Mona Eltahawy: «El patriarcado es la forma de opresión que subyuga el mundo entero»

Una charla con la periodista especializada en igualdad de género en el norte de África y en el Medio Oriente sobre la opresión de las mujeres y la necesidad de erosionar el patriarcado en todas sus formas.

Mona Eltahawy, la feminista de referencia en el mundo arábigo-islámico, nos habla de las fuentes de la opresión de las mujeres –el estado, las calles y el hogar– y de que la lucha feminista no debe centrarse en la búsqueda de la igualdad, sino en la destrucción del patriarcado. Su primer libro, El himen y el hiyab, ha sido traducido recientemente por la editorial Capitán Swing, y aprovechamos su paso por la última edición del festival Kosmopolis para acercarnos a su experiencia vital, profundamente entrelazada con su pensamiento.

Mona Eltahawy nació en el Egipto de los años sesenta y se mudó con su familia a Londres cuando era muy pequeña. Allí descubrió que se esperaba muy poco de las mujeres musulmanas, pues nadie le preguntaba por el empleo de su madre, pero sí por el de su padre. De adolescente vivió en Arabia Saudita, y allí descubrió otra realidad: dice que «el trauma la llevó hacia el feminismo». No parece que haya elegido el feminismo, sino que, por lo que dice, parece más bien que el feminismo la haya salvado.

Hija de musulmanes, también se define como musulmana. Siempre un poco enfadada, tiene claro que «todo el mundo tiene voz, y si hay alguna voz que no oímos es porque la estamos silenciando». Dejó clara su declaración de intenciones en un artículo publicado hace un año en NCB News: «Digo palabrotas para incomodar al patriarcado.» Ocupa todos los espacios que puede a través de su voz, sus expresiones e incluso su estética.

Mientras espera la publicación de su próximo libro, The Seven Necessary Sins for Girls and Women, está en Barcelona para presentar la traducción de su primer título, El himen y el hiyab, que publica la editorial Capitán Swing.

En el prólogo del libro dice que «la clave para la libertad en el mundo es el feminismo». Un feminismo que no se traduce en la igualdad entre hombres y mujeres, sino en la destrucción del patriarcado. «La igualdad entre hombres y mujeres no tiene que llevar necesariamente a la justicia.» Tiene una visión muy global y explica que la igualdad no basta mientras todavía haya sistemas que discriminen a las personas mediante otros sistemas opresores y de marginalización. Resumiendo, Eltahawy no quiere ser igual que un hombre homosexual en Egipto o un hombre negro en Estados Unidos.

Ella habla de un cambio más profundo: la destrucción de un patriarcado que define como el origen de todas las opresiones. «El patriarcado es un pulpo.» Un pulpo con víctimas por todo el mundo y con muchas patas como pueden ser la homofobia, el clasismo, el racismo o el capacitismo. Estructuras patriarcales que han definido las sociedades, tanto occidentales como orientales, en las que vivimos y frente a las cuales no quiere resignarse.

En las revoluciones nunca hay tiempo para las mujeres, que acaban siendo víctimas tanto de la represión pública como de la privada.

En las manifestaciones de 2011, Egipto vio que quizás el cambio era posible. Eltahawy estuvo allí, concretamente en la plaza Tahrir (‘plaza de la Liberación’). De aquellas manifestaciones, a ella le han quedado dos tatuajes en los brazos, como reivindicación de las marcas que le dejaron las fuerzas de seguridad al rompérselos. En las revoluciones nunca hay tiempo para las mujeres, que acaban siendo víctimas tanto de la represión pública como de la privada. Lo que muchos veían como una revolución en contra de un líder, para Eltahawy fue una revolución en contra de un régimen patriarcal. Explica que no luchaba contra un dictador o contra un líder, sino que su lucha era contra un régimen al que llama «el triángulo de opresión».

Lo que ella define como «triángulo de opresión» está formado por el estado, por las calles y por el hogar, que son espacios hostiles para las mujeres. Dicho de otra forma, los líderes, los compañeros y la familia, que responden a estructuras patriarcales muy arraigadas, desde lo más micro hasta las situaciones más macro y explícitas. Habla de los hombres que llevan la revolución a las calles pero son incapaces de trasladarla a su hogar, donde siguen siendo machistas, y se dirige a ellos cuando habla de la necesidad de reflexión sobre qué es lo que queremos abolir.

Las agresiones sexuales que sufrió en las calles, practicadas por quienes se suponía que eran sus compañeros de manifestación, no le hicieron creer que aquel no era su espacio. Irse de las manifestaciones no era una opción. Aquellas concentraciones no eran paralelas a su lucha feminista, sino que eran una parte importante de ella. Eltahawy interpela directamente a sus «compañeros» de manifestación: si a vosotros os oprime el líder, a mí me oprimen el estado, la calles y el hogar. Y es en contra de este triángulo que quiere luchar, en lugar de ser testimonio de una lucha por el poder entre fuerzas opresoras.

Estas fuerzas opresoras también las vivió cuando se mudó de adolescente a Arabia Saudita. Una Arabia Saudita que para ella no es representativa del Islam, pero que sí tiene demasiado poder, tanto en el mundo islámico como en Occidente. Por un lado, la Meca y Medina –dos ciudades sagradas para los musulmanes, que las visitan como mínimo una vez en la vida– están en el país. Esto hace que se extienda un silencio cómplice entre mucha gente, que no quiere que su posible acceso al país peligre. Por otro lado, los intereses económicos hacen que Occidente mire hacia otro lado y se ignore el «apartheid de género» que se vive allí.

Hace unos meses se levantó la prohibición de que las mujeres condujeran. Unas semanas antes de levantarla, el príncipe heredero hizo detener (y todavía siguen detenidas) a muchas de las activistas que habían impulsado el movimiento que provocó este cambio legal. Por esto, Eltahawy tiene claro que Mohammed bin Salman, actual líder del país, es un experto en relaciones públicas. A pesar de las decenas de casos de encarcelamiento y tortura de los últimos meses, se posiciona delante del mundo como el agente de cambio, que modifica las leyes históricas con el fin de, supuestamente, mejorar la situación de las mujeres y avanzar en la defensa de los derechos humanos.

Frente a estas opresiones, ¿cuál es la respuesta de las mujeres árabes? El feminismo. Eltahawy es el punto de encuentro de muchas mujeres árabes, y se posiciona en un feminismo secular mientras tiende la mano a feministas islámicas a través de proyectos en los que colabora. Uno de estos proyectos es la asociación Musawah, una organización que crearon hace unos años mujeres feministas de ascendencia musulmana y que trabaja para la justicia en las familias. En este proyecto comparte espacio con referentes del feminismo islámico como Amina Wadud, a quien define como su heroína.

Así pues, ¿el feminismo islámico puede existir? Eltahawy, feminista árabe, no se sitúa ahí. Ella se define como feminista y musulmana, anarquista y secular. No necesita el papel de la religión dentro de la lucha feminista. Para ella, las mujeres musulmanas se encuentran muchas veces «entre la espada roca y la pared». La espada es la comunidad musulmana, que no reconoce los derechos de las mujeres, y la pared es el racismo, que espera que una mujer árabe denuncie el machismo para atacar a toda una comunidad.

Entre esta espada y esta pared hay mucho trabajo pendiente, pero debe hacerse desde el contexto de cada persona, reconociendo sus propios privilegios. A pesar de que está cansada de hablar del hiyab, habla de Nasrin Sotudeh, la abogada iraní detenida por defender a las activistas que se negaron a llevar el velo obligatorio.

Es simplista que las mujeres musulmanas solo puedan hablar de feminismo en clave de «velo, sí» o «velo, no».

Del contacto con otras mujeres y la denuncia sin miedo nace la fuerza de Mona Eltahawy como feminista de referencia en el mundo arábigo-islámico. Llevó el velo entre los dieciséis y los veinticinco años, pero siente que ha estado hablando de ello durante toda su vida. Siempre ha opinado bastante sobre este tema: completamente contraria al uso del nicab (tipo de velo que también cubre la cara y solo deja visibles los ojos), cree que del hiyab solo deberían opinar las mujeres musulmanas. Como ha conocido a mujeres con realidades muy distintas, Eltahawy cree que la lucha puede ser común entre las que lo llevan y las que no, siempre y cuando se reconozcan las libertades y los privilegios que tiene cada una en su contexto. Así pues, no es lo mismo optar por no llevarlo en Irán que hacerlo en Barcelona.

Eltahawy afirma que es simplista que las mujeres musulmanas solo puedan hablar de feminismo en clave de «velo, sí» o «velo, no». Por esto ha hablado de la revolución de Egipto, del príncipe heredero de Arabia Saudita y del efecto del patriarcado sobre los colectivos minorizados.

Su visión holística del feminismo, que parte de los feminismos árabes, es la que la ha llevado a escribir su tercer libro, del que todavía no sabemos el título. ¿A quién quiere inspirar Eltahawy? Quiere inspirar a personas de todo el mundo. A todas las personas que hayan sido víctimas del patriarcado.

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