¿Cuáles serán los recuerdos del futuro? Entrevista con Sharon MacDonald

Hay que derribar las suposiciones habituales sobre qué se recoge en un museo y quién decide qué debe coleccionarse, esto es, conservarse.

Joe Lincoln de Accord, campeón de fabricación de señuelos de Nueva Inglaterra, 1926.

Joe Lincoln de Accord, campeón de fabricación de señuelos de Nueva Inglaterra, 1926. Fuente: Cortesía de la Boston Public Library, Leslie Jones Collection.

Sharon MacDonald es un referente en lo que a museología se refiere. Desde la antropología cultural ha estudiado y reconsiderado los roles típicos de los museos. En particular, ha cuestionado sus mecanismos de selección, así como las decisiones que los sustentan y quiénes las toman. Todo ello en una aproximación transcultural y transnacional. Acaba de aterrizar como directora en Berlín del Centre for Anthropological Research on Museums and Heritage (CARMaH).

Hablo con ella durante «Falling Walls», un encuentro anual en Berlín, que busca derribar los muros entre ciencia y sociedad y entre las propias disciplinas del saber. En «Falling Walls», varios premios Nobel de Física y Química se encuentran con ingenieros como Arjen Hoekstra o sociólogas como Saskia Sassen  y la propia Sharon MacDonald. La conferencia de MacDonald se tituló «¿Cómo derribar los muros de los museos?», así que la primera pregunta se planteó sola.

¿Qué muros deben caer en los museos y por qué?

Hay que derribar las suposiciones habituales sobre qué se recoge en un museo y quién decide qué debe coleccionarse, esto es, conservarse. También hay que repensar qué hacer con estos objetos, cómo conseguir nuevas conexiones entre ellos y entre ellos y las personas, el público.

¿Tiene esto que ver con un trabajo suyo que me pareció muy sugerente, el que realizó con Paul Basu sobre «Exhibition Experiments», donde se recogían nuevas perspectivas sobre el formato «exposición»?

Sí, pero no exclusivamente. De hecho, ese trabajo estaba muy centrado en los aspectos de comunicación de la ciencia y cómo alterar el formato «exposición». En cambio, ahora creo que vamos a un cuestionamiento aún más profundo de los museos. Estoy centrada en la crítica general de los procesos de selección, decisión y conservación. Lo que estamos poniendo a prueba es qué debemos preservar en los museos para las generaciones futuras.

¿Cómo se aproxima a esta pregunta, a la de qué conservar?

Creo que lo más importante es abrir la pregunta a nuevos actores. Hemos llegado a un punto en el que debemos cuestionar el conjunto de suposiciones sobre las que articulábamos el rol del museo, o la función de las colecciones y de su conservación. Debemos mirar hacia otros lugares donde la gente se tiene que hacer las mismas preguntas que se plantean los profesionales de los museos porque se enfrentan a retos similares. Debemos preguntarnos entonces: «¿esta idea serviría para un museo?». Nuestra intención al hacerlo es ver cómo estos colectivos se enfrentan a los retos que plantea el decidir sobre qué seleccionar y qué conservar.

¿Y en qué colectivos están centrando su atención?

Por ejemplo, el proyecto Assembling Alternative Futures for Heritage  está observando un conjunto muy amplio de lugares. Entre otros, las casas de la gente: cómo deciden qué hacer con todos sus objetos para el recuerdo, o mis colegas en Suecia viendo qué envía la gente al espacio en proyectos como «New Horizons». Todo esto nos da pistas sobre qué es lo que la gente considera merecedor de ser conservado y comunicado para otros ahora o en el futuro. También estudiamos, para salirnos de las escalas habituales y pensar en espacios de tiempo futuro mucho más grandes, proyectos que juegan con escalas enormes de tiempo. Por ejemplo, buscamos qué preguntas se plantean proyectos como los que gestionan los residuos nucleares. Otros colegas estudian esas mismas cuestiones en bancos de semillas que pretenden conservar la diversidad genética. Nos inspiramos, también, en proyectos para mantener la diversidad lingüística. Por último, son muy interesantes los proyectos que plantean «renaturalizar» los paisajes para el futuro. En todos estos lugares, se puede empezar a entender qué es lo que la gente valora como importante para conservarlo de cara al futuro, una función que podríamos seguir manteniendo para los museos actuales y futuros. Hay preguntas muy precisas e importantes. Por ejemplo, en qué momento se decide conservar o dejar de conservar algo, como un edificio. Aquí, en Alemania, hay una discusión enorme sobre qué hacer con toda la arquitectura de la época nazi. Muchos edificios se están cayendo a pedazos. Pero, ¿hay que pagar por su mantenimiento? Y si no lo hacemos y desaparecen, ¿las generaciones futuras cómo van a aproximarse a todo esto? Se ha abierto un debate público muy importante. Por ejemplo, en la ciudad de Núremberg, se ha creado un proceso participativo sobre la cuestión. Todo ello es relevante para cuestionarse las funciones y los supuestos básicos de la institución «museo».

Esto me lleva a toda la línea de trabajo respecto a los museos y los procesos de participación. Parece que después de unos años de apertura, ahora volvemos a apreciar el valor de los expertos también en esta área. ¿Cómo lo ve?

Este es un punto muy importante. Hay discusión sobre el papel de las mayorías en estos procesos y de cómo se construyen. Queremos analizar las diferentes aproximaciones participativas. Qué se deriva de cada una de ellos. ¿Queremos entregar la responsabilidad a la gente, solo involucrarla en el debate pero no en la decisión final, o tan solo queremos usar sus opiniones? Quién decide al final es toda la cuestión. Creo que la respuesta depende del lugar y la cultura donde se plantee la pregunta.

¿Su intención es extraer orientaciones para los museos futuros y para el futuro de los museos actuales?

Esta es una de las dimensiones de trabajo. Pero hay otra igual de importante que es la de intentar responder a la pregunta de qué se puede hacer con lo que ya tenemos. En particular, qué nuevas conexiones e historias se pueden crear. Qué otras funciones pueden desempeñar tanto las colecciones como la exposiciones. En el proyecto que estoy liderando en Berlín, y que tiene que ver, en parte, con lo que ya trabajamos en «Exhibition Experiments», buscamos entender cómo funciona una exposición, qué se puede conseguir con una exposición, qué es lo que hace que una exposición realmente funcione. Cómo conseguir exposiciones más interesantes.

Esa es la pregunta del millón.

(Ríe) Pues sí. Y creo que, a veces, no nos damos cuenta de aspectos muy obvios y propios de los museos existentes. Por ejemplo, deberíamos considerar y valorar más la tridimensionalidad del museo, la gramática de su espacio. Todavía es algo que no hemos trabajado profundamente ni hemos aprovechado todo lo que puede aportar. Debemos explorar la sintaxis del espacio del museo, su luz, el sonido en ese espacio, cómo se vive y experimenta. Deberíamos desarrollar una aproximación multisensorial al espacio «museo».

¿En qué situación pone esto a los «museos sin colección»? ¿Cómo sirve su trabajo para los centros que no están organizados en torno a los objetos y las colecciones?

Conozco unos cuantos centros que no tienen colección y se centran en las actividades. Son muy efectivos para comunicar ideas, incluso diría que los lugares sin colección son mucho más efectivos en este aspecto. Disponen de más libertad, pueden experimentar con formatos distintos. Pero, por otra parte, los centros que tienen colección aún no aprovechan las posibilidades que les ofrece el espesor de los objetos, la capa de historias e ideas que atesoran los propios objetos. En los lugares con colección todavía se puede sentir la lucha entre quienes dentro del museo se centran en los objetos y los que se centran en las actividades. Y las posibilidades están en ambos y en su interacción.

Sharon MacDonald en Berlín.

Sharon MacDonald en Berlín. Fotografía de Ramon Sangüesa.

Como ha comentado antes, en los proyectos en que está involucrada se estudia lo que la gente normal y corriente hace para conservar, para coleccionar, para transmitir algo de sí mismos hacia el futuro. Con la llegada de lo digital vemos una tendencia a la desmaterialización de los recuerdos personales. ¿La digitalización conlleva una nueva forma de seleccionar y coleccionar?

Lo digital tiene mucho, mucho potencial. En particular, creo que es especialmente útil para guardar y transmitir las historias que hay alrededor de los objetos. Por otra parte, cada vez es más fácil a nivel personal acumular recuerdos digitales sin, casi, selección. La digitalización se está llevando a cabo de forma masiva en muchos museos. Lo positivo es que esto permite al público conectar y crear sus propias historias a partir de la colección. No solo por conectar objetos entre sí, sino también porque los pueden relacionar con sus propios recuerdos e historias de modo personal. De hecho, hay toda una corriente de opinión en museología que propone dejar de coleccionar objetos y digitalizarlo todo. Pero no creo que esto funcione. Por varias razones. En el futuro no sabemos qué cualidades de un objeto seguirán siendo significativas. Por ejemplo, una momia permite estudiar enfermedades antiguas. Eso es, probablemente, imposible si ese objeto, esa momia, solo se conserva en forma digital. También está la cuestión de que la propia presencia del objeto físico es muy sugerente, nos hace pensar en «qué cosas habrán pasado por ese objeto o cuántos lo habrán tocado», por ejemplo.

Ciertamente la materialidad vuelve después de lo digital. Pero lo digital es también parte del patrimonio.

En efecto, ambas cosas. Respecto a la segunda, volvemos a encontrarnos con la misma pregunta básica de qué conservar y qué coleccionar, puesto que el almacenamiento digital ya no es tan problemático como antes. Aunque es bien cierto que la obsolescencia de los sistemas de acceso de la información es un problema. Es necesario todo un esfuerzo de mantenimiento al tiempo que se desarrolla una «arqueología digital».

¿Cuál sería, pues, el quid de la cuestión para la creación de colecciones ahora y en el futuro próximo?

Creo que la gran dificultad estriba en que ahora somos conscientes de que debemos transmitir no solo la colección, sino también cómo y por qué creamos la colección y con qué criterios.

Este requerimiento parece un tanto diferente a lo habitual.

Ciertamente no se había planteado con la conciencia y en la escala con que nos lo estamos planteando ahora. Y hay diferencias culturales respecto qué es patrimonio, qué es conservar y qué se debe conservar de las que hasta ahora no éramos tan conscientes.

Cierto, siempre me ha sorprendido la temporalidad (y reconstrucción periódica) de ciertos templos en Japón, por ejemplo.

Exacto. De hecho, la UNESCO tuvo que redefinir qué era patrimonio y conservación en parte debido a prácticas como esta, muy diferentes de la aproximación occidental.

Veo el interés de situarse en una perspectiva global para sus objetivos de investigación. Ahora bien, lo global también aporta ciertas tendencias uniformizadoras en muchos otros ámbitos de actividad. Tampoco los museos se sustraen, por ejemplo, al efecto de la ideología tecnológica. Ahora mismo, incluso los museos de historia están utilizando los talleres de making para aproximar al público a sus temas. ¿Qué opinión le merece esta tendencia?

Creo que no está reñida en absoluto con los demás roles de los museos. Quizá sea un reto para algunos museos, porque requiere un tipo de personal muy peculiar y preparado. En lo positivo, este tipo de actividades involucra mucho más a ciertos públicos. Las más de las veces, hace que la gente piense y se cuestione cosas que de otra manera desde el texto u otros formatos no se cuestionaría. Ahora bien, en algunos casos hay que plantearse qué aporta realmente. Y es cierto que por esta vía tampoco podemos caer en que los museos sean meros «Community Centers». Lo son pero tienen otros papeles cruciales. Sobre todo qué es lo que consideramos importante para transmitírselo al futuro.

¿Y cuál es su futuro más próximo?

 Pues el proyecto que me ha llevado a establecerme en Berlín, en la Universidad Alexander Humboldt, donde estamos trabajando en la integración de todas estas ideas sobre los museos en las instituciones del propio Berlín y en un centro internacional sobre patrimonio cultural.

Viel Glück!

¡Gracias!

Y tan modestamente como se aproximó a la mesa de entrevistas, Sharon MacDonald se fue para impartir su conferencia que podéis ver aquí:

https://vimeo.com/146772414

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