Cuando despertó, la web todavía estaba allí

Para idear o transformar una web debemos ser capaces de adaptarnos a los cambios constantes que sufre Internet.

Hombre durmiendo junto a unos melones en Estambul, Turquía.

Hombre durmiendo junto a unos melones en Estambul, Turquía. Fuente: Flickr

A la hora de idear una nueva web, nos encontramos en un diálogo constante entre las enormes posibilidades que nos ofrece el medio y las restricciones impuestas por los recursos limitados a la hora de nutrir y mantener una plataforma. Además, hay que sumarle el lastre que supone la revisión del pasado cuando se plantea una evolución, sobre todo en webs de grandes proporciones. A pesar de todo, Internet avanza y cambia a alta velocidad y nos exige cambio y adaptación constantes. Incapaces de mantener este ritmo vertiginoso, a menudo las transformaciones de una web acaban siendo el reflejo de las dinámicas internas de la institución. La cuestión clave es si también pueden convertirse en un motor de cambio de estas tendencias.

De la web estática al portal de contenidos pasando por la web 2.0

En el año 2000 la web del CCCB era poco más que una agenda para informar de la actividad del centro. Sin el dinamismo que aportaría el 2.0 y con una velocidad de conexión que limitaba enormemente la descarga de elementos multimedia, su objetivo no podía ir mucho más allá que el de ofrecer información práctica y de servicio.

Con el paso de los años, a la información se han sumado varios contenidos multimedia y la posibilidad de participación como vectores básicos que articulan la web del centro. De este modo, la dirección que toma nuestra presencia digital tiene mucho que ver con la distribución de pesos entre estos tres elementos.

Aunque la mayoría de los visitantes de la web del CCCB acceden a ella para consultar información, también tenemos presente que en la actualidad no es la única fuente para enterarse de lo que hacemos. Alternativas como las redes sociales, que permiten una recepción pasiva de la información y, además, actúan como recordatorio en tiempo real, o las agendas culturales, que ofrecen una visión global de toda la programación cultural de la ciudad, hacen que nos replanteemos la necesidad de nuestra posición central como fuente de referencia en este terreno.

Por otra parte, con el tiempo hemos establecido una distancia crítica ante la euforia inicial de las redes sociales, anunciadas como una utopía de participación y co-creación. No queremos renunciar a una relación bidireccional con el público; sin embargo, después de varios proyectos, hemos constatado que la participación aporta valor cuando tiene un objetivo claro y está bien dirigida, y que el trabajo es más efectivo con comunidades específicas y definidas. Entendemos, pues, que para propiciar esta actitud activa del público hay espacios más concretos y adecuados, y que la línea a seguir sería mejorar los vasos comunicantes entre estos y la web del CCCB.

Una de las particularidades del CCCB es que no cuenta con colección propia. En cambio sí que mantiene un extenso fondo documental derivado de su actividad. En los últimos años la generación de contenidos multimedia no ha parado de crecer y ha efectuado un giro importante: hemos pasado de contenidos que replicaban la actividad del centro en la red a contenidos que la expandían a partir de materiales complementarios. En este sentido, la experiencia digital no es un simple reflejo de lo que pasa en el CCCB, sino que le suma un valor añadido.

Es este tercer vector, los contenidos, lo que puede marcar un rasgo diferencial de la web y posicionarla como lugar de referencia en la red. Sin el límite geográfico que establece la información de agenda, el camino a recorrer con los contenidos es mucho más largo y al mismo tiempo es lo único que nos permite evolucionar hacia una presencia verdaderamente digital.

El blog CCCB Lab: Un modelo a explorar

Una vía a seguir sería la del blog CCCB Lab. Cuando este nació su objetivo era ser una ventana donde compartir los procesos en curso del departamento y permitir al mismo tiempo la participación del público. En este sentido, sus publicaciones estaban muy marcadas por el día a día, lo que provocaba una gran diversidad de estilos y puntos de vista. Si, por un lado, esto aportaba frescura y dinamismo, por el otro delimitó gravemente su crecimiento, ya que se trataba de una herramienta todavía muy ligada a la actividad presencial.

En 2012, con el rediseño del blog también se dio un cambio de estrategia. La idea era convertir lo que había sido un apoyo para difundir y expandir la actividad en una revista digital. Por ello se marcó una línea editorial basada en las líneas de investigación del departamento y sus proyectos, que se concretaba en la publicación regular de artículos de fondo. Este giro supone dos cambios conceptuales importantes.

En primer lugar, implica un cambio de procesos de trabajo. Los contenidos ya no son el resultado final de los procesos, sino que requieren de una planificación previa con visión global. Ello supone integrar la creación de contenidos propios como un elemento destacado del proceso de producción, entendiendo que estos forman parte esencial de la actividad y no están supeditados a ella. De este modo, pasamos de unos contenidos singulares que puestos en conjunto van definiendo un relato a una narración establecida que requiere y genera diferentes materiales según sus necesidades.

En segundo lugar, también conlleva un cambio en el discurso, donde los contenidos toman el lugar a la actividad como motor del relato. Así pues, la web no es solo una fuente para poder expandir información sobre una actividad, sino que funciona sobre todo en la dirección opuesta, lo que permite llegar a la programación desde un universo expandido. Ello, a su vez, supone un discurso más unitario y transversal que establezca confluencias entre los diferentes proyectos, tanto a nivel conceptual como en cuanto a las dinámicas de producción, y hace evidente la necesidad de basarse en unas líneas temáticas. Si entendemos que las diferentes actividades no son recipientes blindados y se relacionan entre sí a través de unas líneas globales de programación, la idea es que los contenidos también se puedan apoyar en estas guías.

Arriba, apariencia de la web del CCCB en el año 2004 y en el 2008. Abajo, página de incio de la web actual. 

Arriba, apariencia de la web del CCCB en el año 2004 y en el 2008. Abajo, página de incio de la web actual.

Una web en transición

En un momento en que las instituciones culturales todavía están explorando cuál es su papel en la red, no hay una respuesta clara ni concreta a cómo sería una experiencia completamente virtual del CCCB, pero todo apunta a que iría en dirección a los contenidos. Proyectos como el blog del CCCB Lab o las webs de las exposiciones «Big Bang Data» o «Las variaciones Sebald» nos confirman este rumbo. Sin embargo, hay diferencias de escala que complican la aplicación de este modelo en la web del centro. Evidentemente los cambios son mucho más difíciles de implementar y de asumir cuanto mayor es el objeto al que los aplicamos. Y en este caso, además, estamos hablando de un giro importante, una visión radicalmente diferente de la actual.

En toda evolución de una web nos encontramos con un proceso de selección natural. Al final son los usuarios quienes establecen cuáles son las funcionalidades que más les interesan de la web, condenando a desaparecer aquellas menos usadas, aunque en el momento de idearlas pudieran parecer increíblemente útiles. Del mismo modo, si la web no se adapta bien a los procesos de trabajo de una institución, también corre el riesgo de que sea imposible llevar un mantenimiento efectivo y en la práctica suponga la inoperatividad de algunas partes. Por lo tanto, se trata de calibrar qué nivel de avance es posible y realista con los recursos con que se cuenta.

La nueva web del CCCB es fruto de un momento de transición. Entendemos, pues, que más que un estadio final, la web es una herramienta en el proceso de transformación de la estrategia digital del centro. Por ello, no pretende una ruptura total con la línea seguida hasta ahora, pero sí que introduce elementos para facilitar y favorecer la evolución hacia un relato más transversal y con mayor peso de los contenidos.

Por un lado, la estructura de la web huye de una categorización cerrada y vertical para convertirse en una red donde actividades y contenidos se relacionan de varias formas. Estos lazos, a su vez, hacen aflorar las líneas temáticas transversales que sustentan la programación del centro.

Por otro lado, los contenidos multimedia ganan presencia en toda la web. Si bien se mantiene la actividad como eje central de la web, esta está constantemente envuelta por los materiales que se generan a su alrededor. Además, estos contenidos también cuentan con espacio propio donde, más allá de la actividad, ganan la fuerza suficiente para poder establecer un discurso por sí mismos.

En conclusión, entendemos la web como un proyecto dinámico que debe ir avanzando para corregir los defectos y pulir aún más las virtudes. Sabemos que la naturaleza de Internet nos obliga a reinventarnos más a menudo de lo que podemos y, por ello, hay que trabajar en una versión Beta permanente, en un equilibrio constante entre nuestra voluntad de evolucionar y la capacidad real para cumplirlo. Con el tiempo, una web de gran tamaño acaba convirtiéndose en un monstruo muy difícil de mover y hacer avanzar. Por ello, necesita caminar paso a paso, sin descanso, pero con la dirección lo más fijada posible.

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  • Adri | 24 diciembre 2015

  • Equip CCCB LAB | 11 enero 2016

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