Inteligencia artificial de bolsillo: «Tu deseo en una orden»

Siri es el robot más apropiado para la época que vivimos. Un robot descorporizado, de bolsillo y de inteligencia expandida. Un robot que no podría haber existido una década atrás porque acaso su éxito tiene que ver con nuestros ritos y manías posmodernas: el teléfono móvil como mediador de gran parte de nuestra experiencia social, comunicacional, operacional.

¿Qué otro dispositivo sabe más sobre nosotros que el móvil? En qué punto exacto de la geografía estamos (gracias a las tecnologías de geolocalización), quiénes son nuestros contactos (gracias a la agenda), con quiénes entablamos comunicaciones virtuales (gracias a las redes sociales de acceso mobile) y qué buscamos en la red, entre otro gran caudal de información que fluye a través de nuestros móviles constantemente.

Siri es una idea antigua sostenida sobre el trono de las tecnologías y los usos del momento. Su potencial reside en el pequeño-gran mundo que habita: nuestro móvil conectado a la red. Su habilidad, en cambio, tiene que ver con su capacidad de comprender comandos de voz -una de las formas de interacción más naturales- y encender sus neuronas distribuidas capaces de hacer sinapsis desde la mano del usuario hasta el cuasi infinito de la red de redes. Todo eso en “tiempo real”.

Si nos guiamos por la intuición podríamos definir que Siri consta de tres capas: un analizador de voz a texto, un analizador de gramática y un conjunto de proveedores de servicios. En la página de la robot estrella de Apple se explica qué podemos esperar de ella. Las tareas son simples y por ello Siri es eficiente: pedir un recordatorio, que envíe un mensaje, que nos cuente cómo está o estará el clima aquí o allí, que nos brinde información alojada en YelpWolframAlphaWikipedia; que nos agende una reunión o una alarma, que envíe un email, que nos indique un número o una dirección, que nos prepare un cronómetro o incluso que nos responda preguntas sobre ella misma. O sea, una asistente personal de bolsillo.

Ante el gran auge mediático que ha despertado la flamante asistente virtual, es apropiado destacar que probablemente Siri parezca más inteligente de lo que realmente es. Hay que reconocerle ese mérito a Apple que ha sabido lograr tal teatralización de la inteligencia de su sistema. La asistente no responde con un simple «sí», «no», «42», «mensaje enviado», como lo haría cualquier cacharro inanimado. Sus respuestas suenan a las que podría darte una secretaria cool: “Okie, dokie”; “¿Podemos regresar al trabajo, Juan?”; “En la nube no importa como lucimos”, “Yo estoy bien si tu estás bien”… sin duda, un cuidadoso truco que afecta a la psicología del usuario al humanizar la máquina.

Lo que los usuarios «quieren» (según David y Goliat)

Si bien Siri no es un motor de búsqueda como bien lo indicó Steve Jobs el año pasado al momento de adquirir la empresa, de alguna manera sí podría convertirse en un desafío para Google mobile.

Incluso antes de pertenecer a Apple, Siri era una compañía dedicada al desarrollo de lo que llamamos asistentes personales virtuales (VPA, virtual personal assistants), tecnologías que sirven para ayudar a los usuarios a llevar a cabo tareas específicas en el mundo virtual. Digamos que se trata de los agentes de inteligencia artificial que ponen en juego un nuevo paradigma de interacción en Internet. Si en la actualidad hacemos búsquedas, seleccionamos y clicamos links, la nueva modalidad permite que interactuemos mediante una conversación. Además, al tratarse de un asistente personal, las respuestas están orientadas a las preferencias del usuario: una gran cantidad de información vinculada a la experiencia que permite al sistema “conocernos” y de esa manera resolver mejor sus objetivos (algo de esto ya incluyen los motores de Google).

La posibilidad de interactuar con los agentes inteligentes a través de comandos de voz ha sido uno de los grandes sueños de la robótica desde sus orígenes. Sin embargo, el lenguaje humano y la gramática en sí misma, las diferencias de pronunciación y acento e incluso los firuletes literarios que utilizamos al hablar han desafiado a casi todos los sistemas creados hasta el momento. Pero Siri, cuya versión beta ya entiende inglés, francés y alemán, funciona de una manera lo suficientemente efectiva como para sorprender a tecnócratas y usuarios.

Sucede que la nueva hazaña de Apple cuenta en su formación muchas horas de investigación en torno a lo más profundo de la lingüística y es capaz de definir qué es un verbo, un sujeto, un predicado. Puede pasar la voz al texto y luego “mapear” esa información a comandos específicos para ofrecer resultados. No más interfaces WIMP, ni siquiera touchscreens… todos los habitantes del sueño tecnológico han imaginado alguna vez poder comunicarse con los ordenadores usando la voz. Y allí está Siri, con su tono de secretaria inhumanamente dispuesta 24/7 para convertir los deseos del usuario en órdenes, como reza su slogan.

A pesar de que los usuarios puedan configurar o pedir a Siri que busque términos también en Yahoo, Bing o Google, sin duda el nuevo paradigma de interacción podría dragar mucho del tráfico de Google desde iOS y afectar a un sistema que se sostiene gracias a la publicidad vinculada a las búsquedas.

Stephen Wozniak, cofundador de Apple, explicó recientemente que Siri es el futuro de los dispositivos móviles, de los motores de búsqueda y de la tecnología en general dado que, a diferencia de Google, no lleva al camino de la respuesta sino que te la ofrece directamente. “Los motores de búsqueda deberían ser reemplazados por motores de respuestas”, sostuvo. Al contrario, Andy Rubin, senior vice president the Google mobile dijo que el mercado no está preparado para un cambio de paradigma: “Los usuarios no quieren hablar con el teléfono, quieren hacerlo con un humano a través de él”, sentenció.

Tus deseos son órdenes…¿pero qué deseas?

En una investigación sobre la relación de los nativos digitales con la educación tradicional un niño dijo: ¿Por qué voy a preguntar algo en clase y hacer el ridículo si puedo preguntárselo a Google? Por esos días Nicholas Carr publicó un artículo en The Atlantic sugiriendo que Google nos estaba haciendo estúpidos y más allá de que Carl Zimmer le contestara de manera formidable en “¿Cómo Google nos está haciendo más inteligentes?” la idea de que todas las respuestas dependan de un agente virtual merece cierta reflexión. ¿Podrán los niños llevar a Siri al colegio? ¿Podría Siri reemplazar las formas en las que tradicionalmente pasamos el conocimiento de generación en generación, cargándolo de valores y patrones culturales?

Cuando hacemos una búsqueda en Google aún tenemos la obligación de escoger las fuentes a partir de las cuales vamos a informarnos y, de esa manera,  la búsqueda resulta más o menos transparente. El modus operandi de Siri es diferente: ella busca respuestas allí donde su inteligencia de código y preferencias le indica y las canta al usuario como verdades absolutas. ¿No nos impone esto un mayor reclamo por la transparencia de las informaciones que aparecen en la red y sus interlocutores? ¿Prohibirán a Siri en China?

De momento, mientras la robotita resuelva simples cuestiones de agenda, el riesgo es básico y los beneficios interesantes sin mencionar, por ejemplo, la gran ayuda que sería para personas no videntes. Sin embargo, cabe pensar que acaso llegue el día en que podamos preguntarle sobre nosotros mismos y ella en un segundo haga un mashup de todas las filosofías habidas y por haber para tranquilizarnos con una respuesta customizada. Y nosotros, distraídos por resolver las inclemencias de la cotidianidad cambiemos lo que sabemos en la piel por lo que nos dicen desde la nube.

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