Los museos en la era de la participación

El 3 de octubre, Londres celebró un encuentro similar llamado MuseumIdeas, en el que se discutió sobre la cultura de la participación.

The Gallery of Lost Art, Tate Gallery.

The Gallery of Lost Art, Tate Gallery.

El pasado mes de mayo, el Centro de Cultura Contemporáneo de Barcelona acogió una edición de MuseumNext, un encuentro profesional dedicado al futuro de los museos, las nuevas formas de participación y exposición y las innovaciones tecnológicas que se están desarrollando en el campo museístico. El 3 de octubre, Londres celebró un encuentro similar llamado MuseumIdeas, en el que se discutió sobre la cultura de la participación. El encuentro contó con siete intervenciones de diferentes expertos del mundo de los museos del ámbito anglosajón, quienes presentaron las últimas propuestas y ofrecieron una visión actual del futuro de los museos. Este texto resume algunas de las ideas que se plantearon. “¿Cuál es el papel del museo en nuestra sociedad?”. Con esta premisa, Sharon Ament, directora del Museum of London, planteó su intervención, Museums in the era of participatory culture. En su opinión, es necesario que haya un compromiso con la sociedad para que el museo recuperes u importancia y centralidad. Para conseguirlo, lo que hay que tener en cuenta es a quién va dirigido el museo y con quién se quiere conectar. El peligro: el autismo de las instituciones. Ament puso como ejemplo cuatro casos:

  • Bibliotheca Alexandrina, Alejandría, Egipto. Ante los disturbios ocasionados durante la primavera árabe, voluntarios y gente de la ciudad se colocó en la entrada de la biblioteca para proteger sus fondos y se escribieron miles de tuits en su defensa. La Biblioteca está intentando guardar los cerca de 2,5 millones de tuits generados durante esos meses.
  • Fine Citizens Olympics, otro proyecto para coleccionar los tuits intercambiados. El reto es cómo “exponerlos” y cómo darlos a conocer.
  • The Peace Laberinth, Jerusalén. Un espacio de diálogo entre israelíes y palestinos.
  • Library of San Francisco, USA. Además de biblioteca, también es un centro social para gente sin recursos. Un espacio para la participación activa.

Robert Stein, director del Dallas Museum of Art, y Seb Chan, Director de medios digitales y emergentes del Smithsonian, Cooper-Hewitt-National Design Museum de Nueva York, centraron su intervención (Bootstrapping Innovation in Museums ) en esta pregunta: “¿Innovación es sinónimo de tecnología?”. En su opinión, innovación es sinónimo de cambio social y nuevas aspiraciones culturales, mientras que tecnología no siempre implica un cambio. Y lo explicaron con el ejemplo de las instituciones en las que trabajan: lo primero que hicieron fue poner la información sobre la colección al alcance de todos, de todas las audiencias. Desde el principio vieron que las exposiciones tenían que entenderse como un campo de experimento con las nuevas tecnologías, y empezaron a probar nuevas experiencias. Para ellos, “las innovaciones deben hacerse desde el mismo staff, desde abajo”. Es difícil que haya un verdadero cambio e innovación en el museo si es un encargo que solamente se hace desde dirección. Además, un departamento de innovación no funciona separado de la estructura general, por esto, en Dallas se incentivó que el staff propusiera acciones y después se organizaban reuniones periódicas para intercambiar ideas y experiencias. La tercera intervención estuvo a cargo de Jane Burton, directora del departamento creativo y de contenidos de la Tate Gallery de Londres, quien expuso algunas de las iniciativas de su departamento, Tate Media. Por ejemplo, los TateShots: material realizado para piezas para la televisión, el metro, YouTube, etc. No son contenidos formativos, sino que sirven para generar expectativas e interés en la programación. Muchos de ellos también se cuelgan en iTunes y tienen una audiencia enorme. Otro ejemplo son los documentales sobre artistas, el proceso de creación de sus obras u otros temas de actualidad, que se guardan en un archivo que se puede consultar gratuitamente. Es el caso de Gaza. Norfolk & John Burke. Otra propuesta que llevan a cabo en la Tate es el proyecto This is Britain, en el que invitan a gente conocida (artistas, actores, músicos) a ver la colección, elegir una obra y comentarla. Por ejemplo, un músico se pone a tocar frente al cuadro que más le gusta o un cómico describe en clave actual e irónica un óleo del siglo XVIII. Burton también mencionó las acciones performativas del proyecto BMW Tate Live; los programas de animación para niños (Tate movie project) y The Gallery of lost art, dirigido a una audiencia especializada de artistas e historiadores que comentan las exposiciones in situ. Las propuestas tienen muy buena acogida por parte del público, pero desde la institución se plantean dos retos: cómo hablar de cultura ante audiencias muy diversas (siempre se parte de los debates y expectativas occidentales; ¿qué pasa con el público asiático o indio?), y hasta qué punto se puede seguir colgando material y contenido gratuito, porque los programas dependen cada vez más de los patrocinadores.




En el turno de Louise Shannon, directora del departamento de programas del V&A, se habló de las estrategias para atraer al público que se realizan en este museo. Desde 1999, el V&A tiene un programa llamado Contemporary programme, que tiene por objetivo conectar con el público joven, tener un punto de vista global (frente a la organización por departamentos del V&A) y captar nuevas audiencias. En este sentido, mencionó cuatro proyectos: Volume (2004), que pretende dinamizar espacios poco conocidos del museo, como el jardín o el patio; Decode (2009), un concurso de ideas online sobre el título de la exposición, que fue muy eficaz a la hora de vender la marca V&A; The power of making (2011), una serie de talleres sobre robótica organizados con motivo de la exposición sobre este tema, que fue una de las más visitadas del museo; y Friday Late, que consiste en encuentros mensuales dirigidos a un público universitario o de postgraduados que participan en los proyectos de la casa para debatir los programas con el staff.




Francesca Rosenberg, directora de comunidades del MoMa, habló de cómo tratar al público de la tercera edad: la población de los países occidentales está envejeciendo. Los museos deben dirigirse también a los más mayores (más de 65 años), que son quienes tienen tiempo, dinero (y pueden acabar patrocinando), experiencia e interés. En opinión de Rosenberg, también hay que plantearse el concepto de familia: ya no se trata solamente de pensar en una programación para padres e hijos, sino también para abuelos y nietos. Un ejemplo es el programa Meet me, en el que se hace referencia al Alzheimer y en gente que visita sola las exposiciones y puede encontrar en los talleres y actividades una manera de socializar. La participación de Adam Rozan, director del departamento de públicos del Oakland Museum of California, sirvió para comparar el futuro de los museos con el de las grandes compañías privadas. “¿Por qué Starbucks atrae más que los pequeños cafés? ¿Por qué Barnes prospera mientras cierran las pequeñas librerías? ¿Por qué EdX. The new online education gana adeptos mientras hay universidades a las que les cuesta atraer estudiantes?”. En su opinión, hay que entender el museo como un lugar de espacios vividos, como un centro creador y educativo. Pero, sobre todo, como un espacio donde se puedan tener experiencias globales, por eso, a las exposiciones, hay que sumarles cafeterías, librerías y espacios para actividades varias. Finalmente, Lisa Junkin, coordinadora de educación del Jane Addams Hull-House Museum de Chicago, hicieron una última e interesante aportación, en la que hablaron de “ser peligrosos” y atreverse: el museo debe conectar con el barrio, salir de la institución y colonizar otros espacios, para que los públicos se den cuenta de que está conectado con los problemas actuales y su realidad.

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