Mujeres y datos: recontar las desigualdades de género

El movimiento feminista lleva a cabo distintas iniciativas de recogida de datos, tanto cuantitativos como cualitativos, para documentar las desigualdades de género y hacer que cuenten.

Grupo de mujeres jóvenes que realizan experimentos de presión atmosférica mientras estudian ciencias en la escuela normal. Washington, D.C., 1899

Grupo de mujeres jóvenes que realizan experimentos de presión atmosférica mientras estudian ciencias en la escuela normal. Washington, D.C., 1899 | Library of Congress | Dominio publico

La falta de estadísticas desagregadas por sexo se acompaña de una falta de compromiso institucional con los análisis sobre la multidimensionalidad y el carácter estructural de la desigualdad de género. Las experiencias vividas de las mujeres, están pobremente documentadas, tanto cuantitativa como cualitativamente, y las desigualdades de género siguen, en gran medida, sin explicarse. Para contrarrestar estos déficits institucionales, el movimiento feminista hace numerosos esfuerzos de recogida, análisis y difusión de datos con perspectiva de género, con el objetivo de recontar las desigualdades y hacer que cuenten.

La falta de estadísticas desagregadas por sexo se conoce comúnmente como «brecha de datos de género». Tal como denunció ONU Mujeres,[1] este fenómeno global se explica tanto por la insuficiencia en la financiación dedicada a la recogida de datos sensibles al género como por una falta generalizada de voluntad política de registrar indicadores de igualdad de género en el ámbito del país. Por lo tanto, no es extraño que actualmente no dispongamos de datos sobre el 80 % de los indicadores de igualdad de género de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS),[2] ni que los índices y las bases de datos de derechos humanos y democracia (como son Freedom House Index o Polity IV) sigan descuidando la medida de la igualdad de género.[3] Incluso los índices de democracia más completos (V-Dem) solo abarcan una parte del concepto multidimensional de la igualdad de género.

Ninguna de estas bases de datos da información sobre la proporción del PIB destinada a los programas públicos de igualdad de género, ni contiene variables sobre la aplicación de la transversalidad de género por parte de los gobiernos, a pesar de que sea un principio rector de toda acción pública promovida por las Naciones Unidas, la OCDE, el Consejo de Europa y la Unión Europea. A excepción del Índice de Igualdad de Género del EIGE, los datos sobre violencia de género por país tampoco integran los índices internacionales, a pesar de que constituyen uno de los fracasos más dramáticos de la democracia, tanto en contextos de conflicto como en entornos de paz. Igualmente, las bases de datos sobre corrupción no miden la variación de la experiencia según el género: la sextorsión, por ejemplo, es una práctica que fundamentalmente sufren las mujeres.

La problemática de la «brecha de género de los datos» se ve agravada por el hecho de que los datos desagregados por sexo se usan erróneamente como datos de género, como si de un mero ejercicio de «recuento» se tratara. Hay una profunda y grave falta de información cualitativa sobre las dinámicas de poder que fundamentan la complejidad, la multidimensionalidad y el carácter estructural de la desigualdad de género.[4] Los indicadores deberían ser capaces de medir los roles, las expectativas, las necesidades y los comportamientos social y culturalmente construidos, así como de documentar cómo el género facilita o entorpece el acceso a los recursos, el reconocimiento y el estatus. Por ejemplo, tal como indica ONU Mujeres,[5] por sí solas las estadísticas sobre violencia de género no pueden identificar las razones por las que las mujeres no denuncian la situación, ni pueden establecer conexiones entre violencia y transporte, planificación urbana o recursos socioeconómicos. Los datos cualitativos nos ayudan, pues, a comprender más profundamente el bienestar social y a identificar las causas fundamentales de la discriminación y la subordinación que dificultan en la práctica el acceso a los derechos.[6]

feminicidio.net

Desde una perspectiva feminista, debe denunciarse la ausencia sostenida de compromiso político explícito para producir un conocimiento capaz de desafiar las relaciones de poder opresoras.[7] Cuantificar «cuantas mujeres» es tan importante como comprender cómo las mujeres experimentan y viven las desigualdades, porque recontar las desigualdades no implica automáticamente que se tengan más en cuenta. Como subraya Diane Nelson:

Recontar ofrece una objetividad calmante sobre los hechos, señora, solo sobre los hechos. Pero, ¿cómo puede ser que una muerte sea una tragedia, pero que doscientas mil sean solo una estadística? Recontamos, pero esto es insuficiente. El hecho de contar ­–el contexto, el entorno, las identidades– es lo que hace que una (muerte) cuente.[8]

En todo el mundo, la falta de compromiso institucional con la recopilación, el análisis y la divulgación de los datos con perspectiva de género es responsable no solo de la «brecha de datos de género», sino también de la «brecha de conocimiento de género».[9] Las activistas feministas contrarrestan ambas negligencias, tal como ilustran los siguientes ejemplos de España y Cataluña.

En el ámbito de la violencia contra las mujeres, Feminicidio.net recoge datos mucho más exhaustivos en cuanto al volumen y las historias de las mujeres asesinadas que no los que recopilan las administraciones. Mientras las administraciones han tendido a registrar los asesinatos cometidos por la pareja íntima, Feminicidio.net también recoge el número de mujeres asesinadas por hombres con los que no mantenían una relación afectiva, los hijos y las hijas asesinados por padres con tal de hacer daño a la madre, o los asesinatos de prostitutas. Feminicidio.net también ha creado el observatorio Geoviolencia Sexual, en el que se recogen datos detallados sobre el número de violaciones y de agresiones sexuales, incluyendo las violaciones en grupo, sufridas por las mujeres en España desde el año 2016. Proporciona información sobre el sitio en el que ocurrieron las agresiones, la hora del día o si fueron pornificadas por los agresores.

En cuanto a la experiencia de la violencia, Proyecto Cuéntalo recoge la voz de supervivientes de más de sesenta países que empraron la etiqueta #Cuéntalo (promovida por la periodista Cristina Fallarás) siguiendo la etiqueta viral global #MeToo. El objetivo es construir una memoria colectiva que dé veracidad a las denuncias de las mujeres y evidencie la magnitud del fenómeno. De forma similar, Desprotegides (un proyecto dirigido por la periodista Karme Peiró y el editor visual Xaquín G. V.) da voz a mujeres que denuncian la revictimización sufrida en el sistema judicial o policial y los déficits de los servicios sociales destinados a la recuperación de las supervivientes, aspectos, todos ellos, definidos como violencia institucional por el Convenio de Estambul (Consejo de Europa, 2011). Asimismo, el Observatori de Drets Sexuals i Reproductius documenta la vulneración de derechos que las mujeres experimentan en esta materia en Cataluña.

En relación con los datos sobre la presencia de las mujeres en la vida pública, las bases de datos suelen registrar la proporción de mujeres en cargos políticos y en los consejos de administración de las grandes empresas. En cambio, han sido organizaciones de mujeres empresarias, como el Observatori Dona, Empresa i Economia, las que han proporcionado datos sobre la presencia de las mujeres en los órganos ejecutivos de las empresas medianas y pequeñas. Al fin y al cabo, son estas empresas las que mueven la mayor parte de la economía y la ocupación. Otras áreas de la vida pública aún son, en buena medida, ciegas al género en cuanto a la recogida de datos. Es por eso que el movimiento feminista ha lanzado varias iniciativas. Por ejemplo, hace tres años el colectivo #OnSónLesDones inició una campaña para denunciar la infrarrepresentación de las mujeres como creadoras de opinión (en la televisión, la radio y la prensa) en los medios de comunicación catalanes, y la falta de seguimiento institucional de esta desigualdad. #OnSónLesDones reivindica el recuento como un acto político dirigido no solamente a concienciar sobre el diferencial de poder que fundamenta la desigual capacidad de influir en la manera de abordar los problemas sociales y políticos, sino también a exponer las excusas que dan los medios de comunicación cuando dicen que no «encuentran» a mujeres, a pesar de que representemos más de la mitad de la población. Otros grupos feministas también han usado los recuentos para sensibilizar a las administraciones públicas e instarlas a tomar medidas en el campo de las producciones culturales, visuales y de cine, los festivales de música, el deporte o la academia, entre muchos otros ámbitos.

Finalmente, la «brecha de conocimiento de género» también deriva de la insuficiente atención que las estadísticas oficiales prestan a las desigualdades de género en la vida privada, y al hecho de que los datos existentes en este ámbito sean dispersos y raramente se pongan en relación con las desigualdades en la vida pública. Una vez más, la acción feminista cubre esta necesidad. Por ejemplo, el Observatori IQ contribuye a la producción y difusión de estadísticas que exponen las diferencias y las desigualdades entre hombres y mujeres en distintos ámbitos de la vida cotidiana, con el objetivo de introducir la perspectiva de género en los debates sociales y políticos. También es el caso de la recopilación de indicadores sobre feminismos, publicada en la revista IDEES del Centro de Estudios de Temas Contemporáneos. La recopilación ha sido elaborada por el Observatorio IQ en colaboración con el equipo de la revista.

Para terminar, es necesario que tanto la «brecha de datos de género» como la «brecha de conocimiento de género» se cierren urgentemente para poder responsabilizar a los gobiernos de sus actuaciones, y para documentar cómo la democracia falla a las mujeres. Los esfuerzos en recopilación de datos e investigación también deben prestar atención a la diversidad interna del sujeto «mujeres» y «hombres», para evitar esencializar las diferencias y para comprender las discriminaciones múltiples. Sin esta óptica feminista, las evaluaciones sobre la calidad de la democracia y sobre el bienestar de la gente seguirán siendo parciales y muy sesgadas.


[1] UN Women (2018). Turning Promises into Action: Gender Equality in the 2030 Agenda for Sustainable Development. Nueva York: UN Women.

[2] UN Women (2017). «Spotlighting gender data at the first ever UN World Data Forum».

[3] Dahlerup, Drude (2018). Has Democracy Failed Women? Cambridge: Polity Press.

[4] Fuentes, Lorena, y Cookson, Tara Patricia (2019). «Counting gender (in)equality? A feminist geographical critique of the ‘gender data revolution’» Gender, Place & Culture. doi: 10.1080/0966369X.2019.1681371.

[5] UN Women (2018). Op. cit., p. 199.

[6] Buss, Doris (2015). «Measurement Imperatives and Gender Politics: An Introduction». A: Social Politics: International Studies in Gender, State & Society 22 (3): 381-389. doi:10.1093/sp/jxv030.

[7] Letherby, Gayle (2003). Feminist Research in Theory and Practice. Filadelfia: Open University Press, p. 4-5.

[8] Nelson, Diane (2009). Reckoning: The Ends of War in Guatemala. Durham: Duke University Press, p. 291.

[9] Fuentes, Lorena, y Cookson, Tara Patricia (2019). Op. cit.

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