍO GREGORIO. LA IGLESIA VEGAMIAN MARUJA,
RAMIRO E ISIDORO.
PUENTE DE VEGAMIAN. ISIDORO EN SU CASA. MARUJA EN SU CASA. ISIDORO POR DENTRO DE SU CASA.

No puc parar d’imaginar-ho tot cobert d’aigua: quanta aigua!

Escribo este liquen

Todas las historias
empiezan en el agua

Todas las historias
empiezan con un verbo

Todas las vidas
empiezan con una célula

FIN


*** En l’edició d’aquest text s’ha reproduït l’idioma en què va parlar cadascuna de les autores. Les seves intervencions queden identificades en colors diferents: Maria Arnal en verd, Irene Solà en blau i María Sánchez en negre.

Aquest article té reservats tots els drets d’autoria

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