CERN: divulgación científica sin fronteras

Cómo Uruguay logró acortar distancias con la investigación de física de partículas de primer nivel.

Reconstrucción del Sincrociclotrón en el CERN. Ginebra, 1975 | © 1975-2017 CERN

Reconstrucción del Sincrociclotrón en el CERN. Ginebra, 1975 | © 1975-2017 CERN

La divulgación científica suele estar destinada al público de las propias instituciones que producen ciencia. Analizamos aquí la experiencia del nodo uruguayo de la Anilla Cultural Latinoamérica-Europa, una red de cocreación, colaboración y participación que enlaza centros culturales de América Latina y Europa con el CERN. Una relación que se inicia con visitas virtuales pero también las incluye presenciales, un caso donde Internet, el entusiasmo y la emoción reducen la distancia con las investigaciones de física de partículas de primera línea.

Tradicionalmente la divulgación científica se ha destinado al público de las propias instituciones que producen ciencia o focalizadas a captar a futuros científicos. Hace cuatro años, resultaba extraño que un centro científico tuviera una política de difusión y apertura hacia todas las personas del mundo, aprovechando el acceso vía Internet en tiempo real. Es el caso del CERN, o Centro Europeo de Investigaciones Nucleares, el principal laboratorio de física experimental fundado en 1954 por doce países europeos, que desde su fundación tuvo una política de apertura del conocimiento científico. Ubicado en Ginebra, sus investigaciones se caracterizan por la colaboración entre científicos e ingenieros a nivel global con el fin de comprender los componentes más profundos de la materia que conforma el universo. El centro tiene un circuito de colisionadores y detectores de partículas instalados a unos cien metros bajo tierra, un espacio subterráneo conocido como ATLAS Room o «la caverna».

Las visitas virtuales

En 2013, la Anilla Cultural Latinoamérica-Europa organizó una conexión con el ATLAS Room del CERN durante el programa de Kosmopolis. Fiesta de la Literatura Amplificada. Ya entonces, el nodo uruguayo de la Anilla participó en línea y manifestó al CCCB el interés de extender esas visitas al público local.

La primera visita virtual titulada «Uruguay visita el CERN» tuvo un despliegue por redes de todo el país y participaron en ella 670 personas entre niños, jóvenes y adultos. A partir de esa visita se iniciaron nexos y desarrollos posteriores. Por ejemplo, en 2015 se diseñó el ciclo en línea sobre los neutrinos. Junto al CERN participaron en directo observatorios como IceCube desde la Antártida, Auger en Mendoza o Angra Neutrino Project en Brasil, entre otros. Quienes se conectaron pudieron establecer una conexión de primer orden con los contenidos científicos, como sucedió entre una localidad norteña de Uruguay, el CERN e IceCube, donde todos pudieron dialogar en primera persona sobre los últimos avances científicos.

En 2016 invitamos a Monica Bello a presentar el programa de residencias artísticas conocido como Arts at CERN, dentro del 3.r Congreso en línea de Educación y Nuevos Medios, con 1.200 participantes de universidades iberoamericanas. Bello compartió su metodología de trabajo, que genera diálogo entre artistas y científicos que colaboran explorando lenguajes artísticos e investigación fundamental para estimular creaciones y descubrimientos. Fue un mensaje inspirador para los asistentes en línea, los cuales están habituados en sus academias a trabajar en áreas específicas sin atreverse a cruzar las fronteras entre distintas disciplinas.

Community DIY science | Shannon Dosemagen | TEDxCERN

Otro desafío interesante fue colaborar con TEDxCERN 2016, puesto que se nos propuso brindar el evento en línea una forma más global. Por ello planteamos involucrar parte de la región latinoamericana con la interpretación simultánea al español. La apertura ha marcado siempre las acciones de extensión del CERN. Con gran satisfacción, desde Montevideo coordinamos a varios actores locales y regionales que participaron activamente.

Para abrir nuevos espacios en la difusión de la física de partículas, creamos la «Red Amigos del CERN en Latinoamérica», inaugurada por Rolf Landua, director de Extensión del CERN. En 2017, hubo otra visita virtual en distintas regiones latinoamericanas con una masiva asistencia.

Estas sinergias culturales constituyen una invitación a sumarse a otras actividades futuras, abiertas a todos aquellos curiosos que quieran conocer e imaginar cómo funcionan las partículas elementales de nuestro planeta y el Universo.

Visita presencial al CERN

Posterior al anuncio del CERN sobre el Bosón de Higgs, durante el año 2014 el colisionador estuvo parado para refacción y ajuste. Ese año se intensificaron las visitas presenciales al CERN, especialmente al Experimento o Colaboración ATLAS, que, con 25 años desde su conformación dentro del laboratorio, es el principal detector de partículas.

En la recepción de Secretaría del CERN, esperaba iniciar mi visita y descender a la «caverna» del ATLAS. Un joven estudiante de doctorado anunció que sería nuestro guía. Partimos en un grupo integrado por estudiantes alemanes de física y quien suscribe, una uruguaya no científica. Salimos al exterior, cruzamos la línea del tranvía que conecta con Ginebra y bordeamos The Globe, que tiene una muestra permanente con los principales descubrimientos del CERN. Dejamos atrás el paisaje veraniego de los Alpes.

Dentro del Experimento ATLAS, el guía sintetizó básicamente sobre física de partículas y vimos la sala de controles. Nos contó cómo todas las cosas están compuestas por materia, esta por átomos, los átomos están formados por electrones que orbitan alrededor de un núcleo, el cual está constituido por partículas subatómicas llamadas protones y neutrones, también formados por partículas más pequeñas denominadas quarks. Hasta el momento se conocen seis tipos de quarks (up, down, top, bottom, strange y charm). Estos, junto con los leptones (electrones, muones, tauones, neutrinos) y los bosones (Higgs, fotón, gluón, W, Z) constituyen las denominadas partículas fundamentales de la materia visible y son las más pequeñas que se han identificado.

Ese espacio ya era conocido por mí, por dos visitas en línea pasadas. Y ahora estaba allí presencialmente. Tuve una sensación extraña, entre lo que conocía del CERN y la ansiedad de estar in situ.

Gran colisionador de hadrones. Ginebra, 2017 | © 2017 CERN

Gran colisionador de hadrones. Ginebra, 2017 | © 2017 CERN

Nos colocamos cascos de seguridad y descendimos hacia la caverna. En los pasillos de acceso, había posters acerca de los anillos interconectados que componen el colisionador, circuitos donde aceleran partículas que chocan y los detectores las receptan. El anillo más grande se llama LHC, que significa Large Hadron Collider o Gran Colisionador de Hadrones, y mide 27 km de circunferencia. Está planificada la construcción de un anillo mayor, con 100 km de circunferencia, por debajo del lago de Ginebra.

Al recorrer las enormes salas que alojan los servidores del CERN, nuestras voces disminuyeron el volumen. Seguimos con la adrenalina muy alta por corredores articulados. Una puerta se abrió y llegamos al espacio que alberga el detector. Un espontáneo silencio grupal sustituyó la presencia de esa magnífica pieza tecnológica.

Desde un balcón mirando el centro del detector me asomé y vi toda su estructura, probablemente la mayor concentración de cables del mundo estaba ahí. Comparé mi altura con el tamaño de aquella mole cilíndrica y estimé que podía repetir mi cuerpo unas veinte veces; en realidad son treinta veces. En pocos segundos mi memoria pasó por los anillos que había visto antes en los posters. Mentalmente viajé y regresé al mismo sitio: al balcón mirando el detector. Abrumada, pensé en el conocimiento acumulado para producir y mantener esa maquinaria.

De regreso en la superficie del ATLAS, nuestro guía explicó cómo funciona la calibración de imanes para que los haces puedan chocar exactamente. Entendimos la transferencia que hace el detector desde procesos analógicos hasta imágenes digitales para ser estudiadas. También mencionó una publicación, de la revista Nature, que pondera la cultura científica del CERN comparando las siglas LHC en clave de Large Human Collision o Gran Colisión Humana, donde personas de diferentes nacionalidades y culturas interactúan con un objetivo científico. Quisiera agregar otra posibilidad para las siglas LHC, como Large Human Construction o una Gran Construcción Humana, en la historia de la ciencia y la humanidad.

Finalizada la visita, no esperaba encontrar esa saciedad mental y emotiva del haber estado ahí.

Un año después, en Montevideo, preparando una videoconferencia con el artista Ignacio Iturria, él mencionaba situaciones que marcaron su percepción. Un recuerdo fue su visita al zoológico donde vio encerrado a un elefante en una jaula. Esto provocó en él exploraciones artísticas en relación a la escala. Enseguida conecté este ejemplo del tamaño de las cosas y su percepción al recuerdo vívido de la caverna. Una especie de metáfora visual: «un elefante en un anillo» emulando el circuito de colisión y su detector.

La visita a la caverna fue una antológica experiencia estética y, junto con ella, un recursivo goce de haber estado allí. Esta asimilación conceptual y emocional constituye una serendipia múltiple. Sin lugar a dudas, la fortuna encontrada fue un hecho signado para ser compartido con otros.

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